jueves, 7 de enero de 2016

Crónicas del viaje (2)

La abuela llenó dos maletas con trajes para esquiar, gafas de sol de cristales de colorines, botas de pelo largo, gorros de lana de alpaca que se encogieron en cuanto se mojaron y olían a chotuno. Y otras tantas maletas con bikinis, cremas solares, trajes de noche, pijamas afelpados, pamelas, guantes chillones y un montón de cremas para la piel. - ¿Vas de safári, abuela? - "No quiero que me pille el toro y por eso llevo ropa para todas las temporadas. Con el buen tiempo que está haciendo no sé en qué estación estamos. Yo diría que en Otoño, por la caída de las hojas, pero el calendario dice Invierno... ¿No se habrán equivocado en la imprenta?"

En el aeropuerto la abuela y Andresito discutieron. Llevaban sobrepeso y tuvieron que pagar recargo. Durante un rato se dieron la culpa el uno a la otra y viceversa. - De lo que llevas, te sobran tres cuartas partes. - "¡Qué sabrás tú lo que necesita una mujer!" - Tengo una ligera idea, cosa que no pareces saber tú. - "Se está rifando un pescozón y tienes todos los números" - Abuelitos, por favor. Estáis dándo un espectáculo (imploré, avergonzada) - A la Cotilla no le pasó por alto mi comentario y usando su gorro de lana como platillo, se dedicó a pasear entre la gente para recaudar dinero tal como hacen en las misas. - ¿Y a qué organización dice que va a parar nuestra limosna, señora? (comentó un hombre al tiempo que sacaba unas monedas del bolsillo que fueron a parar al fondo del gorro) - A las misericordiosas amigas pascualinas... Dios se lo pague. - Cuando el dadivoso ciudadano iniciaba la siguiente pregunta, la Cotilla ya había desaparecido de su vista.

Pascualita dormitaba en el broche que la abuela llevaba prendido en la solapa del impresionante abrigo de visón. - Como te vean los ecologistas te pondrán a parir, abuela. - Un chiiiissssssssssss que sonó a su espalda nos puso sobreaviso. Un ecologista estaba pintando el abrigo con un espray rosa fosforito. - ¡Menos mal que es un color que te gusta! - Pero no me oyó porque corría, terminal arriba, sobre sus sofisticados estilettos en pos del "pintor" - "¡¡¡Imbécil!!!"

Al subir al avión ya se había calmado pero, poco después surgió otra discusión. Esta vez fue con la Cotilla a cuenta del reparto de las ganancias obtenidas por la vecina y de las que la abuela quería la mitad porque a quién le habían pintado el abrigo era a ella, pero la vecina no daba su brazo a torcer. Andresito, harto de escucharlas, zanjó el asunto cogiendo el dinero y regalándoselo a la primera azafata que pasó junto a su asiento. - Tenga, repártanlo entre la tripulación y ¡Feliz Navidad, señorita! - El abuelito se ganó la gratitud de los trabajadores del aire y un capón que sonó a hueco en su cabeza. Dos gruesos lagrimones corrieron por sus mejillas que se incrementaron el recibir una patada en la espinilla por parte de la Cotilla. Dos voces, al unísono, atronaron el avión: - ¡¡¡El dinero no era tuyo, gilipollas!!!

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