martes, 26 de abril de 2016

La puerta del armario sigue abierta.

Puse a Pascualita en el frutero y la cabeza jivariazada de Pepe, en la mesa. Necesitaba saber la opinión de ellos sobre lo que pasó ayer con mi familia abuelera. - Me tienen desconcertada... ¿vosotros me habéis notado esa "condición" de la que habló la abuela? - Esperé un rato sus repuestas. Pascualita mordió una manzana y le escupió el trozo a Pepe. Y éste permaneció silencioso, con los ojos cerrados, como si meditara. - Me gustaría saber vuestra opinión, por favor... ¿Tanto os cuesta hablar? ¡Pepe, hijo, está bien ser discreto pero lo tuyo llega a extremos que rayan la mala educación... Di algo... ¿No dices nada? Dicen que quien calla otorga... Debo entender así tu silencio... ¿Y qué otorgas: que sí o que no?... Que no ¿verdad? ¡Si ya lo sabía yo! A los abuelitos se les va la chaveta.

Pascualita vino reptando por la mesa, hasta mi. Me miró con sus fríos ojos de pez. - ¿Y tú qué opinas? - Por toda respuesta pegó un coletazo al azucarero y hubo azúcar por toda la mesa. - ¡Pascualita! No hace falta que seas tan gráfica, coñe. - Después de comerse casi un cuarto de kilo de azúcar, hizo el signo de OK. ¡Por fin se había decidido a dar su opinión la media sardina esa! También ella decía que no.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! - La Cotilla, al pararse en el comedor, me dio tiempo a tirar a Pascualita al acuario (cada vez tengo mejor puntería. Esta vez cayó dentro del acuario... después de darse con la cara en el borde del mismo)

- ¡Nena, ven un momento! - Sobre la mesa había montones de lápiz de labios, cremas de todas clases, lacas de uñas, peines, rimel... - Tu abuela me ha dicho que te traiga todo lo que encuentre. - ¿Dónde ha encontrado ésto? - Puedes ponértelo tranquila; son de los contenedores de barrio rico ¡Mira qué marcas! - Pero... están usados. - ¿Y qué esperabas por el precio que vas a pagar? - ¿Encima tengo que pagar ésta basura? - Al ser un encargo de tu abuela no te cobraré. Estarás contenta ¿eh?

La Cotilla entró en la salita y poco después las luces de las velas que encendió en el altar que acababa de montar a los Amigos de lo Ajeno, me alarmaron. - ¡Cotilla! ¿Cómo quedamos usted y yo? - ¡Schiiitss! No te confundas que conmigo no tienes nada que hacer. ¡No eres mi tipo! - Salí echa una furia en busca del móvil. - ¡Y ya está desmontado el chiringuito dedicado a Mario Conde! ¡¡¡Solo me faltaba eso!!!

- Abuela ¿a qué viene que me mandes tantos cosméticos entre ayer y hoy? - "¡Maquillate y verás que guapa estarás! Y sal a la calle para que te vean los hombres. Luego me dices cómo te ha ido". - Dos minutos después me llamó: - "¿Ya estás en la calle?" - No. - "Baja de una vez". - Es que no... - "Dile a la Cotilla que se ponga... Hola. Mi nieta tiene que salir a la calle para que le silben y le digan piropos, los albañiles que he contratado. Y si no quiere bajar, la tiras por el balcón". - ¡¡¡Que ilusión!!! - "Tienen que volver a gustarle los hombres. Empiezo a tener unos años y necesito ese biznieto" - Vale. empezaré por lo del balcón. Será más efectivo.

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