jueves, 4 de febrero de 2016

La Cotilla, fan de Bárcenas.

- ¡Madre mía la que ha liado la Cotilla en la salita! Como le di carta blanca para que montara el altar para los Amigos de lo Ajeno, se esmeró. Casi no se puede entrar: Aquello parece el Mes de María. Velas y flores hasta el techo. Voy a comprarme una máscara antigás si no quiero morir atufada viendo la tele... Claro que también podría tirarlo todo por la ventana pero creo que, en éstos momentos, no me conviene. Está muy crecida la vecina desde que Luis Bárcenas ha vuelto a las portadas de los periódicos.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! ¡Que guapo es éste hombre! Lástima que esté casado porque le haría un favor cada vez que me lo pidiera. - Por ejemplo, ¿llevar sobres con dinero a los paraísos físcales donde lo guarda? - Ya me extrañaba que hubieses entendido la ironía, ceporra. Me refería a favores sexuales.

El chinchón que estaba bebiendo en aquel momento, me salió por la nariz al atragantarme. - ¡Pobre hombre! Menuda condena tenerla a usted, arriba o abajo jajajajajajaja aunque, aunque, bien mirado, se lo merece. - ¿Te estás riendo de mi? - Noooo. Es que me he imaginado la escena y jijijijijijiji - Te corroe la envidia. Fíjate si es atractivo que han hecho una película sobre él y quieren darle un Goya al actor que lo representa ¡A Luis tendrían que dárselo! ¡Que artista en lo suyo!

- Y bocazas. Está cantando como un canario flauta. Ahora acusa a la Cospedal... - Si él lo dice, será cierto. Es un hombre que se viste por los pies... - Como todos. Incluso yo me visto por los pies pero no manejo sobres con dinero negro, ni llevo contablidad B de ningún sitio... - ¡Pero qué vas a llevar tu, boba de Coria, si para contar dibujas palitos! - ¡Oiga! A ver si le doy una patada a la especie de cucaña que ha montado y sale volando por la ventana - El otro día encontré una navaja albaceteña en un contenedor y aún no la he estrenado... ¿quiéres ser la primera en probarla?

Me entró el pánico y me acurruqué en la cocina con Pascualita. Desde allí llamé a la abuela hablando bajito para que la fiera corrupia no me oyera. - Residenciau de los señ... - ¡Déjate de chorradas, inglés y pónme con mi abuela! - ¿Digau? - Soy yo. - ¿Yo? - No. Yo. - Yo decir yo. - Pero no eres tu, sino yo. - Mi no entender... Hablar fuerte ¿Quién ser yo? - Tu eres tú, jodío. No puedo hablar más fuerte. - ¿Tú ser yo? - ¡La madre que te parió! ¡¡¡Soy yo!!! - ¿Yo?... ¡Ah! ¿ser china? ... Esperar. Venir madame. - Oí la voz de la abuela - "¿Quién es, Geooorge? - Yo. - "¿Tú?" - No. Yo. - "¿Has bebido sin mi permiso?" - Cogió el teléfono y gritó - "¡¡¡Estoy cansada de decirles que no quiero saber nada de ofertas telefónicas!!! - Y colgó.

La Cotilla entró en la cocina. - ¿Qué haces a oscuras? - Medito. - Que rara eres... ¿Qué tienes en la mano? - Instintivamente eché el brazo hacia atrás, escondiendo a Pascualita. - A ver, a ver... ¡Ah! ¿qué bicho es este? - ¡La Cotilla había descubierto a la sirena! -  ¡Eso digo yo! ahora iba a tirarlo por el wáter ¡Que asco! - No lo tires que, en tiempo de crisis, hay que aprovecharlo todo. - ¿No querrá comerse ésta porquería? (y metí a Pascualita en mi bolsillo) - Me has dado una idea ¡tráe acá! - ¡Noooooooo! - La sirena, asustada, saltó al suelo y rodó bajo los muebles de la cocina. El pobre bicho reptaba como una loca, alejándose de aquella mujer que le acosaba. - ¿Nos tomamos un chinchón, Cotilla? - Vale, pero después de coger a éste bicho y comprobar si es comestible. - En cuanto me dio la espalda, le arreé un escobazo que la dejó aplanada contra el suelo. Después, a rastras, la llevé junto al sofá de la salita y, aunque me costó, logré sentarla frente al televisor. Cuando despertó no recordaba nada. - No puedo ayudarle en eso, Cotilla, porque en cuanto ha empezado la película de vaqueros me he quedado traspuesta.


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