domingo, 31 de enero de 2016

El abuelito, ni pobre ni ladrón.

Era muy temprano cuando han llamado a la puerta. Cuando he abierto los ojos he pensado que, quien quiera que fuese, no me conocía bien porque a mi no me despierta ni la Orquesta Sinfónica de Londres tocando pegaditos a mi oreja. La noche es para dormir... y para otras cosas pero, mientras eso me esté vedado, hago lo correcto: Dormir.

Cuando el ruido ha traspasado capas y capas de inconsciencia, pesadillas, sueños oníricos (me ha sabido mal dejarlos a medias) etc. etc..., me he envuelto en mi bata de invierno y he abierto la puerta. Ante mi estaba Andresito... y todos los vecinos que, asomados a la escalera, me abroncaron: -¡Llevamos una hora sin dormir por tu culpa! - Porque el abuelito no había parado ni un segundo de apretar el timbre.


Esta desmejorado. Las ojeras le llegan al tobillo, las bolsas de los ojos están tan abultadas como si llevara un millón de euros dentro. Me hice a un lado para que entrara y le dije: - Que mal te trata la vida. - Pero me sacó de mi error: - Soy un advenedizo entre los pobres y me toman por el pito del sereno. - ¿Aún hay serenos con pito en Palma? -  Todos los serenos tienen pito, incluidos los de Palma... pero ya no ejercen. - Vaya. Como salgo tan poco de noche, no me había enterado. - ¿Me estás recriminando algo? - ¿Si lo hago me dejarás la Torre del Paseo Marítimo en herencia? - Puedes estar segura que no.

Andresito me pidió que no lo delatase a la abuela. - Tendrás que darme algo a cambio de mi silencio. - ¿Trabajas para la Mafia? - Solo quiero asegurarme un porvenir... - ¿Así que tu abuela, la Cotilla y tu sois las componentes de la Mafia palmesana? ¡Por fin confirmo que caí en vuestras redes! - Entonces dije una frase que pensé le ofendería: - ¡Cree el ladrón que todos son de su condición! - Cuánta razón tienes, Nena. Alí Babá se queda en pañales frente a los míos. - Y lloró. Lloró tanto que acabé harta de recoger sus lágrimas con la fregona. - ¿Lloras por la traición de tus compañeros de partido? - Lloro por mi que he sido tan tonto de no llevarme un euro. Ahora todos dicen ¡Ahí va el tonto que no "limpió" la Caja! - Tiene que ser duro ser "el diferente"

Después de ducharse y desayunar, Andresito se ha acostado. Y yo he corrido a explicarle lo ocurrido a Pascualita - ¿Llamarías a la abuela aunque haya dicho que no lo haría? - La sirena hizo el signo de OK y ya no tuve dudas. La voz del abuelito me pilló mientras descolgaba el teléfono - ¡Nena, trae cartones para taparme. Con el edredón no puedo dormir!


sábado, 30 de enero de 2016

Multada por pollicidio.

Toda la casa huele a pollo hervido. Le he dado un poco a Pascualita, que nunca hace ascos a nada y me lo ha tirado a la cara. Los vecinos me han puesto una denuncia por pollicidia a pesar de que les he explicado que no he matado ningún pollo. - Pero los cueces en cantidades industriales ¿Para qué si no vas a comerte toda esta carne? ¿Para venderla a los chinos? - Cuando les he dicho que la abuela haría croquetas no me han creído - Tu abuela, con lo rica que es ¿se manchará las manos croqueteando? ¡Ni loca! Algo tramas y no puede ser bueno.

Por eso, a media mañana, ha venido Bedulio con cara de pocos amigos, a registrar mi casa. Me he alegrado de verle - ¿Registrar mi casa? ¡Pasa, pasa y registra lo que quieras jajajajaja ¿También me registrarás a mí? - Con los ojos como platos, se ha escudado tras la cruz que ha echo con los dedos gritando ¡Vade retro, Satanás!

Está visto que no estaba para bromas. Así que he cambiado de tema y he preguntado por Andresito. - ¿Ya has encontrado a mi abuelito? - Se le erizó el pelo del cogote y la sangre se le retiró de la cara. ¡Otra vez hizo el signo de la cruz con los dedos! ¿Se está poniendo de moda? - ¿Quiéres un poco de chinchón? No te veo muy bien. - ¡Si no mentaras a los fantasmas mientras estoy en tu casa, estaría mejor! - ¿Ha muerto Andresito? ¿No me digas que habéis encontrado su cuerpo bajo los cartones de un mendigo? - ¡¡¡Basta!!! Ya sabía yo que el jefe debía mandar a otro municipal a hacer éste trabajo.

Estábamos en el comedor y Pascualita nos vigilaba desde el fondo del acuario, tapada por las algas. Cuando Bedulio empezó a gritar, la sirena saltó hacia él, justo en el momento que se agachaba a recoger el bolígrafo que, con los nervios, se le había caído al suelo. Por eso no chocaron pero al Municipal le cayeron unas cuantas gotas de agua fría en la nuca que no venían a cuento. Así que, mientras la sirena aterrizaba contra el espejo del aparador, Bedulio salió corriendo como alma que lleva el diablo, camino de la escalera y gritando como un energúmeno atacado por fuerzas de ultratumba.

Llamé a la abuela para preguntar por el abuelito y de paso, decirle que si me multaban por la peste a pollo hervido que atufaba a la Comunidad de mi escalera, la pagaría ella. - "¿Qué pague yo tus desaguisados? ¡Ni hablar! Que cada palo aguante su vela" - ¡Es injusto! Paga tu la mitad y la otra mitad que la pague Blas el parado. - Si ya no cobra prestación alguna el pobre ¡Egoísta!"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! He visto a Andresito. Sigue con los mendigos y está perdiendo peso, así que me lo he llevado a dar una vuelta por los contenedores y enseñarle a rebuscar entre la basura de los supermercados. También a pelearse con otros mendigos que quieren la misma mercancía. - ¿Has oído a la Cotilla, abuela? Te va a quitar el marido jajajajajaja ... ¿Qué dices?... No te entiendo... ¡¡¡Abuela!!!

viernes, 29 de enero de 2016

¡¡¡Croquetas!!!

A media mañana han llamado a la puerta. Era Geooorge que venía cargado como una mula. - Madame decir yo dejaur polos aquí - ¿Polos?... ¿Estas bolsas están llenas de polos? - Yes. Hay más in the rolls royce. - ¿Sabe el abuelito que usas el rolls para transportar polos? - Mister Andresitou no estar. - ¿No ha aparecido? - Mi no ver.

Mientras manteníamos esta conversación llegó Blas el parado con otro cargamento de bolsas. - Dice su abuela que meta todo esto en la nevera. - Será en el congelador - Pues... bueno. Ahora suben más. - ¿Habéis asaltado una fábrica de helados? - No (dijo mirándome sorprendido)

Un chico al que no había visto en mi vida, salió del ascensor con otra carga de bolsas. -¿Pero dónde quiere mi abuela que meta todo ésto? Y sobre todo ¿Para qué quiere tanto polo? - Fue Blas quién habló. - De los polos no sé nada pero estos pollos no pueden estar fuera de la nevera. - ¡¿POLLOS?!

- Dentro de unas semanas se reanudará el juicio del Caso Noos y la Infanta estará en el banquillo ¡unos cuantos días! ¿Te imaginas el negocio que se me presenta? Se lo he comentado a tu abuela y ha comprado todos estos pollos para hacer croquetas. ¡Es una santa!

Me revolví como una fiera, encarándome con Geooorge - ¿Por qué los traes aquí si hay varias  neveras en la Torre del Paseo Marítimo? - Madame decir que aquí. - ¡Pues yo digo que no! - Yo decir a madame que polos en Torre no buenos. Allí solo delicatessen. - ¡La madre que te parió, inglés!

Sonó el teléfono y corrí a cogerlo pero pude oír a Blas, aunque hablaba bajito con el chico que les había ayudado - No es como su abuela. Mírala. Es una egoísta. - La abuela dijo hola y la corté. - ¡Manda a tus esclavos que se lleven los pollos de MI casa! - "De esto quería hablarte. Tienes que hervirlos y mañana los deshuesas. Así tendré el trabajo adelantado. Y tendrás que comprar harina porque, con lo agarrada que tu eres, solo tendrás medio kilito. Y compra también..." - ¡¡¡NADA!!! ¡No pienso comprar nada. Ni hervir nada! - "Vale. Tómate un chinchón mientras vengo"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¿Qué hacen esos ahí fuera con tanta bolsa? - ¡Estorbar! - La Cotilla se sentó conmigo en la cocina y bebimos en silencio.

Poco después entró la abuela seguida de sus tres ayudantes. Dejaron las bolsas mientras ella daba órdenes como si yo no estuviera. - "Sacad aquellas ollas grandes. Poned agua, los pollos que quepan y encended el fuego. El resto los vais colocando en la nevera" - No caben, madame. - "Saca lo que hay... Ves, ahora sí que caben... ¿Queréis un chinchón?"

Tanta desfachatez me ponía enferma. - ¡¡¡Pero... pero... pero... No me lo puedo creer!!! - "¿Te das cuenta, Cotilla? No sé a quién sale esta nieta mía ¡Es tan egoísta!" - Todos los presentes dijeron que sí con la cabeza. De repente la cara de la Cotilla cambió porque una idea, que no le gustó, iluminó su mente. - ¿Vas a hacer croquetas? - ¡Un montón! (dijo, entusiasmado, Blas) - ¿Para el juicio de la Infanta? - ¡Exactamente! - Como si le hubiese picado un escorpión, la vecina saltó y se encaró con la abuela - ¡¡¡¿Y yo, qué?!!! - "¡Otra egoísta!"

En la cocina se armó la Marimorena. Todos gritaban, opinaban, empujaban, insultaban... mientras, yo fui a por Pascualita y lanzándola al aire, dejé que fuera el Destino quién eligiera a su víctima.... Y el Destino los eligió a todos porque la sirena, saltaba de uno a otro como una Furia del Infierno. Cuando cerré la puerta de la calle los gritos eran tan aterradores que los vecinos habían salido a la escalera. - ¡¿Qué pasa en tu casa?! - Es la tele. A la Cotilla ya le falla el oído. - Y me marché.



jueves, 28 de enero de 2016

¿Dónde está Andresito?

El timbre de la puerta sonó como un clarín en mitad de la noche. Desperté, sobresaltada y poniéndome en pie hice un saludo militar. Cuando sonó otra vez supe que tenía que abrir o, quién quiera que fuese, pondría en pie a toda la finca.

Temerosa, me acerqué de puntillas hasta el acuario donde Pascualita dormía, plácida y profundamente. No le hizo ninguna gracia ser despertada bruscamente. Por eso me había puesto el guante de acero y me mantuve lejos de su dentadura de tiburón que lanzaba dentelladas a diestro y siniestro.

A través de la mirilla no vi nada porque la luz de la escalera estaba apagada. Otro timbrazo. - ¿Quién está ahí? Le advierto que tengo un arma y la sé usar ¡Largo de aquí o llamo a la policía. - ¡Yo soy la policía! ¡Abra de una vez o tiro la puerta abajo! - Reconocí la voz.

