lunes, 11 de enero de 2016

Envidia cochina.

¡Harta me tiene Blas el Parado! Desde ayer no para de venir a casa a buscar croquetas de la abuela para venderlas a la puerta del edificio donde se juzga el Caso Noos.

Por lo visto hay un montón de periodistas y curiosos en la calle esperando acontecimientos. Mientras tanto llega el aburrimiento y el hambre. Y como no tienen una nevera a mano como pasa en las casas, se han decantado por las croquetas de la abuela. ¡Son un éxito! He acabado por darle una llave para que abra cuando vuelva, así no tendré que levantarme cada vez.

La Cotilla está celosa. - Mi amiga de la infancia ¿por qué no me ha dado la exclusiva de las croquetas? - Lo sabe de sobra. El hombre está en el paro desde hace años y ya no recibe ninguna pensión. ¿De algo tendrá que comer, no? - Ahí no me meto ¡pero las croquetas debería venderlas yo! - ¡Egoísta! - ¿Yooooooo? Soy una miserable pensionista que no llega a fin de mes y... - ¡Esa canción ya me la sé!

Esta mujer es una supèrviviente nata y saca dinero de donde puede: "limpiando" los cepillos de las iglesias, vendiendo los cirios usados a quién no tiene para pagar la luz, trapicheando con la comida que encuentra en los contenedores del súper y de los barrios buenos... Y ahorra en comida y gastos de casa porque se ha instalado aquí.

Mientras discutíamos ha entrado Blas. - ¡Vengo a por más croquetas! - Cógelas tu que ya sabes dónde están.

No me di cuenta de que la Cotilla había desaparecido hasta un buen rato después de haberse ido Blas. ¡Uf! que ancha me quedé. Para celebrarlo, puse a Pascualita sobre mi falda y nos tomamos un chinchón. Pero la tranquilidad duró poco. La abuela llamó. - "¿Por qué le has dado croquetas a la Cotilla?" - Yo... no... - "¡Atontada como siempre!" - Si es que... ¿dónde está? - "En la tele. Peleándose como una arrabalera, con Blas" - Corrí a encender el televisor. Unos guardias hacían esfuerzos sobrehumanos para separarlos. Blas la acusaba de ladrona - ¡Está vendiendo, las croquetas que me ha robado, al duque emPALMAdo y familia! - ¡Oiga ¿quién le ha dado permiso para entrar allí? ¡Está prohibido! - ¡Por eso no he pedido permiso, bobo de Coria! - ¡Un respeto, señora, que somos la autoridad! - ¡Y yo, el pueblo soberano! - ¡Soberano va a ser el sopapo que le daré si no se está quieta!

El público allí concentrado abucheó a la policía. - ¡Fuera! ¡Solo es una pobre vieja! - ¡¡¡Vieja lo será tu madre, imbécil!!! (contestó, rápida) - Y la cosa siguió, cada vez más caliente.

En plena discusión, un abogado se asomó a la puerta y llamó a la Cotilla - ¡Traiga tres raciones más a la Sala! - ¡Oído, cocina! (exclamó ella) - Blas le tomó la delantera y entregó el pedido al letrado ante las protestas de la Cotilla y la gente que habia tomado partido por ella. La policía pidió refuerzos.

Abogados y fiscales, asomaban de vez en cuando, la cabeza y gritaban las raciones que querían. Entonces se organizaba una carrera entre los croqueteros para ver quién servía más rápido. Hasta unos policías que vigilaban dentro, hicieron encargos. Solo Matas se abstuvo. Cuando más tarde se le preguntó por qué no había comido croquetas como todos, contestó. - Me he traído un bocata de atún de casa. Me he pringado. - ¿De aceite? - ¡Ojalá! ¿La jueza ha dicho que pague muchos euros? como estoy un poco sordo... - La oreja le ha funcionado estupendamente. - ¡Me lo temía!

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