miércoles, 23 de diciembre de 2015

La tarjeta black.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! Estoy preocupada... ¿Me oyes? Te decía que estoy preocup... ¡Despiértate, coñe, que te estoy hablando! - Dejame dormir zzzzzzz... abuela zzzzz. - ¡Afortunadamente, no eres mi nieta!

Cuando pude abrir un ojo el reloj marcaba la cinco de la madrugada ¿Pero es que éstas dos viejas no saben ir de visita a horas normales? - ¿Que hueso se le ha roto? - Te lo contaré cuando me hagas un café con leche. Traigo ensaimadas de hace tres días y desayunaremos. - Gracias a usted tengo el estómago a prueba de bomba.

La preocupación de la Cotilla tenía que ver con los corruptos. Se multiplican como los piojos y no hay altar que los acoja de tantos como son. Ella se mantiene fiel a Luis Bárcenas, su gurú, pero reconoce que hay muchísimos que se merecen estar en el altar porque han sido maestros para las gentes humildes de la profesión, como ella.

- Van a llevar al banquillo a sesenta y seis personas acusadas de tirar quince millones de euros, alegremente. - ¿En qué se lo gastaron? - Pues en viajes, cenas en los mejores restaurantes, puterío, hoteles de superlujo, etc. etc. Esas cosas me dan envidia y me demuestran que, a su lado, no soy nadie Una aficionada del montón. - Si robaban a punta de pistola no se le ocurra imitarlos. - Con algo tan inofensivo e ingenioso como una Tarjeta Black. - ¿Black como el famoso viernes? - Me he hecho una y mañana la usaré. Ya siento cómo los euros ruedan, en fila india, hasta mi cartera ¡Seré rica y gastaré a manos llenas! Tu abuela se morirá de envidia y Andresito se fijará en mi.

¿A ver esa maravilla? - Me enseñó una Tarjeta Ciudadana que había pintado de negro con un rotulador. - ¿Esto tan cutre es la repartidora de millones de euros? - ¿No me crees, mujer de poca fe? Por cierto, ya puedes ir desalojando el comedor de muebles y trastos. Sobre todo de ese acuario vacío que aún no sé para que lo quieres. - ¿A santo de qué? - En algún sitio tengo que montar el altar de los Amigos de lo Ajeno ahora tendrá tantos "santos" - En el cuarto piso está su casa... - Ya, pero nunca estoy allí. - Pues nunca es tarde para cambiar de costumbres, Cotilla. Deje que el ascensor la suba hasta allí. - ¿Te molesto? - ¡Un montón! - Que sepas que no te daré ni un euro de lo que gane... - Bueno, puede venir a merendar si quiere pero después ¡arreando para arriba!

A la hora del Telediario estaba viendo las noticias con Pascualita, cuando me pareció que los locutores a penas podían contener la risa. Me temí lo peor y presté atención: Una mujer mayor ha entrado en uno de los más caros comercios de la Milla de Oro de la ciudad y comprado sin mirar precios ante el asombro de los dependientes porque, por las trazas que llevaba, no tenía pinta de ser una potentada. Pero, como las apariencias engañan, doblaban el espinazo ante sus órdenes. Al ir a pagar sacó una tarjeta, a todas luces falsa, del cochambroso bolso que llevaba.

Advertida que, como broma, pasaba de castaño oscuro, ha montado en cólera gritando que era una Tarjeta Black, la misma que usó Rodrígo Rato y sesenta y cinco sinvergüenzas más. Finalmente, han llamado a la policía porque se ha puesto violenta lanzando patadas y tortazos a quién se le arrimaba. Un dependiente que ha perdido un diente, con el deterioro de su imagen que esto genera. También está herido uno de los Municipales que acudió a detenerla. - En la tele salió la cara de Bedulio y Pascualita saltó hacia la pantalla del televisor, estampándose contra ella. Ahora duerme en el acuario gracias al chinchón que le puse al agua. Tiene la cara hinchada y está más horrorosa que antes.


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