- ¡Bedulio! ¿Qué haces por aquí a éstas horas?... ¿Y por qué me llamas de usted? - Si estoy aquí no es por gusto y la llamo de usted porque estoy de servicio y no quiero confianzas. ¿Está aquí su abuelo? - No... ¿por qué tendría que estar? -  Su abuela ha denunciado su desaparición. Le estamos buscando. - ¿A Andresito? - ¿Acaso tiene otro? - Bueno... lo tuve pero hace tiempo que murió, el pobre. Aunque me visita de vez en cuando... - ¡¡¡Calle!!! Ni una palabra sobre éste tema. - ¡Ay, perdona! Siempre se me olvida que te dan pánico los fantasmas jijijijijijiji ¿Quiéres pasar y comprobar por ti mismo que Andresito no está aquí? - Dio media vuelta y bajó las escaleras de tres en tres mientras soltaba una retahíla de tacos.

- ¿Qué le has hecho a tu marido, abuela? - "No tengo ni idea de dónde está. Ha desaparecido. Y eso me preocupa porque no sé si está vivo o muerto" - No te pongas en lo peor. - "Lo peor es que así no podré cobrar viudedad ni ser la dueña legítima de la Torre del Paseo Marítimo. Estoy en el Limbo legal" - Visto así, es una faena.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Hace un rato he visto a Andresito junto a un grupo de indigentes. Le estaba dando dinero a uno para que le dejara dormir en su colchón, bajo los cartones. No veas la que se ha liado cuando los demás se han dado cuenta de que repartía dinero. Ante tamaño alboroto los vecinos han llamado a los municipales. - ¿Estaba Bedulio entre ellos? - Ni idea. Me he ido deprisa antes de que el dueño de la cartera que me he encontrado entre las manos, se diera cuenta y me acusara. - ¿Ha robado? - ¡Me la he encontrado entre las manos! ¿Qué es lo que no has entendido?

Pascualita seguía enfadada y cuando la Cotilla se acostó, me senté a ver la tele con ella. Confiaba que a esas horas no saldría la Esteban en pantalla. La sirena y yo compartimos una copa de chinchón y fuímos adormeciéndonos hasta que algo llamó mi atención. Abrí los ojos como platos al ver a una persona con pocas luces, toreando un becerro con una cría de cuatro meses en brazos. Pensé que era una pesadilla y le tiré a Pascualita para deshacer el sueño. El resultado fue que ahora tengo un gran bulto en la tripa, fruto de los furiosos mordiscos que la sirena me dio cuando, desde la mesa del televisor, saltó a mi regazo.


miércoles, 27 de enero de 2016

Bajada de pantalones vaticanos.

- "¡Nena, prepara una olla grande de tila que vengo echando humo!" - ¿Que te ha echo Andresito? - "Nada. Pero nada de nada. Ultimamente está de capa caída. Espero que le vuelva el ánimo cuando tengamos nuevo Gobierno... Aunque si no es de los suyos, lo tendré claro. Compraré varias cajas de Viagra. Haré un jarabe con ellas y se lo haré tomar diciéndo que es para la tos." - ¡Abuela. Te lo vas a cargar! - "Mejor eso que tener un muermo a mi lado"

Llegaron al mismo tiempo la abuela y la Cotilla. Antes de sentarnos a hablar, la abuela vació una botella de chinchón en una jarra y añadió cubitos y unas hojas de menta. - ¡Qué haces! - "Chinchón on the rocks. Hace calor" - La Cotilla paladeó su copa y dijo - Sacádme de dudas, chicas. ¿Los curas llevan pantalones bajo la sotana? - "Lo que no llevan es sotana ¡Antigua! Parece mentira que, "trabajando" en iglesias no te hayas fijado en eso" - Tengo mis cinco sentidos puestos en que no me pillen. Mi trabajo debería tener un plus de peligrosidad. - ¿Quiere que le paguen por robar? - ¡Anda! ¿No les pagan sus buenos sueldos a los corruptos? Por qué voy a ser yo menos.

- Abuela ¿para qué querías la tila? - "Para calmarme los nervios por lo del Vaticano" - ¡Eso es! Por eso preguntaba yo si los curas llevan pantalones bajo la sotana. - "Deben llevar porque se los han bajado hasta los pies" - ¿Huelga de pantalones caídos? - "La Curia ha echo el ridículo ante el mundo. ¡Héchale tila al chinchón, nena! Han mandado tapar unas estatuas de desnudos para no ofender la sensibilidad del presidente iraní en su visita al Vaticano. ¡Obras de arte convertidas en material pornográfico, al parecer, para esta gente que no respeta los Derechos Humanos y se escandalizan ante la belleza de una estatua! ¡Más chinchón a la tila, que me estoy cabreando!" - Abuela, no puede ser. - "Las han tapado con un cajón blanco. Han ocultado la Cultura. ¡Que vergüenza!"

Siguieron despotricando durante un buen rato y tuvimos que rellenar la jarra porque nos lo habíamos bebido todo. Fui a la cocina y Pascualita aprovechó para saltar, del acuario a mis brazos. ¿Estos bichos tiene olfato? Estoy segura de que olió el chinchón. La metí en mi escote para que la Cotilla no la viera (aunque ya veía poco) y seguimos con la discusión.

Por miedo a que la descubrieran, no le di licor a la sirena, Cosa que la llevó a tomar la iniciativa lanzándose de cabeza al interior de la jarra. La abuela y yo dimos un brinco al verla caer. La verdad es que nuestra reacción fue torpe porque ya no coordinábamos muy bien. - Abu... ela... ¿has visto? - "Cógela, bo... booo...boba de Coria" - Veo dos... ¡hip! jarras. ¿Cuál es la... buena? - "No... sé...¡hip!"-
La Cotilla se fijó en la jarra y dijo con voz estropajosa: - Hay... hay... ¡hip!... uuuuna mosca en ... la sooooopa. - La abuela, repantingada en la butaca, dijo: - "Guardar...la pa...ra el pooooostre" - Recuerdo, vagamente, que dije que sí y me pasé un rato con la mano dentro de la jarra, intentando coger a Pascualita que tenía todas las papeletas para coger un coma etílico. Cuando, horas después abrí un ojo y sentí los efectos de la resaca, la sirena dormía la mona dentro de un vaso vacío.

martes, 26 de enero de 2016

Andresito, traumatizado.

Andresito, que había salido a dar un paseo, ha vuelto demudado. Blanco como un papel. - "¡Te lo dije cuando quisite venir a pasar unos días en esta casa! Es un barrio obrero. Hay mucha gente en las calles y debes andar siempre con la mano en la cartera para que no te la roben "¿Cuánto te han quitado?" - Nada. Nadie me ha molestado...  - "Entonces ¿a qué viene ésta cara?"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! Unos banqueros han asaltado a tu marido. He querido ayudarle pero he recordado que si no me daba prisa, ya no encontraría croasanes en el contenedor del súper... ¿Te han pegado? ¿Te han herido? ¿Te han violado? ¿Te han...? - ¡Para ya, Cotilla! No me han hecho nada... Me han dicho...

Cinco minutos después todavía no sabíamos qué le habían dicho? - "¡Habla ya Andresito, coñe!" - Un grueso lagrimón corrió por las ajadas mejillas del abuelito, mezclándose luego con el moco que goteaba de su nariz y juntos inundaron su boca mientras él buscaba un pañuelo para frenarlos. - Me han llamado... ¡snif!... no puedo...

Empezamos a preocuparnos - "¿Te han mentado a tu madre?" - No, no... - "¿A mi. A tu mujer? ¡Mira que voy y los arrastro!" - ¿De verdad eran banqueros, abuelito? - ¡Que va! Eso son cosas de la Cotilla. - Los he visto con traje, corbata y cartera... ¿qué otra cosa podían ser sino?

- "Voy a darte un poco de chinchón. Te tranquilizas y nos cuentas qué te ha pasado, de una vez por todas" - De vez en cuando, la abuela tiene buenas ideas, como ésta y nos apuntamos todos. La Cotilla sacó los croasanes y nos los comimos mojándolos en las copas de licor. Durante un rato solo se escuchaban suspiros, chasquido de lenguas, algún ¡que rico! y un erúcto de la Cotilla que luego se hizo la disimulada cargándome a mi el muerto. - ¡Que poca educación te enseñaron en tu casa! - ¡¡¡Cotilla!!!

Cuando nos cansamos de beber, la abuela se llevó las copas y regresó con Pascualita en plan broche adornando la solapa de la blusa. - Venga, abuelito ¡desembucha! (el chinchón me hacía perder un poco los papeles)

- Son gente del partido. - "¡Vaya por Dios! ¿Te han pedido que seas el Presidente del Gobierno?" - No. Ni siquiera vicepresidente. - "¡Desagradecidos!... ¿Entonces...? - Me han llamado... ¡TRAIDOR! - ¡Jesús, José y María! (exclamó la Cotilla que, desde que "trabaja" en las iglesias, es de lo más beato que se pasea por Palma)

- "¿Por qué, Andresito? ¿qué has hecho? ¿Te fusilarán?" - ¡No, mujer! - "No me mientas o me cabrearé. ¿Crees que puedo ir a tu fusilamiento con ésta ropa? Necesito un sombrerito con un velo tapándome los ojos y mucho rímel para resaltarlos. Mi lápiz de labios Rojo pasión está casi gastado. También me compraré un jersey de angorina y plumas de marabú en el cuello. Estaré impresionante, como una viuda griega. Y los stilettos de charol rojo simbolizaran tu sangre empapando la tierra... Espero que el camino hasta el pelotón de fusilamiento no tenga baches porque con estos zapatos puedo torcerme un tobillo" - ¡Te recogerán los militares jajajajajaja! (dijo la Cotilla y las dos amigas rieron de buena gana) - "¡De general para arriba!"

Más tarde, la abuela le contó a Pascualita, que unos amigos de Andresito le llamaron traidor porque no cumplió la órden de ¡Todos a una! O sea, Todos a SAQUEAR. - ¡Vas a ser el único que no entrará en la cárcel, desgraciado! (me gritaron) ¿Qué podrás contarle a tus nietos cuando los tengas? (Andresito lloraba ya a moco tendido) ¿Te das cuenta? (le dijo a su esposa) ¡Soy una persona honrada! Van a echarme del partido. - "¡Que crúz tengo también contigo, marido!"


lunes, 25 de enero de 2016

La abuela al ataque.

La abuela ha venido en son de paz. Geoooorge la seguía cargado con los avíos de una paella y una ensaimada grande de crema. - "Hola, nena... ¿A qué hace tiempo que no te hago un arrocito como a ti te gusta?" - Pues... sí. - "Cuando haya descansado un poco, me pongo manos a la obra."

A hurtadillas miré a la abuela. Aquí pasaba algo que escapaba a mi raciocinio... ¿Estará a punto de dar los últimos estertores? Si es así tendré que poner toda la carne en el asador y camelármela para que me deje la Torre del Paseo Marítimo en herencia...

Al meterse en la cocina ha colocado a Pascualita sobre el frutero y han entablado conversación como siempre que están juntas y a solas. Por eso he pegado la oreja a la puerta. Para tratar de enterarme de, a cuento de qué me da tanta coba. Pero solo hablaban de recetas de cocina. La abuela hablaba y Pascualita asentía: - "... y una vez que el agua empiece a hervir, añades la picada de ajo y perejil. Incluso puedes ponerle una pizca de canela... ¿Tenéis canela en el fondo del mar?"

Atraída por el olor de la paella (la Cotilla huéle la buena comida a kilómetros de distancia) la vecina entró en casa como una tromba y sin saludar siquiera, tomó asiento en la mesa dispuesta a comerse dos platos de paella como mínimo.

