miércoles, 11 de mayo de 2016

El tiburón.

Estaba sentada frente al ordenador mirando fotos de perros y gatos amorosos cuando ha cambiado la pantalla dando paso a otro animalito. Un tiburón nadando en aguas de la bahía. Tan pancho el tío. Tranquilamente, como hace Pascualita en el acuario muchas veces. Gustándose, pavoneándose ¡soy yo, señores! parecía decir el escualo. Pero lo más llamativo fue la reacción de Pascualita cuando consiguió enfocar la vista.

Su cuerpo se tensó y saltó a la pantalla. - ¿Qué haces, loca? - Repitió una y otra vez, el salto. También estiraba los bracitos como queriendo abrazar al tiburón. - ¡Estate quieta que lo romperás todo! - Pero la sirena estaba fuera de sí y no atendía a razones. Preocupada por si le había dado un ataque psicótico, llamé a la abuela. -  Si está loca que se vaya contigo.

Tuve que ponerme el guante de acero para que no me mordiera cuando la cogí. Unos minutos después escuché el frenazo del rolls royce aparcando en la parada del bus. - "¿Qué le pasa a mi cariñito?" (dijo la abuela) - Nada abuela. estoy bien aunque preocupada... - Pasó delante de mi para coger a Pasculita y calmarla, si eso era posible.- Pensé que me hablabas... - "No eres más tonta porque no te entrenas"

Acordamos estudiar las reacciones de la sirena para intentar interpretarlas. La dejamos libre y no tardó nada en saltar de nuevo a la pantalla. Al final llegamos a la conclusión de que Pascualita estaba viendo a un familiar... tal vez un tío... un abuelo... un amante, etc.

- Si es así, no es justo que no esté con él. - "`¡Alto ahí! estás hablando de mi medicina contra el asma. No puedo soltarla." - Deberías. -  "Es mi tabla de salvación" - Iniciamos una discusión sobre algo que no nos llevaría a buen puerto. - Propongo que vayamos a Porto Pi a ver al tiburón y la reacción de la pareja.

Cuando Pascualita vió al bonito pez dándose un garbeo, muy chulito él, sus ojos saltones amenazaron con salirse de las órbitas y lanzó mordiscos a diestro y siniestro. El guante de acero me protegió.

Tampoco el tiburón se quedó quieto. La sirena hacía todo lo posible para llamar su atención. Y lo consiguió. Entonces pude darme cuenta de lo enorme que eran sus dentadura y me eché para atrás, asustada. De repente saltó fuera del agua  quedando a dos palmos de mi que salí corriendo con la intención de no volver nada.

- ¡Está claro que entre ellos hay algo muy serio! - "Debe tener hambre" - Es raro porque nosotras estamos delgadas. Sin embargo, a pocos metros, había una especie de cachalote a la que ni ha mirado.

Al llegar a casa Pasculita cayó a plomo hasta el fondo del acuario y se tapó con las algas. Y allí se quedó. Triste y mohína. Estoy segura de que el tiburón es un antiguo amante, así que yo la echaría al mar pero, si me equivoco, se la comerá ese bicho. Entonces  hice lo único que podría levantarle el ánimo: Le heché un buen chorreón de chinchón al agua de acuario y poco después daba saltos mortales mientras los ojos le hacían chiribitas.

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