domingo, 6 de diciembre de 2015

El día de la Constitución.

Hoy, que se celebra el Día de la Constitución Española, he salido a la calle con Pascualita para que disfrute del buen tiempo y de paso se entere de lo que es una Constitución.

Llevaba al cuello el termo de los chinos, con el tapón quitado, para que la sirena me oyera mientras se lo explicaba. - Es un libro que contiene... ¿me estás escuchando? - Habíamos llegado a la Plaza de España y el suelo estaba lleno de palomas pedigüeñas. Una niña pequeña fue corriendo hacia ellas y levantaron el vuelo, indolentemente, para posarse otra vez un poco más allá... cerca de donde estábamos nosotras. - La Constitución dice que todos somos iguales ante la Ley... en teoría. Esto lo digo yo porque no me parece igualdad que alguien esté en prisión por robar unos pañales para su bebé y otro, que se ha llevado millones nuestros a paraísos fiscales, siga en la calle y con tratamiento de don, en cambio el otro es un pardillo, un pobre desgraciado, etc... ¿Te das cuenta de la diferencia?

La sirena estaba distraída mirando todo lo que nos salía al paso. - Pascualita, no te disperses que te estoy hablando de algo muy importante que podrá serte útil el día en que vuelvas a tu hábitat natural. Imagínate, todos los peces tendrá su casa... ¿Tenías casa cuando vivías allí? - Ni siquiera me miró. Estaba pendiente de las palomas que volaban bajo y se iban acercando a nosotras. De repente una se puso en mi cabeza - ¡Eeeeeeh, quita de ahí! - A continuación, otras se subieron a mis hombros  y una, más atrevida, apoyó sus patitas en la boca del termo. 

La paloma y Pascualita se miraron sorprendidas. La sirena intentó tocarla y recibió un picotazo en la cabeza. Montó en cólera. La paloma, asustada, salió volando para ponerse a salvo y se subió en la cabeza del Rey Jaime I el Conquistador que, en calidad de estatua ecuestre, dominaba el panorama de la Plaza.

Pascualita, enrabietada por el injustificado picotazo, saltó tras ella y, en lugar de subir como la paloma, cayó como un plomo en el pequeño estanque que hay a los pies del Rey. Menos mal que había caído en blando porque hubiese quedado espachurrada contra los carísimos adoquines del suelo que pusieron en la ultima reforma y se rompen con facilidad.

No me preocupó que cayera al agua hasta que la vi ahogarse ¡Era agua dulce! Intenté entrar en el laguito pero era difícil pasar por allí. Me sentí inútil viendo como la sirena daba sus últimas boqueadas. El susto le había quitado la extraña inmunidad que tiene de poder estar fuera del agua el tiempo que quiera. Finalmente me subí a la reja y salté. El agua estaba helada pero no me paré a pensarlo. Cogí a la sirena y la metí en el termo, tan rápido que nadie me vio.- Salía de allí echa una sopa y tiritando de frío. - ¡Vaya, vaya! Vuelves a las andadas ¿No te da vergüenza hacer cosas de cría con lo mayor que eres. - ¡Bedulio!... ¿no me irás a multar? -  De mil amores ¿A ver si crees que voy por ahí perdonando a los infractores? - Pero... es el día de la Constitución. - ¡Y el día de Santa Multa, patrona de sinvergüenzas, pillos y maleantes! Hale, andando para el cuartelillo.

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