También vino Andresito. Y una vez que estuvimos todos, la abuela empezó a destapar sus cartas. - "Estoy reventada de ayer. ¡Menuda tarde-noche tuvimos! Primero un funeral y después fuimos a El Funeral. Allí montamos una fiesta en recuerdo de Mariano y colocamos su retrato en la pared de los Finados. ¡Que resaca tenía ésta mañana! Y los pies, hinchadísimos. Creo que tendré que comprarme unos zapatos más acorde con la edad que empiezo a tener y dejar los stilettos para pasear por el centro de Palma y presumiendo de piernas"

- Me alegro que, por fin, comiences a ser consciente de tu edad, abuela. ¡Que los noventa ya no los cumples! - ¡¡¡ZASSSSSS!!! - Mi cabeza rebotó en el plato de arroz. - "¡¡¡Impertinente!!!" - Pero si tu has dicho... - La Cotilla, con la boca llena, sentenció: - ¡Fe cruff tienef con fu nifeta!

Pasado el primer arrebato, la abuela comentó que en el funeral a Conchi le sonó el móvil, como siempre. - "Menos mal que ha cambiado de melodía. En vez de Paquito chocolatero, ahora lleva una canción de Serrat. Y cuando el cura habló de que nuestro amigo había muerto, el móvil dijo: "Hoy puede ser un gran día ¡duro con él!" ¡Nos partíamos de risa!... Por cierto, nena. Vi a tu jefe, solo. ¿Sabes por qué?" - ¿Por qué estaba en el funeral? - "No. ¿Por qué estaba sin su mujer?" - Están divorciados. - "¿Ah, sí? ¿Supongo que habrás empezado el acoso y derribo desde el primer día de la separación?" - ¿Yoooooo? No tengo otra cosa que hacer (aún me dolía la cabeza)

- "¡¿Qué puede haber más importante que esto, boba de Coria?! Tu única misión en la vida es darme un biznieto y si es de un padre rico, mejor. Así que, ¡manos a la obra que se te va a pasar el arroz y no me refiero al de la paella!"


domingo, 24 de enero de 2016

Batucada.

A las ocho y media de la mañana han llegado los abuelitos, seguidos de Geooorge portando un tambor. - ¿Traéis ensaimadas para el desayuno? - "¡Naturalmente! Una para Andresito y otra para mi. Ya puedes hacernos café con leche" - ¿Y yo? - "Tu haz café, te he dicho" - Pregunto por mi ensaimada. - "Tu sabrás. ¿La has perdido?" - No he ido a comprar (dije compungida) - ¿Por qué preguntas entonces?"

Mientras comían me conformé con mirarlos. El abuelito se compadeció de mi. - Tendríamos que haberle traído una ensaimada a la Nena. - "Come y calla. Ya es mayorcita para comprarse y comer lo que quiera. No la malcríes" - En cuanto terminaron, la abuela se colgó del cuello el tambor que custodiaba el inglés y lo tocó. Al primer redoble me sobresalté. - ¿Qué demonios haces? - "Tengo que practicar porque esta tarde actúo. Venga, Andresito, marca el ritmo"

El ensayo se prolongó hasta la hora de comer. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! Mirad lo que traigo: ¡pizzas de un contenedor de barrio rico! - "¿Hay para todos?" - ¿Tu nieta también comerá? - ¡Claro! (estaba furiosa por la poca consideración que me tenían) - Claro, no. Yo no sé si estás a régimen o no. - ¡Pero si me ve comer todos los días!

Después de comer los abuelitos reanudaron el ensayo. Aquello era un guirigay. Entre redoble y redoble, oímos el timbre de la puerta. - Yo no voy (estaba asustada) Serán los vecinos. - Efectivamente. Una representación de la escalera estaba en el rellano con cara de pocos amigos. - ¡¡¡Es la hora de la siesta!!! ¡A tocar el tambort a los padres Paules!. - La abuela encontró una solución: puso encima unas mantas que amortiguaron el ruído y hasta nosotros pudimos sestear.

Cuando desperté, la abuela se había puesto un mini vestido de lentejuelas negras, botas rojas de altas, de charol y un gorro del que sobresalían unos inquietantes cuernos de macho cabrío. Los que lucía Andresito no desmerecían de los de su mujer. Mientras, Geooorge ponia una mesa en la que no faltaban ni candelabros con cera negra, cuernecillos rojos, calaveras con una vela en el interior que iluminaba las cuencas vacías de los ojos.

Llamaron a la puerta de manera imperiosa. - ¡¡¡Abrid a Lucifer!!! - gritaron desde el otro lado de la puerta. Corrí a esconderme bajo la mesa camilla después de coger a Pascualita del acuario. Si el demonio en persona venía a raptarme, me defendería. Unos segundos después, un grupo de terroríficos demonios, iluminados por los fuegos del Infierno, irrumpieron en mi casa al son del redoble de muchos tambores mientras maléficos personajes echaban fuego por la boca.

Asomé un ojo bajo las faldas de la camilla y lo que vi me heló la sangre. ¡Satanás y toda su corte habían tomado mi casa al asalto! - Lloré y pataleé implorando perdón - ¡¡¡No volveré a robar los cepillos de las iglesiaaaaaaaaaaaassss!!! - La casa parecía arder por los cuatro costados. Estreché a Pascualita pero ella se resistió y salió disparada a unirse al Akelarre. El ruído de los tambores era atronador. De nuevo sonó el timbre de la puerta. Otra vez estaban los vecinos en el rellano... aplaudiendo a rabiar.

Llamé a gritos a Pascualita pero era imposible que me oyera. Me arriesgué a salir a buscarla, a riesgo de ser arrojada a las calderas de Pedro Botero para toda la Eternidad. Vi a la Cotilla, a Geooorge y a los abuelitos saltando y bailando sin parar ¡estaban endemoniados! Pero no me extrañó porque siempre he sabido que eran unas brujas pero, el mayordomo y Andresito... ¿también?

De repente se fueron todos. También Pascualita, camuflada en el broche de la abuela. Corrí al balcón  a tiempo de ver desaparecer a los demonios tras la esquina. Cuando se hizo el silencio en la calle alguien comentó: ¡Vaya batucada más guay!... ¿Batucada? ¿Grupo de tambores marcando el ritmo de una fiesta?... ¿Así que era eso? Me dio un mareo a causa de la tensión acumulada y no me quedó más remedio que servirme unas copas de chinchón.




sábado, 23 de enero de 2016

Invasión.

Llegaron a casa muy temprano. Ni siquiera se oyó el claxón de un coche o las protestas del conductor del autobús cuando Geooorge aparcó, como siempre en su parada. Porque era muuuy temprano. Los autobuses aún dormían en sus cocheras y los coches que circulaban por Palma eran escasos.

No los oí entrar porque usaron su llave. Ni siquiera escuché ruidos en la habitación contigua porque andaron de puntillas... para no despertar a Pascualita, me dijeron luego.

Fue el aroma del café recién hecho que llegó a mi naríz cruzando el pasillo que unía mi cuarto con la cocina. Inmediatamente me entró hambre. Después intriga. Luego me dejé caer en la cama al pensar que la Cotilla había vuelto de sus trapicheos y estaba desayunando. No me apetecía nada verla y opté por seguir durmiendo.

Cuando sonó el despertador me levanté y caminé como una sonámbula a prepararme mi taza de cola cao. En el fregadero había tres tazas sucias... ¿la Cotilla se había traído unos "amiguitos" para montar una orgía en MI CASA?

Mi buena educación y mi alto sentido de la decencia no podían dejar pasar algo así. En MI CASA, ¡NO! Por eso y sin sin llamar previamente, empujé de golpe la puerta de su dormitorio para pillarlos infragantis... Nunca he visto una orgía y no quería perdérme esa visión por nada del mundo.

Pero si allí hubo una fiesta sexual, no quedaba ni rastro de ella. Los ronquidos de la Cotilla eran como cañonazos. Entonces ¿de quién eran las tres tazas? - ¿Ladrones? me dije ilusionada. Nunca se sabe dónde puede surgir un planazo.

Metí a Pascualita en mi escote por si necesitaba un arma de destrucción masiva. El rugido de un león a mi espalda me erizó el pelo. Lentamente  me di la vuelta para encontrarme, cara a cara, con... Geoooorge durmiendo a pierna suelta en el sofá de la salita. - ¿Qué hace éste aquí? - Mi cabeza procesaba todas las probabilidades a velocidad de la luz: - La abuela lo habrá hechado... Andresito lo habrá puesto en la calle por intentar camelarse a su madre, la Momia... Se habrá cargado el rolls royce... En éste caso no estaría en mi casa sino en la Morgue.

Decidí que ya me devanaría los sesos más tarde. Ahora tocaba desayunar. Le expuse la idea a la sirena que aprobó mi decisión haciendo la señal de OK con sus deditos. Así que, una vez en la cocina, la coloqué sobre el frutero desde el que saltó a su taza de cola cao en cuanto la puse sobre la mesa. Cuando la puerta de la cocina se abrió de repente dando paso a los abuelitos, Pascualita pasó, directamente, de la mesa a mi escote, tan deprisa que Andresito no tuvo tiempo de verla... pero sí de regañarme: - ¡No te da vergüenza! Tan mayor y tan guarra ¡Mira como lo has puesto todo!

Cuando la cocina se convirtió en el camarote de los hermanos Max al acudir todos a desayunar, la abuela explicó que iban a quedarse unos días en MI casa para apartar a Andresito del estrés que le suponía la situación política de su partido, porque los vecinos que no paraban de preguntarle: Ya sabes a quién debemos preguntar ahora: ¡¿Qué hay de lo mío?!


jueves, 21 de enero de 2016

Geooorge nos critica.

- "Vengo a recogerte y vamos a dar una vuelta. Trae a Pascualita" - ordenó la abuela antes de colgar.

Geooorge aparcó, como siempre, en la parada del bus. Cuando entré en el rolls royce el inglés estaba rezongando contra lo mal que conducían los españoles. - ¿Cómo puede decir que se conduce mal cuando ni te molestas en buscar aparcamiento donde no molestes? - Madame decir AQUI y yo decir amén. - ¡Eres un pelota! - ¡Y tú, boba Coriau! - ¡Abuela, mira lo que me ha dicho tu criado! - Sorry. Yo ser mayordomou inglés. - ¡Un criado plancha-periódicos eres tu! - "¡¡¡Callad de una vez!!!"

Puso el coche en marcha y durante el trayecto se metió contra los otros automovilistas - ¡Tu ir al revés, bobo! - ¡No saber conducir! - ¡Abuela, dile algo! - "Algo, Geooorge" - - Españoles ir al revés. - ¡Que no! Al revés vais vosotros. - Al llegar al Borne, la abuela me pidió el termo de los chinos. - Mientras discutís estiraré las piernas.

Salté rápidamente del coche y comenzamos el paseo. A derecha e izquierda las tiendas de las grandes firmas mostraban en sus escaparates pinceladas, muy caras por cierto, de lo que las personas ricas no pueden dejar de tener en su armario. Probé suerte. - Abuela, hace mucho tiempo que no me compras nada... ¡Mira que bolso más bonito! - "El señor Li tiene uno igual y mucho más barato" - Pues, entonces, ese vestido. - "El señor Li lo tiene en su tienda" - ¿Estás segura? - "Si, hija, si. Y para lo que te iba a servir" - Seguro que con él puesto, encontraría novio. - "El vestido es carísimo pero no  milagroso. Vamos a caminar"

Me sentí tan defraudada que se me agrió el carácter y el día radiante se oscureció. De repente la abuela se paró ante un chico de unos diez y siete años y más largo que un día sin pan. - "¡Hola. que sorpresa! ¿No te acuerdas de mi? Tu madre y yo éramos amigas en su juventud, Puede decirse que te vi nacer! ... ¿Ya sabes quién soy?" - El puñetero no se acordaba y por su cara de bobo no mentía. - "Lástima... Me gustaría hacerte un regalo" - (la miré con dureza ¿A éste tipo sí y a mi, no?  pensé? - pero cómo no me recuerdas te quedas sin él" - ¿Qué iba a regalarme, vieja? (di un respinto. El niñato era crío muerto jejejejeje)

- "Ves este tubo. Dentro tiene algo de mucho valor." - Le ofreció el termo de lo chinos  (¡estaba loca!) - "Y te has quedado sin nada, por mal educado" - ¡Trae pacá! - De un tirón se quedó con el termo en las manos. - Vamos a ver qué es esto tan valioso (dijo con retintín) - El Juanlanas abrió el termo y metió un dedo dentro. No pasó nada. - No hay nada, (dijo despreciativo) - Lo tiró al suelo y dio media vuelta para marcharse... El pescozón que recibió sonó en todo el Paseo del Borne. El chico se arrastraba por el suelo rascándose la cabeza para mitigar el dolor. - ¡¡¡Locaaaaa!!! -

- "¡Recoge lo que has tirado, niñato!" - Obedeció con tal de alejarse de allí. A nuestro alrededor se había juntado un montón de gente. Entonces la abuela, ni corta ni perezosa, se inclinó ceremoniosamente y puso a sus pies una gorra de visera que sacó del bolso. El público aplaudió a rabiar, incluso se oyó algún bravo. Creyeron que teatro callejero.

De camino al rolls royce y con la gorra llena de euros, pregunté a la abuela - ¿Quién es ese chico? - Vete tu a saber. - ¿No le conoces? Entonces, a qué ha venido toda esta pantomima. - "¿Lo hemos pasado bien, verdad? ¡Pues ya está!"

Harta de ser zarandeada, Pascualita salió disparada del termo de los chinos en cuanto nos metimos en el coche, aterrizando en la cabeza de Geooorge en el momento en que se ponía la gorra de plato del uniforme de chófer. En cuanto arrancó, la sirena atacó. ¡Y por fin, el inglés, ciego de dolor y quedándose calvo por momentos, condujo al revés como en su país!

miércoles, 20 de enero de 2016

La abuela me riñe.

- "¡Nenaaaaaaaaaaa! ¿No estarás durmiendo?" - Sí... Lo estaba. - "Con la que está cayendo y ella tan pancha" - ¿Quién es "ella", abuela? - "¡Tú, boba de Coria!" - ¿Está lloviendo? - Por toda respuesta sentí que algo me golpeaba en el pecho. Salté de la cama como si tuviera un resorte. - ¡¿Qué es esto?!... ¡¡¡¿Pascualita?!!! - Cogí a la sirena por la cola y la tiré sobre mi cama.

Entonces vi a la abuela. Estaba ante mi, con los brazos en jarras y cara de pocos amigos. - ¿Qué haces aquí? ¿No estábamos hablándo por teléfono? - "¡Mira. No sigas entrenándote porque ya no puedes ser más tonta!"

No sé que hora sería pero en la calle, que veía a través de la ventana de mi cuarto, solo alumbraban las farolas, el resto estaba oscuro como boca de lobo. Fui a protestar por el allanamiento de morada pero los ojos inyectados en sangre de la abuela, me lo impidieron. - "¡Que vergüenza de nieta! ¿Cómo voy a salir a la calle ahora?"

No tenía ni idea de qué me hablaba. Así que me pellizqué porque estaba segura de que aquello era una pesadilla pero no, porque me hice daño. - "¡Robaste a mis amigos!" - ¿Yoooooo? ¿No sería la Cotilla? - "¡No te hagas la despistada. Ya sabes a qué me refiero!"

Pascualita se acercaba reptando hasta mi. Había sacado la dentadura de tiburón a pasear y sus intenciones no podían ser peores - ¡Que he hecho yo para tener un despertar tan horrible! (exclamé mientras me apartaba de la cama) Pascualita, que ya había iniciado el salto para morderme, en defensa de la abuela, supongo, se dio de morros contra el suelo y quedó aturdida - "¡Mira lo que le has hecho a la pobre!"

La "pobre" durmió el rato que tarde en ir a la cocina y prepararme un cola cao. En cuanto me senté a beberlo se espabiló, entró en la taza y se dedicó a dar saltos mortales hasta que todo estuvo sobre la mesa. Pero no era el momento de enfadarme con ella. No estaba el horno para bollos. Cogí una cañita y sorbí el líquido.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! Mirad cuántas cosas traigo: había un montón de bolsas llenas de embutidos junto a los foguerons. - ¿No eran de nadie? - Pues... no creo porque la gente ya estaba comiendo. - ¿Lo preguntó, al menos? - No se me ocurrió. Ya sabes lo que pasa sí preguntas, que empiezan a salir "dueños" de todas partes. - "¡Mira quién fue a hablar! ¿Acaso preguntáste tú cuando cogiste la comida de mis amigos ricachones?"

¡Así que el enfado era por eso! -  Me habíais dejado sin cena... Y tenía hambre. Además, ellos se estaban comiendo lo mío. - "¡Lo tuyo, lo tuyo. Egoísta!" - ¡Me robaron mi comida! - "¡Y tú sus chuletones! Y encima, te vieron" - No me dijeron nada. - "Porque tenían la boca llena de pan tostado y botifarrones" - ¡Mios!

Al final discutíamos por señas. Eran tantos los golpes que daban los vecinos que no nos oíamos.

Cuando la abuela se fue, una lluvia de cañitas inundó la cocina. Pascualita había descubierto que, soplando, las cañitas vuelan. 

martes, 19 de enero de 2016

Sa revetla de Sant Sebastià

Llevo todo el día aguantando a la abuela que no ha parado de telefonearme. Vaya víspera de San Sebastian me está dando - "Nena ¿has comprado panceta?" - Sí, abuela. - Más tarde - "¿Te has acordado de la sobrassada y la longaniza?" - Pues no. Ahora iré al mercado... ¿Quiéres algo más? - "Quiero que pienses por ti sola y no tenga que llamarte  para recordarte las cosas" - ¿No sería mejor que le dieras la lista de la compra a Geooorge y que lo comprara él? - "Cómo te gusta escaquearte del trabajo"

Media hora después volvió a llamar para recordarme - "¿Has traído botifarrones?" - No me lo habías dicho. - ¿Y pan payés? - Pues... - "¡Tampoco! ¿Para qué te sirve la cabeza si ni siquiera usas sombrero? ¿Has comprado vino?" - ¡Sí! me he acordado. - "¡Pues no tenías que hacerlo, boba de Coria! Andresito llevará unas botellas de nuestra bodega"

¡Que hartura de mujer! - "¿Para cuántas personas has comprado?" - Para... Andresito, tu y yo. - "Me lo temía. ¿Y si encontramos amigos o viene el Médico a celebrar San Sebastián con su padre? ¿Y Geoooorge? ¿Y si vemos a Blas el Parado y su familia? O a Bedulio. ¿Y la Cotilla? ¿Y mis amigas ricachonas?" - Que se lleven ellos sus avíos. O paga tu que mi sueldo no da para muchas alegrías. - "Que tacaña eres"

A media tarde oí la serenata de pitidos bajo el balcón. Geoorge había aparcado en la parada del bus, cosa ya tradicional en él. Me asomé al oir que me llamaban - "¡¡¡Nenaaaaaaaaaaa. Baja que tenemos prisa!!!" - ¡¡¡¿No va a subir nadie a ayudarme con las cosas?!!! - "¡¡¡¿No has oído que tenemos prisa?!!!" - ¡¡¡Que suba Geooorge. No voy a poder con todo!!! - "¡¡¡Hoy tiene libre por ser la víspera de San Sebastián, el Patrón de Palma!!!" - Menuda suerte la mía. Además de quedarme afónica por culpa de los pitos de los coches, ahora tenía que desconyuntarme bajando la cesta de la comida y toda la parafernalia de sillas y mesa para cenar cómodamente junto a un fogueró (hoguera)

Una vez en la plaza donde actúan los grupos musicales que les gustan a los abuelitos, me tocó torrar a mi sola. Entonces empezó el desfile de gente, amiga y conocida, que entre risas y chascarrillos, daban buena cuenta de todo lo que yo sacaba de las parrillas. Cuando quise darme cuenta se estaba acabando todo. - ¡Abuela, guárdame este trozo de panceta! - "Lo siento. Mira quién acaba de llegar ¡Bedulio, amigo mío, ¿quiéres panceta? ¡Toma!"

La Cotilla se acercó hasta el fogueró con una bandeja de pinchos morunos. - Los he cogido del contenedor del súper... - Gracias, Cotilla (una lágrima de agradecimiento rodó por mis mejillas encendidas por el calor del fuego) - Es que me he quedado con hambre.

Al final he robado comida a los despistados de la parrila que, al darse cuenta, han montado en cólera acusando a los que tenían al lado y luego se han liado a tortas. Para entonces yo me estaba apunto de  dar buena cuenta de mi cena. Fue entonces cuando la abuela se quitó el termo de los chinos de su cuello y lo puso en el mío diciéndome: - "Dale de cenar a Pascualita. Está muerta de hambre" -  La puñetera sirena ha defendido su comida a dentellada y no he podido comer nada... A pesar de todo ¡Feliz San Sebastián!

lunes, 18 de enero de 2016

¡No hay altar!

La Cotilla ha vuelto a las andadas. Ha llegado a casa cargada de velas y velones de las iglesias donde "trabaja" - Tienes que dejar que monte un altar para Bárcenas. - ¡Ni hablar! - Lo necesita más que nunca. Quieren que Bárcenas vaya a la cárcel. - Por mí, como si se la pica un pollo. - ¡No seas grosera y ten misericordia! - ¿De usted? - ¡De él! - ¡Es un corrupto! - Un poquito... tal vez. Por eso necesito montar un altar. -  Que manía con los altares ¡Ni que fuera un santo!

Media hora después, la Cotilla seguía insistiendo. - ¡He dicho que no y es que no! - Pero si, encima, te hago un favor, boba de Coria. - ¿A estar de punto de quedarme varias veces sin casa por un incendio en el altar de los Amigos de lo Ajeno es hacerme un favor? - A montones de mujeres le gustaría tener en su casa a los bomberos del calendario y no lo lograrán nunca ¡Y a ti  ya te han visitado varias veces! - ¡Tendrá cara! El piso estaba ardiendo. Es normal que vengan los bomberos. - Mira, solo pondré la mitad de las velas ¿qué te parece? - La mitad aún son muchas ¡¡¡QUE NO!!! y no se hable más.

Al final se ha ido, enfadada e impotente por no poder hacer su santa voluntad. Y yo, apunto he estado de hacerme una tortilla de aspirinas contra el dolor de cabeza. Después he puesto a Pascualita en el frutero y le he contado lo de la Cotilla mientras nos tomábamos un chinchón. - ¡Que cabezona es!

