viernes, 18 de diciembre de 2015

Luisito.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¡Vengo con los pelos de punta! ¡No sé a dónde iremos a parar! ¡La Justicia la tiene tomada con nosotros! - ¿Cuándo dice "nosotros" se refiere a ladrones, maleantes y demás ralea? - Dicho así suena feo... Es mejor decir el Ramo de los Listos. Se está perdiendo la sana costumbre de hacer la vista gorda, o dejar pasar el tiempo para que el delito prescriba. - Se refiere a chorizos de alto estanding ¿verdad? - ¡Exacto! siempre ha habido categorías. No es lo mismo un ratero que le roba la cartera a un parado a que un rico haga lo mismo a miles de ellos. No vas a comparar. El primero se merece la cárcel, el otro un premio a la inteligencia.

- Cotilla, está desvariando. - ¡Que no! Fíjate que acaban de condenar a siete años de cárcel ¡A siete años, nada menos! a un crío monísimo llamado Luisito, que se quedó con las grandes posesiones en tierras y casas, de un matrimonio al que el chico tenía encandilados con su simpatía. Y no tuvo que asaltar la casa, descerrajar puertas y ventanas, amenazarles con una pistola... ¡Que va! Ese niño tiene una virtud innata para éste trabajo. - ¡Menudo pájaro el tal Luisito! - ¡Que sabrás tu, mentecata! Un artista es lo que es. Les pidió que se lo dieran y se lo dieron ¡y ante notarios! A ver quién es el guapo que iguala ésto. Debo reconocer que casi me ha echo olvidar mi pasión por Luís Bárcenas... ¡Anda, otro Luís! Ahora mismo montaré un altar a mayor gloria de los Luises: el maestro y el alumno aventajado.

- ¡En mi casa, no! - ¿No tenías que hacerle un recado a tu abuela?  - Pues... - Delante de mi te encargó llevar uno de los libros de Las cansiones de Ossifar a una amiga suya que vive por la playa de Illetas ¡Ya estás tardando porque esa señora tiene muchas ganas de tenerlo! - Que venga ella a buscarlo. - Está inválida, la pobre (la voz compungida de la Cotilla, me llegó al corazón y salí camino de la parada del bus)... a pesar de que no recordaba el encargo de la abuela. Claro que el chinchón que bebimos ayer pudo jugarme una mala pasada...

Ni encontré la casa, ni a la amiga de mi abuela, ni a ninguna inválida en quinientos metros a la redonda. Al volver encontré a la Cotilla poniendo flores de plástico de la tienda de los chinos, en el altar que construyó durante mi ausencia - ¡No le dije que NO! - Ah, perdona, pero yo entendí que SI


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