jueves, 23 de junio de 2016

En la Noche de san Juan, todos comparten su pan...

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¿Te vienes a la playa a celebrar la Fiesta de San Juan? - La Cotilla ha llegado con prisas a casa. - ¡Venga, corre! - ¿Por qué? ¿se van a llevar la playa? - Hay que llegar temprano para coger el mejor sitio, que luego aquello se pone de bote en bote. - Me pongo el bañador, cojo la toalla y nos vamos. - ¿Y ya está? ¿Qué pasa con los bocadillos, es trampó (la ensalada) las bebidas, el postre, la fruta, las velas, los platos, vasos, servilletas... en fin, todos los avios para cenar en la playa. - ¿No los lleva usted? - ¡¿Yo?! Soy una pobre y miserable jubilada que cobra una miseria de pensión, a pesar del euro que me subieron y no llego a fin de mes ¿con qué quieres que compre esas cosas, boba de Coria?

La explicación me pareció plausible y me dediqué a llenar un cesta y una nevera portatil con lo que tenía en casa. La vecina no hacía más que darme prisa. - ¡Vamos, que las he visto más rápidas! - No puedo correr más, Cotilla ¿por qué no me ayuda? - Yo me encargo de recordarte que se te olviden, por ejemplo, las aceitunas rellenas de anchoas. - No tengo. - ¡Menuda ensalada vas a hacer! - ¿También tengo que hacerla yo?

Aquello ya pasaba de castaño oscuro y noté la rabia subiendo por mi garganta como la erupción de un volcán. - ¿Sabe qué le digo? que se de una vuelta por los contenedores del súper a ver qué encuentra para cenar. - ¿Serás capáz de hacerme éste feo? - ¡Ya lo creo! -  ¡¡¡Egoísta!!!

Cuando llegué a la playa de Can Pere Antoni no cabía una alfiler. La Cotilla llegó después que yo. Ella sí tuvo sitio porque sus amigos llevaban allí desde las tres de la tarde guardándolo. Cuando intenté arrimarme me tiraron piedras gritando: - ¡Cuidado con esa, es una ladronaaaaaaa!

Tuve que correr antes de que me descalabraran. Al final pude sentarme, lejos de la orilla y pegadita a los contenedores de basura que, debido al calor, desprendían un hedor insoportable. Encendí dos velitas, no había sitio para más. Tenía los codos pegados al cuerpo para no clavarlos en cuerpos vecinos.

La gente reía, cantaba, bailaba, se besaba. Los fuegos de las velas daban un toque romántico a la noche que iba cayendo sobre nosotros mientras montones de basura se acumulaban a mi al rededor. Los mosquitos llegaron a millones concentrándose en mi pequeñísima parcela acribillándome. Me levanté y corrí a meterme en el mar. Al hacerlo, las dos velitas cayeron sobre cartones de pizza. Desde el agua vi como crecía la lengua de fuego y me indigné por la cara dura de quienes, en cuanto te despistas te quitan el sitio ¡Y se estarían comiendo mi cena!

El fuego tomó proporciones gigantescas. La gente corría despavorida lanzándose de cabeza al mar. La Cotilla y sus amigos iban en sentido contrario, rebuscando entre los restos desparramados por la arena. La llegada de los bomberos les hizo retroceder pero ya habían hecho su agosto consiguiendo un montón de croquetas, tortillas de patatas, frutas...

Decidí largarme de allí por si alguien me acusaba de incendiaria. Una mano fuerte y decidida me cogió del brazo: - ¡Quieta! - ¡No he sido yo. No he sido yoooooo! (grité, asustada pensando que iban a lincharme) - Tranquila, mujer. - Le miré. Me miró. Era un bombero de calendario. No podía dejar pasar esta ocasión y decidí desmayarme en sus brazos.

Solo los rescoldos del incendio y la luna llena alumbraban la playa. El bombero y yo nos bañábamos desnudos, más que para limpiar nuestro karma, para disfrutar de los cuerpos que es una cosa menos espiritual pero más efectiva. Después, al acostamos en la arena, me di un golpe en la cabeza con algo duro... ¡la botella de chinchón que traje de casa y que era lo único que quedaba de mi cena. Fue un placer brindar por la noche mágica que nos arropaba y grité con todas mis fuerzas ¡¡¡Visca San Joan!!!... y una voz lejana respondió - ¡¡¡Trae para acá el chinchón, boba de Coria!!!

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