Me pareció oir la puerta de la calle. Pero no era nadie. - ¿Te imaginas, Pascualita, que juzgan a Bárcenas y se lía a "cantar" la Traviatta ante el susto de sus antiguos compañeros? Sería la guinda del pastel jejejejeje... - Otra vez oí la puerta. Esta vez la escuché con claridad - ¿Abuela. eres tu?... ¿Cotilla, está ahí?... - Me pone de los nervios cuando pregunto y no contestan. Tiré a la sirena al acuario y corrí al teléfono para llamar a Bedulio. Estaba segura que habían entrado ladrones.

Con la plancha en una mano para defenderme, entré en la salita y solté un grito que resonó en toda la finca. La famosa foto de Bárcelas haciendo una peineta, de unos dos metros de altura estaba apoyada en la pared.

La Cotilla, que creía estar sola, dio un salto cuando me vio y toda la parafernalia que llevaba en los brazos cayó rodando por los suelos. - ¡Que haces aquí! (gritó enfadada) - Vigilando mi casa de gente como usted. - He tenido una revelación divina: soy la nueva Juana de Arco ¡Apártate, infiel!

Muy metida en su papel, me empujaba, escupía, amenazaba con el fuego purificador... - ¡Está equivocada! A la que insultaban y quemaron fue a Juana de Arco, no a mi ¡Y no quiero verla con cerillas ni mecheros en las manos porque le veo la intención. Y entonces me puse a gritar - ¡¡¡SOCORROOOOO! UNA PIRÓMANAAAAAAAAAAAAAA!!!

Una hora después todo había terminado. La casa estaba inundada de agua de las mangueras de los bomberos. Las velas mojadas no servían para nada. La fotografía- mural de Luis Bárcenas se había roto y la Cotilla, a la que habían puesto una camisa de fuerza que hacía juego con sus ojos, pasaría la noche en el Manicomio, sin cerillas ni mecheros a su alcance. Y Pascualita yo estábamnos solas y tranquilas... De todas maneras, la sirena me escupió a los ojos, sin darme de lleno, en venganza por haberla tirado, de mala manera al parecer, al acuario. Que jodía.

domingo, 17 de enero de 2016

El decorador de moda.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¿a qué huele? - Estoy haciendo sopa. - ¿La estás haciendo tu solita? - preguntó, incrédula, la Cotilla. - ¿Ya estamos ofendiendo? - Perdón, perdón... Es que me resulta extraño, mujer. - Tampoco hay que ser muy lista para abrir un brik de caldo, meterlo en una olla, espera que hierva y echar un puñado o dos de sopa. - Tienes razón. Muy lista no... ¿Cuántos puñados has echado ya? - ¡Vaya! me he descontado. Ahora no lo sé. - Pensaba comer aquí pero iré al comedor social. Ya preguntaré si alguien necesita argamasa para colocar ladrillos jejejejeje

Pues me he comido las gachas de sopa tan ricamente. Y no me ha echo falta nada más. Ni siquiera fruta.

La abuela vino a tomar café. - "¿Te pasa algo, nena?" - Me siento muy llena. Es como si me hubiera comido tres kilos de ladrillos. - "Tengo que contarte algo relacionado con el fiscal Horrach." - Ya veo que no es santo de tu devoción.(no sabía cómo sentarme) - Estás equivocada, boba de Coria. Una gota no hace tormenta. Siempre ha luchado contra el fraude como un jabato, pero..." - ¿Pero?... - "Me pregunto: ¿es un transexual de la Justicia? ¿Es Fiscal o abogado defensor? ¡Uf, que dolor de cabeza! Ay, mira, tráeme un café y te contraré lo del carrito. Resulta que Horrach es un gurú de la decoración. Lo que él pone en su despacho se convierte en modelo para sus compañeros" - ¿¡Qué me dices!? - "Lo que oyes"

Pascualita, que nos había estado observando desde el bode del acuario, saltó al suelo y reptó hasta nosotras en cuanto vio la botella de chinchón y se quedó a saborearlo mientras la abuela seguía contando. - "Ahora se ha sabido que no han sido ni uno ni dos los carritos del súper desaparecidos que servían de mesita-armario auxiliar a trabajadores judiciales" - ¿Los habían comprado? - "Un euro, por lo menos, habrán pagado por ellos" - Bueno, siendo así... no se los han llevado por la patilla. - "¿Tu qué opinas, Pascualita?" - La sirena chupeteó el dedo de la abuela después de que ésta lo metiera en su copa, luego se tomó su tiempo relamiéndose para, finalmente (mira que se hace de rogar la medio sardina ésta) hacer la señal de OK con sus deditos. - ¿Eso qué quiere decir? - "Pareces tonta. OK quiere decir OK ¡Que cruz tengo contigo!"









sábado, 16 de enero de 2016

El juego de la abuela.

- "Nena... ¿duermes?" - Zzzzzzzz... si... - "Se me ha ocurrido un juego nuevo... ¿me oyes?" - Zzzzzzzz... ¿eh?... - "¡Despierta que te estoy hablando, coñe!" - ¡Que pasa! ¡¡¡FUEGOOOOOOO!!! - "¿Estás torrando sobrasadas y botifarrones en el comedor? ¡Estás loca! ¡Llama a los bomberos!"

Salté de la cama con el miedo en el cuerpo. Oía voces que gritaban y cantaban, sin saber de dónde veían - ¡Abuela, hay fantasmas en casa! ¡¡¡SOCORROOOOOO!!! - "Que mal te sienta la bebida. ¡San Antonio se celebra en la calle, atontada! La que has liado. Ahora vengo"

Antes que la abuela, llegaron dos dotaciones de bomberos envueltas en el sonido estridente de las sirenas. Corrí al balcón y me di de bruces contra un bombero que acababa de subir por la escalera extensible - ¿Dónde es el fuego, señora? - Pues... - Un chorro de agua fría y a presión, me tiró de culo contra el suelo. - ¡¡¡SOCORROOOOO. ME AHOGOOOOO!!!

Cuando conseguí ponerme en pie, había dos bomberos en el comedor, discutiendo a gritos. - ¡¿Quién os ha llamado?! - ¡Esta mujer, supongo! ¿Ha llamado a los bomberos? - ¡¡¡Siiiiiii!!! - ¿Dos veces? - ¡Una! La otra habrá sido mi abuela. - La puerta de la calle se abrió con estruendo y la abuela entró sin mirar dónde pisaba. Resbaló con el agua que habían tirado y se dio un costalazo contra el acuario, tirándolo al suelo con todo lo que tenía dentro.

- "Si ya han apagado el fuego ¡cojan la fregona y sequen el suelo. Andando!" - Perdone, pero... nosotros no... - "¿Quién ha tirado el agua?" - Los dos bomberos se señalaron el uno al otro. - ¡¡¡ESTE!!! - (dijeron al unísono) 

Al cabo de un rato, en vista de que sus hombres no bajaban y allí, ni olía a quemado ni se veían ni humo ni llama, los jefes de ambos subieron a casa a ver qué pasaba y los encontraron, fregona en mano, dejando el suelo niquelao - La abuela se enfrentó a los recién llegados - "¡¡¡NO PISEEEEN QUE ESTÁ RECIEN FREGADO!!!"

Una hora después, cuando los bomberos se fueron con una botella de chinchón para cada grupo, la abuela y yo intentamos aclarar lo sucedido. "Toda la culpa es tuya por dormir como un ceporro" - La culpa es tuya por llamarme sin mirar la hora que es ¿Y para qué? - "Para hablarte del juego que se me ha ocurrido... Vamos a ver, ¿qué cara dirías tú que puso Rajoy cuando vio entrar en el Congreso de los Diputados a las nuevas Señorías?" - Hum... ¿de asombro? - "¿Qué más?" - ¿Ojiplático? - "Jajajajaja Sigue" - ¿Pasmao? ¿Alelao? ¿Estupefacto? ...

 ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! No sé por qué será pero hoy he vendido más fregonas con rastas que nunca. - "¿Por tu exuberante y milagrosa delantera?" - Milagrosa sí es. Fue desmayarme y ¡hala! Hasta me han pedido si podían tocarla. - ¿¡Habrá dicho que no?! (salté como si fuera la mayor defensora de la decencia femenina) - ¡No! - Menos mal... - No he dicho que no. He dicho que sí. Y me he ganado mis buenos euros. - ¡Pero.... pero...! - ¿Qué quieres? Hay que aprovechar cuando pasan éstas cosas porque mañana, quizá esté otra vez plana como una tabla de planchar.

Desde debajo de la silla donde se sentaba la Cotilla, Pascualita hacía la señal de OK... - ¡Pascualita! Nos habíamos olvidado de ella.  

viernes, 15 de enero de 2016

¿Pompas... fúnebres?

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! Nos estamos forrando con las fregonas teñidas. Y ahora vamos a innovar algunas poniéndoles rastas. ¡Madre mía, que chollo! - La Cotilla ha llegado henchida de orgullo. Me ha dicho tu abuela que me des un calcetín de los gordos. - ¿Mío? - Claro. ¿Para qué quiere uno? - Para guardar los euros que estamos ganando. - Eso se guarda en el banco, mujer. - No, que todavía no soy rica y me lo quitará Hacienda.

Llamaron a la puerta. Era Blas el Parado con cara de circunstancias. - ¿Vienes a por más croquetas? - No tengo a quién venderlas. Que poco dura la alegría en casa del pobre. ¡Se han ido la Infanta, su clá y el resto del personal! - ¿Ya ha terminado el juicio? - ¡Yo que sé! Como la Infanta ha dicho que es inocente y devolverá el dinero... Dile a tu abuela que siga haciendo croquetas. Tal vez vuelvan algún día.

Se marchó arrastrando su tristeza por las baldosas...

- ¿No podrían darle trabajo a Blas! - ¡Ni hablar del peluquín! - Que haga él las rastas... - ¡Que no! - O que tiña las fregonas... - ¡He dicho que nones! - ¿Por qué? - ¡No pienso repartir con nadie! - ¡Pues van a meter a su gurú en prisión por avaricioso. Como usted!  (dije para fastidiarla)

La Cotilla perdió el color de la cara, se tambaleó y cayó al suelo como un saco - ¡Se ha muerto! (grité, asustada) ¡Yo no he sido! - Corrí al teléfono. - ¡Abuela, la Cotilla se ha muerto! - "No hay mal que por bien no venga ¡Todas las ganancias serán para mi!" - ¡Ven deprisa! - "¿Para qué correr si ya esta fiambre?" - ¡No sé qué hacer! - "Llama a Pompas Fúnebres"

- Perdone... ¿Hacen pompas aquí?... Pompas... Es que tengo un... ay ... cadáver... ¡que repelús! aquí y... ¿Una broma? No, señor... Está muerta... ¿Dónde quiere que vaya?... ¿A tomar por s...? ¡Oiga! que estoy hablando de cosas serias. ¡Menudo genio!

Afortunadamente, la abuela llegó a casa. - "¿Has llamado?" - Sí, pero no me han echo caso. - "¡Que cruz tengo contigo! Vamos a ver a la Cotilla" - Está en... la salita. - "Trae a Pascualita" - ¿Quieres que vea como es un muerto? - "Quiero que me demuestre que está muerta" - Ya te lo he dicho yo. - "Eso y nada es lo mismo"

La abuela tomó a la sirena por la cola y la tiró sobre la pobre vecina que yacía en el frío suelo, tiesa como un bacalao. Pascualita, que tiene el genio corto, pensó que no era tratada como es debido y hundió sus dientecitos de tiburón en uno de los raquíticos pechos de la Cotilla. Yo la desplacé un poco hacia el otro para que, por lo menos mientras estuviera de cuerpo presente, tuviera un buen aspecto.

