sábado, 19 de marzo de 2016

Cotilla Super Star

Los abuelitos han venido a pasar el día a casa. A otros les da por morder esquinas. No entiendo esta maniobra teniendo una casa con vistas a la Bahía de Palma, donde pueden tomar el sol, tal como sus madres los trajeron al mundo sin que nadie los vea, en cualquiera de sus terrazas... Me da mala espina. Creo que estos dos me ocultan algo.

A media mañana he ido a pasear llevándome a Pascualita en el termo de los chinos. Fuimos hasta el mar para que lo oliera y recordara sus días de libertad bajo las aguas... Y vaya si lo recordó, empujó la tapa del termo y saltó al suelo. El porrazo la desorientó y, en lugar de reptar hacia el agua, lo hizo hacia el asfalto de la autopista que pasa por allí. Corrí tras ella que se camuflaba en los hierbajos que crecen entre las baldosas de la acera. Entonces la vi rodar como una peonza por el centro de la carretera. Crucé sin mirar. Al oír a mi lado el chirrido de los frenos de un enorme camión, cerré los ojos esperando el golpe que me llevaría al otro mundo. Los chillidos agudos de una mujer histérica me hicieron abrirlos. Quería agradecerle a aquella desconocida que se preocupara por mi en aquel trance. - ¡¡¡IIIIIIIIIIIIIIIH, UNA RATAAAAAAAAAAAAA!!!

La "rata" era Pascualita que seguía rodando camino de la boca de una cloaca. Viendo que el camión no me había hecho nada y al camionero lo estaban ayudando a recuperarse del susto, reanudé mi persecución en pos de la sirena y justo cuando iba a ser tragada por aquella abertura a ras de suelo, me tiré en plancha sobre su cuerpecillo y la bloqueé.

Naturalmente, la hazaña no me salió gratis. Tuvieron que llevarme a un PAC y ponerme cuatro puntos de sutura en una ceja. Pascualita quedó grogui durante más de una hora, cosa me vino muy bien para que nadie se fijara en ella. 

Al entrar en casa, dolorida, la encontré llena de gente, cables, luces y barullo. Los berridos de la Cotilla se oían desde la esquina de la calle. - ¡¿Qué pasa aquí?! (grité) - "¿No tenías que venir más tarde?" - Una mujer, pintada como una puerta, se me acercó. Era Conchi, la amiga de la abuela. - ¡Hooooolaaaaaaa, nenaaaa! ¡Que guapa estaaaaasssss! Cada día te pareces más a tu abuela (y antes de que me diera los dos besos que pensaba repartirme, recibió un pisotón) ¡AY! Me has pisado un callo, cabrona. - La abuela salió por peteneras - "¡Huy, el asado se me quema!"

Los socios de El Funeral grababan un corto con la Cotilla de protagonísta. - ¿La Cotilla? (pregunté extrañada) - Es ideal (me dijo Conchi, que había hecho piña conmigo después del pisotón) La película es para un concurso y tiene que hacer reír. Con ella tenemos el éxito asegurado.

Al grabarla en plan Estatua para casa, los ojos de los viejecitos verdes pugnaban por salirse de las órbitas porque la Cotilla se quedó en cueros para hacer el Pensador, de Rodin. - ¿No se está pasando? (preguntó Andresito) - "Si le pagan, no" - ¡Claro que le pagaremos... si ganamos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario