miércoles, 2 de marzo de 2016

Ensanchado las vias respiratorias.



Todo ha quedado en suspenso esperando el Debate de Investidura. La gente hace apuestas sobre las veces que El Pinocho Mayor del Reino meterá la pata con sus frases estrambóticas. La cosa va a estar interesante. Yo me he apartado de todo ésto porque quiero centrarme en la declaración del ex duque Empalmado por si, aunque sea una sola vez, dice que él sabía lo que se cocía a su alrededor.

Y como no esperaba visitas de nadie he decidido acostarme temprano pero antes me he preparado. Desde hoy pienso cuidarme. Estar fuerte y bien oxigenada por si me sale un novio de improviso y quiere hacerme un biznieto para la abuela. Me he puesto un pijama de franela que tiene lo menos quince años, con unos estampados de la cerdita Pegui. Después he procedido a lavarme la nariz a fondo con agua caliente. Desatascando todos los huecos y recovecos nasales y dejándolos limpios como patenas. 

Ya metida en la cama he cortado dos tiras de esparadrapo, una para cada aleta nasal. Las he abierto, pegado la tira y estirando de ella hasta el máximo, he pegado el otro extremo en la mejilla. De manera que las fosas nasales han quedado totalmente abiertas para que el aire circule amplio. He cortado dos tiras más y las he pegado a cada lado de la boca, dejándo solo una pequeña abertura para no tener la sensación de ahogo.

Cuando me estaba durmiendo he creído escuchar abrirse la puerta de la calle. - ¡Ladrones! (pensé) y me levanté presurosa, a buscar el rodillo de amasar. Al pasar por el comedor un ¡chof! me hizo mirar hacia el acuario. Pascualita acababa de saltar al suelo y reptaba furiosa hasta esconderse bajo el aparador. - ¡Cobarde! ¿No vas a defenderme?

En el pasillo, unas sombras se movían con cautela. Me pegué a la pared contraria, levanté el rodillo y... la luz de un coche que pasaba por la calle entró por la ventana iluminando durante unos segundos  a  ¡Andresito y Bedulio! Espantados, gritamos al mismo tiempo. Oí un golpe seco en el suelo. Encendí la luz y allí estaba Bedulio, cuan largo era, blanco como la cera e inconsciente. Andresito me miraba con los ojos tan abiertos que pensé, se saldrían de sus órbitas.

- ¿Tu te has visto, nena? Pareces una aparición con la pinta que llevas. - ¿Veníais a robar, abuelito? - ¡No, mujer! He convencido a Bedulio para que os hagáis amigos. Nunca apensé que ya estarías acostada. - Me aburría... - ¿Y esa pinta que llevas? - Para respirar por la nariz. - Pues nos has dado el susto del año.

A Bedulio le costó recobrar la consciencia. Cuando habría un ojo, me miraba y se desmayaba de nuevo. Al final pudo articular alguna palabra aunque no por ello dejó de mirarme como quién ve un fantasma. - ¡Abuelo primero, noooooooooooooooooooo! - ¿Qué querrá decir, Nena? - Me miré en el espejo de la entrada y ¡que susto me di! Ahora comprendía a Pascualita y a Bedulio ¡Creían haber visto un fantasma!

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