Dos o tres mordiscos después, el color volvió al rostro de la mujer, se puso en pie de un salto, gritando, llorando y corriendo como un guerrero siux bailando para pedirle a Manitú que lloviera.

- ¡Cotilla, que alegría! (y la abracé con fuerza) - ¡Quita, maldita. Has querido matarme! - Me sentí muy herida y repliqué. - ¡Lo de Rato es verdad, para que se entere! - Volvió a tambalearse pero la abuela la tentó con la botella de chinchón y se lo pensó mejor - "Nena, trae unas copas y brindemos ¡Por la vida!"





jueves, 14 de enero de 2016

Hacienda.

La abuela entró taconeando sobre unos stilettos de charol verde loro y unas plumitas a cada lado del empeine. - "¿No ves nada raro?" (dijo abriendo mucho los ojos) - ¿Que se han cargado a un loro para hacer unos zapatos? - "¡¿Se puede ser más burra?! Mírame bien" - La abuela se movió hacia el balcón hasta que un rayo de sol se posó en su garganta y la iluminó. - ¡Anda! ¿Cómo lo has echo? - La abuela dió un golpe seco y rabioso, contra el suelo - "¡¿Pero es que, además de tonta, estás cegata, boba de Coria?!" - Veo... ¿unas piedras que brillan? - "¿Piedras? ¡Diamantes! ¡Que cruz tengo contigo!"

- ¿Andresito te ha regalado éste collar? ¡Yo quiero un novio así! - "Hay que trabajárselo y educarlo bien para que, en cuanto abras la boca, diga sí a todo lo que te convenga" - Gracias por el consejo, abuela pero ¿qué has hecho para merecer ésta maravilla? - "Convencer a Andresito para que no pague a Hacienda e invierta en mi ese dinero" - ¿Vais a defraudar a Hacienda? Se os va a caer el pelo porque Hacienda somos todos. - "Eso hemos creído hasta ahora pero no es así. Es solo de una frase publicitaria como la de Las muñecas de Famosa se dirigen al Portal jajajajaja ¡Es imposible, las muñecas no andan!" - ¿Cómo que no? - "Solo si van a pilas pero por ellas mismas no" - ¿Estás segura? - "Totalmente" - Pues me has hecho polvo... tantos años creyendo que tenían vida propia... -

Me he ganado un pescozón y no sé por qué. La abuela se ha ido a por Pascualita que dice que tiene más sentido común que yo. Lo que pasa es que la sirena no sabe lo que son las muñecas de Famosa.

Le ha explicado lo mismo que a mi pero aumentado. Al final le ha preguntado si lo había entendido ¡Que ilusa es la abuela a veces! ¿Cómo la va a entender esta especie de sardina con tetas? Pero la jodía ha echo la señal de OK con sus deditos. Después, señalándome, ha dicho - ¿Es tonta la Nena? - y el puñetero bicho ha vuelto a hacer el OK. El día menos pensado acabará escabechada.

- ¿Cómo has convencido al abuelito para que defraude, con lo recto que es? - Haciéndole ver que si esto lo ha dicho, durante el juicio de Noos, una fiscal de la clá que ameniza la defensa de la infanta, no puede ser mentira. Por lo visto la frase publicitaria se escribió así: Hacienda NO somos todos pero, al pasar a imprenta, se equivocaron y salió como la conocemos.

- Pediré que me devuelvan todo lo que he pagado desde que se implantó la frase. - "Tú si tienes que pagar. Y los ningundis como tu. Nosotros, no. Porque somos ricos" - ¿Seguro? - "Prueba a no pagar y verás lo que vale un peine jajajajajaja ¿Un chinchón, Pascualita?" - La sirena no se hizo de rogar... y yo tampoco.

miércoles, 13 de enero de 2016

El pelucón.

Unos golpes me ha despertado de madrugada. Y seguramente a media vecindad. Me sobresaltaron y antes que asustarme, me ilusioné pensando que los bomberos del calendario venía a salvarme de un incendio... pero no olia a quemado y se me ha encogido el corazón hasta casi desaparecer. - ¡¡¡Ladrones!!! - he gritado a los cuatro vientos.

Como farolillos de una verbena de barrio, se han ido encendiendo las luces de las habitaciones en las casas vecinas. - ¿Qué ocurre? (dijo una voz somnolienta) - ¡Ladrones! (gritó alguien) - Esta noche se han puesto todos de acuerdo para ir a trabajar, pensé.

Alguien llamó a los bomberos - ¡Perdona, bonita, pero vendrán primero a mi casa! grité a la voz queriendo dejar las cosas claras - El guirigay siguió hasta que cesaron los golpes. No sabía qué hacer hasta que la responsabilidad... o la curiosidad, me arrastró hasta la cocina. - ¡¡¡Cotilla!!!

- ¿Los golpes los daba usted? - Sí. He tenido una idea genial para ganarme unos euros y poder llegar a fin de mes. - Miedo me da. - A ver si te crees que solo puede tener buenas ideas tu abuela. Me voy a forrar.

Sobre la mesa de la cocina había un montón de fregonas a las que les faltaba la parte de arriba donde se enrosca al palo. - ¿Fregonas? ¿Por qué las rompe? Así no sirven para nada. - ¡Ya lo creo que sí! A ver, pónte una en la cabeza... - ¡Ni hablar! No son horas de hacer el ridículo - Bueno, me la pongo yo... mira. ¿Qué ves? - A usted con un mocho en la cabeza. - ¿Y si me hago así? (apartó los hilachos a ambos lados de la frente) ¿A qué estoy total? - Sí. Totalmente loca. - ¿Quién soy? - La Cotilla... - y partí hacia mi habitación. - ¡Tienes la imaginación en los pies! Mirame bien. Soy el nuevo President de la Generalitat catalana! - Me volví hacia ella entornando los ojos - ¿El del pelucón? - ¡Efectivamente!

Unas horas más tarde, mientras desayunábamos, llegó la abuela y en lo primero que se fijó fue en Pascualita, camuflada entre latas de sardinas en la estantería donde estaba Roberto, la cabeza jivarizada. La pobre estaba impaciente por haberse quedado sin cola cao. Y no podía dárselo mientras la Cotilla estuviese allí.

- "He pensado en tu idea y la he mejorado.¿Vamos al cincuenta por ciento en las ganancias?" - ¿Qué se te ha ocurrido? - "Teñir los mochos de colores para alegrar el invierno" - No está mal. - "¡Está muy bien! ¿Qué me dices?" - De acuerdo. - Sellaron el pacto con sendas fregonas coladas, con cortinilla, en la cabeza y unas copas de chinchón. 

Pascualita saltó sobre la Cotilla con los dientes por delante y en un momento su fregona quedó deshecha pero su cabeza quedó intacta. - Parece que tengo algo en el pelo. - "Una mosca. ¿Otra copita?" - ¡Ni se pregunta!

martes, 12 de enero de 2016

El carrito del súper.

- "Nena ¿vas a ir a comprar a Mercadona?" -  Creo que sí ¿por qué? - "Para que me traigas un carrito de allí." - ¿Un carro de la compra? - "Sí, sí. Mete un euro en la ranura y me lo traes" - ¿Quiéres que vaya por la calle empujando un carro del súper hasta tu casa? ¿Estás de antojos? - "Es para decorar el salón. Creo que pondré unas macetas dentro y lo colocaré junto al ventanal" - ¿Ya le has dado un tiento al chinchón? - "No estás al día, alma cándida. El fiscal Horrach tiene uno en su despacho y queda de lo más mono y original."

- No tengo maña para esas cosas. Pídeselo a la Cotilla. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! - Tenga el teléfono que la abuela quiere hacerle un encargo. - ¿Qué tripa te se ha roto?... ¿Un carrito?... ¿para qué?... ¡¿Ah, sí?!... ¡Vaya, vaya!...
 
Entre visita y visita de Blas el Parado para recoger más croquetas de la abuela y venderlas a la gente que sigue el macrojuicio de Noos, bajé a comprar. En el súper había un pequeño tumulto. Eran varias las clientas que increpaban a las cajeras - ¡No hay carritos! ¡Queremos carritos! ¿Cómo vamos a llevar la compra? ¡¿En los brazos?! ¡¡¡Queremos carritooooooos!!!

El personal del súper estaba desconcertado. ¡Habían desaparecido casi todos los carritos sin que se diesen cuenta!

Me dio un palpito. - ¡La Cotilla! (pensé) - ¿Para qué los querrá? La abuela solo ha hablado de uno... - Al llegar a casa, Pascualita estaba asomada al borde del acuario comiendo una croqueta. - ¿Quién te la ha dado? ( pregunté sobresaltada) - pero ella siguió a lo suyo. ¿Ha venido Blas estando yo fuera y ha descubierto a la sirena?... (me dije) Pero ella misma me dio la respuesta porque, después de terminar de comer, saltó al suelo y reptando hasta el aparador, se metió debajo y salió con otra croqueta entre los dientes. ¡Se le habrán caído a Blas por ir con prisas y no se habrá dado cuenta!

La Cotilla vino a media tarde. - ¡Estoy rota! Pónme un chinchón, nena... mejor, dame la botella y ya me serviré yo. Lo necesito. - ¿Sabe algo de los carritos desaparecidos del súper? - ¡Claro que lo sé! Menudo negocio he echo con las amigas y vecinas de tu abuela. Cuando se han enterado de que ella tenía uno de decoración, puesto de moda por el paladín de la infanta, me los quitaban de las manos. Y eso que los he vendido caros.

El concierto de pitos bajo el balcón nos anunció que llegaba la abuela y Geooorge había aparcado, como siempre, en la parada del bus. - Entró como un basilisco y se dirigió en línea recta a la Cotilla. - "¡Ya me estás dando la mitad de las ganancias!" - ¡Ni hablar! El trabajo duro lo he hecho yo. - "Pero la idea ha sido mía!" - Porque se lo viste al fiscal. - "El lo tiene como desahogo para poner papeles. Yo, con mi vista comercial, le he dado el toque decorativo."

Discutieron un rato hasta que llegaron a un acuerdo. Se repartirían las ganancias a partes iguales y la abuela se comprometía a que, si tenía ideas geniales como éstas, la Cotilla sería su socia y pondría su esfuerzo para que todo fuera sobre ruedas. Naturalmente, sellaron el pacto brindando con chinchón.




  

lunes, 11 de enero de 2016

Envidia cochina.

¡Harta me tiene Blas el Parado! Desde ayer no para de venir a casa a buscar croquetas de la abuela para venderlas a la puerta del edificio donde se juzga el Caso Noos.

Por lo visto hay un montón de periodistas y curiosos en la calle esperando acontecimientos. Mientras tanto llega el aburrimiento y el hambre. Y como no tienen una nevera a mano como pasa en las casas, se han decantado por las croquetas de la abuela. ¡Son un éxito! He acabado por darle una llave para que abra cuando vuelva, así no tendré que levantarme cada vez.

