viernes, 18 de marzo de 2016

Saetera.

Un alarido escalofriante me ha despertado bruscamente, con el vello de punta y un temblor en el cuerpo. El grito se repitió una y otra vez mientras yo me metía, cada vez más, debajo de las mantas. - ¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyy, aayyyy, aaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyaaaaayyyyyyyyyyyyyy!!! - Haciendo un esfuerzo sobrehumano para vencer el miedo, saqué una mano en busca del móvil que tenía sobre la mesita de noche.

- ¡Abuela! (susurré para que no me oyera el asesino que estaba matando a media Humanidad) Alguien está matando a alguien ¡en casa! Llama tú a Bedulio para que venga a salvarme... - "¿Para eso me despiertas a estas horas de la madrugada?" - Es que a mi no me hará caso. No me quiere ni ver. - "No me extraña" - ¡¡¡Escucha!!! - Un nuevo alarido sonó en la noche. - "¿Qué ha sido eso?" - ¡Te lo estoy diciendo: están matando a alguien! - "Me ha parecido un cerdo" - ¿No creerás que están haciendo la matanza a estas horas? - "¿Quién debe ser?" - ¡Eso es lo que quiero que averigüe Bedulio! ¡¡¡Llámale!!!

Minutos después sonó el timbre de la puerta - ¡Policía local! ¡¡¡Abran!!! - ¿Qué yo abra? (pensé) Lo tiene claro éste. - Volví a llamar a la abuela - Bedulio está en la puerta pero no puedo abrirle. El asesino está en alguna parte de la casa. Tendrás que venir tú con la llave. - Los alaridos se sucedían alternándose con los timbrazos, los golpes a la puerta y los gritos de los municipales. Entonces escuché un fuerte estruendo y el golpe de una madera contra el suelo. - ¿Se han cargado la puerta? (me dije) Pues sí que me va a salir caro el puñetero asesino.

Más tarde, cuando la tranquilidad se había instalado de nuevo en casa, nos sentamos en la salita a reponer nuestros maltrechos nervios con unas copitas de chinchón. Todavía no podía creer que aquellos gritos desgarrados hubieran salido de la garganta casi centenaria de la Cotilla. - Así que un nuevo trabajo ¿eh? Pues con la primera ganancia me compra una puerta nueva. - Egoísta como siempre. - Por su culpa se la han cargado los bomberos. ¡Ah! y añada a la cuenta la factura que nos pasarán ellos y los municipales. - ¡¿Crees que soy millonaria?! - "Esta vez y sin que sirva de precedente, debo darle la razón a mi nieta. Hay otras horas para ensayar las saetas ¿no te parece?" - ¡Que sabrás tu lo que es la vida de un artista? Las cosas se hacen cuando llega la inspiración y no con horarios de oficina.

La Cotilla ha decidido alquilarse para cantar saetas durante ésta Semana Santa. Y si consigue el trabajo puede que pasen varias cosas, como le he dicho a ella: que llueva y truene con fuerza y tengan que suspenderse las procesiones. Que le tiren verduras y frutas podridas en cuanto abra la boca. Que la linchen. Que la tiren al mar con una piedra al cuello para que no pueda ni decir esta boca es mía... En fin, la lista es larga pero ella no se da por vencida. Ha llenado los árboles y las farolas de pasquines anunciándose.

La abuela, que en el fondo (pero muy en el fondo) es un trozo de pan, ha dicho que la ayudará alquilándola para que cante unas saetas desde su balcón de la Torre del Paseo Marítimo. - ¿Estás segura, abuela? Mira que te quedarás sin amistades. - "Quiero que le vaya las cosas bien a la pobre... por eso me llevaré a Pascualita y la dejaré caer en su escote cuando vaya a cantar ¡Verás que quejíos más sentidos suelta!"

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