sábado, 23 de abril de 2016

El Día del Libro

Andresito está más contento que unas castañuelas desde que su madre tomó la decisión de pasárselo bien mientras el cuerpo aguante. Por eso, esta mañana me ha llamado - Nena, pónte guapa que hoy es el Día del Libro y daremos una vuelta por Palma para ver el ambiente que hay y comprar algo.

Dos horas después escuché el concierto de pitos que se forma debajo del balcón cada vez que el rolls royce aparca indebidamente en la parada del autobús. De repente, sobrepasando el guirigay, sonó un claxon con autoridad. Me asomé. Sacando la cabeza por la ventanilla la abuela me urgía para que bajara en seguida - "¡Y trae aquello!" - ordenó.

"Aquello" era Pascualita. ¿Qué pintaba la sirena entre libros si no sabe hacer la O con un canuto? Negué con la cabeza. - "¡¡¡Que lo traigas te digo!!!" - Claudiqué porque vi aparecer por una esquina a Bedulio dispuesto a poner multas. Me colgué el termo de los chinos al cuello y bajé las escaleras de cuatro en cuatro. No tenía tiempo de coger el ascensor. En cuanto cerré la puerta del coche Geoooorge arrancó a toda pastilla. La cara de decepción del Municipal era un poema.

La Momia me examinó de arriba abajo. - No comprendo el cariño que le tenéis a este trasto (señalaba el termo) Con lo glamurosa que es tu abuela y no se da cuenta de lo sin sentido que es llevar eso colgando. Será por este trasto que no encuentras novio casadero, porque mira que es feo, nena... ¿Habéis hecho una promesa por algún pecado gordo que tengáis que expiar? Es que si no, no os entiendo. - "No te preocupes de eso y disfruta del día tan bueno que hace" - ¿Y dónde es que vamos? - "A la Plaza Mayor, a ver los puestos de libros" - Hace tiempo que no voy por allí... Geooooorge, aparca en el centro, por favor, que con estos taconazos y sin muletas, a penas podré caminar.

- Te dije que llevaras zapatos cómodos, mamá. (le recriminó Andresito) - Para presumir hay que sufrir ¡y yo quiero presumir! - Te hago saber que, desde hace muchos años, no pueden entrar vehículos en la Plaza. - ¿Entonces ¿para que están los coches?

Apoyándose en mi y en Geoooorge llegamos, poco a poco, hasta el primer puesto de libros. Había un ambiente veraniego, alegre y muy concurrido. La pobre Momia no podía ni acercarse a los libros de tanta gente tenía delante. - ¡No veo. No veooooooo! (gritaba) - Algunas personas se preocuparon - Debe haber sido un desprendimiento de retina ¡Pobre señora!

De repente nos encontramos a la Cotilla que, con algunos jubilados en su misma condición de casi miseria, habían montado una Parada en la que vendían libros, revistas y tebeos. Todo de segunda mano. - "¡Menuda sorpresa! No me habías dicho nada." - Lo hemos decidido de repente. Y estamos vendiendo mucho. - Le heché una mirada a la mercancía expuesta - Este Hola es de ésta semana. Tenéis el Vanity Fair de éste mes. Lástima que ya lo he comprado que si no... Muchos de estos libros los tengo... No sé qué comprarle, Cotilla. Lo tengo casi todo. - Andresito cogió uno de los libros, ojeàndolo. - ¡Mira, uno como el que te regalé y lleva una dedicatoria escrita por un tal Andrés. ¡Que casualidad! - De pronto se me encendió la bombilla - ¡Es mío! Y todos estos también. ¡Y las revistas! ¿Ha vaciado mi casa, Cotilla? - Me dijiste que los habías leído todos.

Me puse a gritar como una histérica pidiendo que me los devolvieran - ¡Los quiero en casa, ahora! - El jubilado más cercano debía estar como una tapia. Al verme coger libros y revistas se frotó las manos, satisfecho. - ¡Son cincuenta euros, señora! - ¡Y una leche! (le grité) - Lo siento. (dijo) Tenemos rosas de papel pero meriendas, no.

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