La Cotilla está celosa. - Mi amiga de la infancia ¿por qué no me ha dado la exclusiva de las croquetas? - Lo sabe de sobra. El hombre está en el paro desde hace años y ya no recibe ninguna pensión. ¿De algo tendrá que comer, no? - Ahí no me meto ¡pero las croquetas debería venderlas yo! - ¡Egoísta! - ¿Yooooooo? Soy una miserable pensionista que no llega a fin de mes y... - ¡Esa canción ya me la sé!

Esta mujer es una supèrviviente nata y saca dinero de donde puede: "limpiando" los cepillos de las iglesias, vendiendo los cirios usados a quién no tiene para pagar la luz, trapicheando con la comida que encuentra en los contenedores del súper y de los barrios buenos... Y ahorra en comida y gastos de casa porque se ha instalado aquí.

Mientras discutíamos ha entrado Blas. - ¡Vengo a por más croquetas! - Cógelas tu que ya sabes dónde están.

No me di cuenta de que la Cotilla había desaparecido hasta un buen rato después de haberse ido Blas. ¡Uf! que ancha me quedé. Para celebrarlo, puse a Pascualita sobre mi falda y nos tomamos un chinchón. Pero la tranquilidad duró poco. La abuela llamó. - "¿Por qué le has dado croquetas a la Cotilla?" - Yo... no... - "¡Atontada como siempre!" - Si es que... ¿dónde está? - "En la tele. Peleándose como una arrabalera, con Blas" - Corrí a encender el televisor. Unos guardias hacían esfuerzos sobrehumanos para separarlos. Blas la acusaba de ladrona - ¡Está vendiendo, las croquetas que me ha robado, al duque emPALMAdo y familia! - ¡Oiga ¿quién le ha dado permiso para entrar allí? ¡Está prohibido! - ¡Por eso no he pedido permiso, bobo de Coria! - ¡Un respeto, señora, que somos la autoridad! - ¡Y yo, el pueblo soberano! - ¡Soberano va a ser el sopapo que le daré si no se está quieta!

El público allí concentrado abucheó a la policía. - ¡Fuera! ¡Solo es una pobre vieja! - ¡¡¡Vieja lo será tu madre, imbécil!!! (contestó, rápida) - Y la cosa siguió, cada vez más caliente.

En plena discusión, un abogado se asomó a la puerta y llamó a la Cotilla - ¡Traiga tres raciones más a la Sala! - ¡Oído, cocina! (exclamó ella) - Blas le tomó la delantera y entregó el pedido al letrado ante las protestas de la Cotilla y la gente que habia tomado partido por ella. La policía pidió refuerzos.

Abogados y fiscales, asomaban de vez en cuando, la cabeza y gritaban las raciones que querían. Entonces se organizaba una carrera entre los croqueteros para ver quién servía más rápido. Hasta unos policías que vigilaban dentro, hicieron encargos. Solo Matas se abstuvo. Cuando más tarde se le preguntó por qué no había comido croquetas como todos, contestó. - Me he traído un bocata de atún de casa. Me he pringado. - ¿De aceite? - ¡Ojalá! ¿La jueza ha dicho que pague muchos euros? como estoy un poco sordo... - La oreja le ha funcionado estupendamente. - ¡Me lo temía!

domingo, 10 de enero de 2016

Cambio climático.

La abuela está que trina. Se gastó un pastón en ropa de invierno y no se la puede poner. - "En mi juventud las Estaciones del Año eran más serías. Tenían empaque y no engañaban. Ahora son unas pasotas degeneradas que nos tienen descolocados. En Invierno hacía un frío de tres pares de narices. en Primavera florecían los almendros, las abejas no paraban de trabajar yendo de flor en flor y las mujeres nos poníamos ropa de entretiempo: abriguitos de piqué con manga tres cuartos, medias de cristal, en fin... En verano sudábamos la gota gorda y andábamos todo el día con el abanico y echándole anís al agua del botijo para que supiera mejor. En Otoño caían las hojas, te ponías una rebequita para salir por las tardes... Lo normal. Pero, ahora es un sinvivir"

- Es el Cambio Climático, abuela. Nos estamos cargando la capa de Ozono. - "¿Quién te lo ha dicho?" - Los científicos. - "¿Tu hablas con científicos?"- Los veo en la televisión. - "¡Mentira! No te eches flores que nos conocemos. En la tele solo ves a la Esteban" - Sí que la veo... pero poco. - "¿A qué le llamarás tú, poco?"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaa! ¡Que calooooooor! He tenido que pararme en una tienda de souvenirs y coger un abanico de los caros para aliviarlo un poco. - ¡Encima, de los caros! - Ya que lo cojo no querrás que sea de los chinos. Esta nieta tuya cada día es más tonta. - "He pensado que podemos ir a la playa, Cotilla" - Y después comeremos en un comedor social. Te invito. - ¡Abuela! tu tienes dinero. No puedes comer en esos sitios. - "No te preocupes que no se me van a caer los anillos, nena"  - Y salieron del brazo camino de la playa. Corrí tras ellas porque me di cuenta que la abuela no me había entendido pero el ascensor ya había iniciado el descenso.

Saqué a Pascualita del acuario y salimos al balcón para que nos diera el sol. En ese momento las vi dirigirse a la parada del autobús. Y grité: ¡¡¡Abuelaaaaaaaaaaaa!!! - Pero con el ruido del tráfico no me oyó. Así que hice bocina con las manos y sacando medio cuerpo fuera de la barandilla del balcón, grité con toda la potencia de mis pulmones: - ¡¡¡ABUELAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!... - Y me caí.

Las ramas del árbol, que habían reverdecido de nuevo gracias a los calores inusuales de enero, evitaron que me estrellara contra la acera. - ¡¡¡Pascualitaaaaaaa. Socorrooooo!!! - La sirena estaba a dos palmos de mi y me mostraba su dentadura de tiburón. Aquello me enfureció. - ¡No tengo la culpa, maldita sardina! ¡Te haré en escabeche, jodía! ¡Ven aquí y verás lo que es bueno, bicho asquerosooooo!

Quizá, alertada por mis gritos, una vecina se asomó al balcón. - Vaya sitio para tomar el sol. - ¡Me he caído! - No me extraña. Te pasas el día haciendo el tonto. - ¡Llama a los bomberos! - ¿Y qué les digo? ¿Que se te han olvidado las llaves cuando has salido a andar por las ramas? jajajajajaja - ¡¡¡Eres tonta!!! - ¡Anda y que te den!

De repente, Pascualita saltó hacia mi y me aparté rápida. No me mordió pero la nueva rama en la que estaba, no aguantó mi peso y caí sobre... Bedulio que pasaba por allí. Me siguió Pascualita que, para no estrellarse contra el suelo se agarró al trasero respingón del Municipal e hincó los dientes.

Mientras todo esto pasaba, llegó el autobús y las dos amigas subieron a él sin que se percataran de nada. A Bedulio y a mi nos llevaron a una clínica. Antes de que nos metieran en ambulancias separadas (en su inconsciencia, él lo pidió así) tuve tiempo, al arrancar a Pascualita, de ver el terrible hinchazón que impediría a Bedulio sentarse durante varios días. 

sábado, 9 de enero de 2016

Crónicas del viaje (4)

Como pollos escaldados íbamos por Zaragoza. Mojada hasta los huesos, con las botas llenas de agua que, al caminar, sonaban así: ¡chof! ¡chof! Es verdad que tenía la ilusión de que los Reyes Magos me trajeran unas deportivas con música y lucecitas para fardar por mi barrio. Pero no acuáticas.

Un enorme dragón estira el cuello en lo alto del tejado de la Basílica del Pilar. La boca abierta de la gárgola vomita agua sin parar. La abuela me dio un empujón al pasar junto al chorro - "¡¿A qué no te has duchado ésta mañana?!" - Las risas de los abuelitos y la Cotilla sonaron en toda la Plaza, hasta la puñetera gárgola se reía mientras yo me calaba hasta los huesos. - Una mujer con dos niños se me acercó sonriente y me dijo: - ¡Tenga, un euro! ¡Como nos hemos reído!.

En vista de mi "éxito" la Cotilla no dudó en meterse bajo el chorro de agua fría pero nadie se fijó en ella y solo consiguió un constipado.

Recorrimos, paso a paso, el interior de la Basílica admirando las obras de arte que encierra. De repente la abuela se golpeó la frente con la mano. - "¡No había caído antes!" - gritó. Y mientras un montón de gente se volvió a mirarnos ella siguió diciendo, con el mismo tono de voz: "¡Las Mari Pilis son Mari Columnas!" - Y le dio la risa floja. - "jijijijijijijijijiji" - Contagiándonos a todos.

Luego salimos a la calle para poder reír a gusto. Y nos encontramos con un enorme belén de tamaño natural por el que la gente podía transitar. Y encima, gratis. Así que nos convertimos en figuritas. Caminando por las calles del pueblecito encontramos una mujer ante un puesto de verduras. La Cotilla, que enseguida huele el negocio, se enfadó: - Si lo llego a saber traigo víveres del contenedor del súper y los vendo aquí ¡maldita sea! - A mi me apetecieron unas manzanas - ¿Aceptará euros, abuela? (pregunté, inocentemente) - "¡Que cruz tengo contigo!" - Más adelante, una mujer lavaba ropa arrodillada junto a un estanque. La Cotilla no pudo evitar hacerle un comentario - ¿No me diga que no tiene lavadora? (y volviéndose hacia nosotros, dijo) Esta tía está para hacerle una foto.

Después de pasar frente al Nacimiento y cruzarnos con pastores y sus rebaños de ovejas y patos, llegamos a la otra puerta de las murallas. A lo lejos vimos que estaba custodiada por dos soldados romanos. "¡El ejército de ocupación!" (gritó la abuela) - ¡Chissssssst! no grites. A ver si vamos a tener problemas con ellos. - "Pero no ves, boba de Coria, que son de mentira" - Pues el de la derecha no me lo parece... Que bien le sienta la minifalda del uniforme... ¡Ay! (suspiré) - "Y el cepillo de barrer que lleva en el casco, tonta del bote!" -

Pasamos junto a los centinelas y ante mi duda de si eran reales o no, choqué contra el de la derecha con toda la intención. El romano se tambaleó y acabó de bruces en el barro. Todos nos precipitamos a recogerlo y el sonido de nuestras cabezas al chocar a la vez, despertó a un adormilado vigilante que corrió hasta donde estábamos para llamarnos la atención. Sin embargo, a pesar de los taconazos, los años, el barro, la lluvia, la gente apelotonada, etc. etc. etc., no nos cogió.

Salíamos a todo correr de la plaza, camino del aparcamiento del rolls royce que, para variar era la parada del autobús de línea, cuando la abuela se dio cuenta de que el termo de los chinos estaba abierto y vacío. Me miró y dijo - "Ya sabes lo que te toca" - ¡No pienso volver al belem!

De nada me valió el arranque de rebeldía. Tuve que volver sobre nuestros pasos. Pascualita yacía, más muerta que viva, entre el barro y las plantas que bordeaban el camino del pueblecito. Abrí el bolso y la metí dentro. A mi espalda sonó una voz aterradora que gritó: - ¡¡¡Ladronaaaaaaaaa!!!

Esta vez tampoco me pilló el vigilante pero, para esquivarlo, no tuve más remedio que pasar bajo la puñetera gárgola que seguía vomitando agua de lluvia.

viernes, 8 de enero de 2016

Crónicas del viaje (3)

Entramos en el Castillo, sobrecogidas. De echo a la Cotilla la tuvimos que empujar para que traspasara la puerta y nos adentramos en plena Edad Media. Andresito, se adelantó para coger un buen sitio en la terraza de una de las cafeterías donde daba el sol, para tomarse una cerveza contemplando el magnífico panorama.

La abuela comentó que siendo, como es, una mujer rica, debía ir a rendir pleitesía al señor del Castillo - ¿Y si es un bruto? - "¿Insinúas que puede violarme?" (me preguntó a su vez) - Por ejemplo. - "Pues... no había pensado en eso... Menuda experiencia si está con la armadura puesta, será como abrir una lata de sardinas. ¡Hasta luego!"

Entró por una puerta más concurrida y nosotras nos sentamos en un banco de piedra a esperarla. Había pasado más de una hora cuando la vimos salir. - ¡Por fin! ¿Qué te ha echo el muy bruto? ¿Llevaba armadura? - "Estoy desconcertada..." - ¿Es guapo? (quise saber por si me animaba a entrar yo también) - ""Visto de cerca, el alimoche no está mal" - ¡Huy! (dijo la Cotilla) Habéis intimado ¿verdad? ¡Incluso le llamas cariñosamente jejejeje!

- ¿Por qué le llamas alimoche, abuela? - "Se llama así" - Que nombres más raros ponían a los críos en la Edad Media.

Una vez cumplimentado el señor del Castillo, dimos una vuelta por el gran patio de armas y fuimos a sentarnos con Andresito. - ¿Va todo bien, chicas? - Sí, alimoche jejejejejeje (le soltó la Cotilla a bocajarro y a mi se me pusieron los pelos de punta. Si se encontraban los dos paladines de la abuela, la lucha sería a espadas y Andresito no tenía ni idea de manejarlas)

Para evitar dramas, la abuela propuso ir a saludar al obispo del lugar. - ¡Ay! ¿Será un obispo enamoradizo? (dije yo, poniendo los ojos en blanco) - "No eres más tonta porque no te entrenas. Iré sola" - ¡No hay derecho! A éste paso nosotras no nos comeremos una rosca (se quejó la Cotilla y tuve que darle la razón) - Pero la abuela ya había partido, camino de la iglesia cuyo campanario sobresalía entre los tejados de las bonitas casas de piedra de los artesanos y mercaderes.

Esta vez la esperamos junto al abuelito, tomando un pincho de tortilla y una cervecita. Al cabo de un buen rato éste dijo. - Parece que tarda tu abuela. Voy a ver qué hace. - ¡¡¡Noooooooooooo!!! (gritamos la Cotilla y yo a la vez) Iremos nosotras. (No podíamos permitir que Andresito encontrara a su mujer entre las faldas del obispo) - El abuelito contempló el paisaje de montañas, campos y ríos que se extendía a nuestros pies detrás de las impresionantes murallas y dijo: - Vale.

Encontramos a la abuela temblorosa, saliendo del campanario. Tras ella se oían lamentos, carreras y gritos misteriosos que nos pusieron los pelos de punta. - "Me he atascado. Me he atascado" (murmuraba la abuela) - Después de comer, mientras el abuelito y la Cotilla dormían la siesta al sol, me contó que subió al campanario por una escalera muy estrecha, agobiante y al regresar se atascó en un recodo imposible. "Grité y el hombre que cobra la entrada me ayudó tirándome de los brazos. Pascualita pensó que me atacaba y saltó del termo de los chinos a la nariz del cobrador. Ahora está echo un Cristo el pobre..." - ¿Y el obispo? -  "¡Y yo que sé!" - Tuve un presentimiento - ¿Y... el señor el Castillo? - "Lleva mil años enterrado en su mausoleo" - Entonces, si no te ha violado ¿a qué a venido eso de Alimoche? - "Es una especie de buitre y es la mascota del museo de animales" - ¿Me estás diciendo que...? - "¡Sí! Es un museo y me han cobrado cuatro euros para entrar"


jueves, 7 de enero de 2016

Crónicas del viaje (2)

La abuela llenó dos maletas con trajes para esquiar, gafas de sol de cristales de colorines, botas de pelo largo, gorros de lana de alpaca que se encogieron en cuanto se mojaron y olían a chotuno. Y otras tantas maletas con bikinis, cremas solares, trajes de noche, pijamas afelpados, pamelas, guantes chillones y un montón de cremas para la piel. - ¿Vas de safári, abuela? - "No quiero que me pille el toro y por eso llevo ropa para todas las temporadas. Con el buen tiempo que está haciendo no sé en qué estación estamos. Yo diría que en Otoño, por la caída de las hojas, pero el calendario dice Invierno... ¿No se habrán equivocado en la imprenta?"

En el aeropuerto la abuela y Andresito discutieron. Llevaban sobrepeso y tuvieron que pagar recargo. Durante un rato se dieron la culpa el uno a la otra y viceversa. - De lo que llevas, te sobran tres cuartas partes. - "¡Qué sabrás tú lo que necesita una mujer!" - Tengo una ligera idea, cosa que no pareces saber tú. - "Se está rifando un pescozón y tienes todos los números" - Abuelitos, por favor. Estáis dándo un espectáculo (imploré, avergonzada) - A la Cotilla no le pasó por alto mi comentario y usando su gorro de lana como platillo, se dedicó a pasear entre la gente para recaudar dinero tal como hacen en las misas. - ¿Y a qué organización dice que va a parar nuestra limosna, señora? (comentó un hombre al tiempo que sacaba unas monedas del bolsillo que fueron a parar al fondo del gorro) - A las misericordiosas amigas pascualinas... Dios se lo pague. - Cuando el dadivoso ciudadano iniciaba la siguiente pregunta, la Cotilla ya había desaparecido de su vista.

Pascualita dormitaba en el broche que la abuela llevaba prendido en la solapa del impresionante abrigo de visón. - Como te vean los ecologistas te pondrán a parir, abuela. - Un chiiiissssssssssss que sonó a su espalda nos puso sobreaviso. Un ecologista estaba pintando el abrigo con un espray rosa fosforito. - ¡Menos mal que es un color que te gusta! - Pero no me oyó porque corría, terminal arriba, sobre sus sofisticados estilettos en pos del "pintor" - "¡¡¡Imbécil!!!"

Al subir al avión ya se había calmado pero, poco después surgió otra discusión. Esta vez fue con la Cotilla a cuenta del reparto de las ganancias obtenidas por la vecina y de las que la abuela quería la mitad porque a quién le habían pintado el abrigo era a ella, pero la vecina no daba su brazo a torcer. Andresito, harto de escucharlas, zanjó el asunto cogiendo el dinero y regalándoselo a la primera azafata que pasó junto a su asiento. - Tenga, repártanlo entre la tripulación y ¡Feliz Navidad, señorita! - El abuelito se ganó la gratitud de los trabajadores del aire y un capón que sonó a hueco en su cabeza. Dos gruesos lagrimones corrieron por sus mejillas que se incrementaron el recibir una patada en la espinilla por parte de la Cotilla. Dos voces, al unísono, atronaron el avión: - ¡¡¡El dinero no era tuyo, gilipollas!!!

miércoles, 6 de enero de 2016

Crónica del viaje.

- "¡Ni se te ocurra sentarte en mi sillón que vengo descuajaringada!" - Como un ciclón, la abuela pasó delante de mi, a paso de carga, para espatarrarse delante de la televisión, tirar los zapatos al aire y descansar del viaje. - ¿Por qué no dices a Geoooorge que te lleve a tu casa?  - "Porque no" - Pues yo tengo ganas de perderte de vista después de tantos días juntas ¡Menudo empacho de abuela y Cotilla  tengo. Eso sin contar la vergüenza que me ha echo pasar Pascualita. - "¡Tiquismiquis!" - ¿Yoooooo? Estas vacaciones navideñas con vosotras me han curtido para soportar una guerra nuclear.

Me contestó un ronquido.

Llevé a la sirena a su acuario, al que saltó mucho antes de llegar a él. Tal vez fuera el cansancio pero la cuestión es que erró la puntería y se dio un morrón contra el cristal que la dejó dormida un buen rato. De todas maneras la sumergí, cayendo como un plomo hasta el fondo donde quedó tapada por las algas. La Cotilla andaba cerca y más valía prevenir.

Me senté en el sofá de la salita y al segundo siguiente ya estaba traspuesta. La ensoñación me llevó, en un abrir y cerrar de ojos, a un pequeño pueblo del Pirineo oscense lleno de vacas. Recuerdo que lamenté no tener un capote a mano para defenderme cuando las puñeteras decidieron que era la hora de hacer ejercicio y salieron en tropel de los corrales. Corrí como alma que lleva el diablo. Al poco me percaté de que los cuatro vecinos que a esas horas tempranas, salían de sus casas camino del bar a tomar un carajillo, me aplaudían. Incluso alguno, entusiasmado, gritó: ¡Viva San Fermín!

La abuela quiso ver la cabalgata de Reyes. Salimos del hotel con los cuerpos bien entonados. Alguien le había dicho que para combatir el frío de la nevada, tomásemos algo fuerte. Como no especificó cuanto, decidimos que más valía pecar por exceso que por defecto y poco faltó para que acabáramos con la botella de chinchón recién abierta

 La abuela, que no se separó de Pascualita en todo el viaje, la llevaba en el termo de los chinos con agua caliente y una bufandita que le había tejido, enrollada al cuello. Cuando vio a los Magos de cerca su atención fue para el Rey Baltasar. - Pues yo prefiero a... ¡hip!... Melchor (dijo la Cotilla) Esas barbas blancas parecen... ¡hip!... muy confortables. - "Te lo regalo enteriiiiiito... ¡hip!" -

Se acercó a la carroza real gritando - "¡Dáme caramelos, morenazo!... ¡hip!... ¡Ven conmigo que... ¡hip!... haré de ti un ... ¡hip!... hombre!" - El pobre, asustado, pensó que dándole unos caramelitos se quitaría aquella loca de encima pero, al agacharse para entregárselos, la abuela le hizo una llave de judo que por poco lo desnuca y acabó dándole un morreo en los labios que a punto estuvo de morir asfixiado.

Se armó un pollo de mucho cuidado. Allí gritaba todo el mundo, sobre todo la abuela que no quería que la separasen de su Rey. Esto fue el revulsivo para que la sirena saltara en ayuda de su amiga. Clavó los dientes en el turbante de seda pero, como hacía mucho frío, se metió dentro a dentelladas. Inmediátamente, Baltasar supo que se quedaba calvo y gritó como un poseso. Saltó de la carroza, corriendo en zigzag de acera a acera y no tuvo más ocurrencia que saltar al río. Le rescataron in extremis, cuando la corriente se lo llevaba. Me acerqué y le arranqué el turbante de un tirón seco. La gente, al ver su cabeza monda y lironda, gritó: ¡Nos engañó. Llevaba peluca! - Y mientras discutían si lincharle o correrlo a gorrazos, me llevé a Pascualita ,que estaba más muerta que viva debido al agua dulce que acaba de beber.

En el hotel nos tenían preparada la cuenta. - Este es un pueblo serio y no queremos ser pasto de habladurías en las telebasuras. - La Cotilla dijo que si llega a saber que nos harían ésto, se hubiese aprovechado de Melchor.

El caso es que esa noche nos la pasamos en el rolls royce mientras Geooorge intentaba encontrarnos habitación pero, como la fama nos precedía, acabamos durmiendo en el coche. Que chivatos son a veces los adelantos electrónicos. Superan a la Cotilla.