martes, 1 de diciembre de 2015

El debate.

- "Nena ¿víste el debate anoche?... ¿Nena?... ¡Nenaaaaaaaaaa" - Cuando el grito de la abuela penetró en mi cerebro, a punto estuvo de entrar con él la cabeza jivarizada del abuelito Roberto. Es la "encantadora y suave" manera que tiene la abuela de despertarme. - ¡Pobre abuelito! (grité, dolorida) - "Pobre ¿por qué? Por lo menos sirve para algo" - ¿No duermes nunca? - "Cuando mi mente está libre de preocupaciones" - ¿Ahora estás preocupada? - "Sí, porque no me has contestado ¿Viste el debate anoche?" - ¿Qué debate? - "¡Lo sabía! ¿cómo vamos a discutir ahora?" - A las tres y (estiré el cuello para ver el despertador) cuarto de la madrugada no pienso discutir.

Pero el hombre propone y la abuela dispone - "¿Cuál te parece el más guapo de los tres políticos?" - ¿Aznar..., Zapatero... y Calvo Sotelo? (se me cerraban los ojos mientras notaba que mi cerebro se volvía plano) - "¿Has visto, Pascualita, lo que es un ente supérfluo para la sociedad? Si te encuentras algo así cuando vuelvas a tu hábitat ¡cómetelo!" -  La palabra ¡Cómetelo! horadó mi cerebro como un compresor agujerea una calle. Unos dientes, enormes y afilados, aparecieron frente a mi. Corrí mucho sin moverme del sitio. Lloré, grité, supliqué a los dioses y diosas de todos los firmamentos, que me ayudaran pero ellos estaban ocupados viendo un partido de fútbol: Barça-Madrid, sin pestañear para no perderse nada. Y ellas estaban en plena sesión de peluquería, manicura, pedicura, maquillaje...

Los enormes dientes solo tenían una idea fija: comerme ¿Por qué? pensé durante el segundo en que pude razonar. He dicho bien los nombres de los políticos... Tal vez eran otros. A ver... ¡Suárez, González y... ¡Mariano! Respiré tranquila. Seguro que los que debatieron anoche eran estos tres ¡Uf! que peso me quité de encima.

La sombra de unas enormes mandíbulas se cernió sobre mi. Los nombres no habían parado la maquinaria que movía al gran depredador... ¿Qué otros políticos hay? El sudor corría por mi cara debido al enorme esfuerzo mental. Vamos a ver... ¿nuestros Pinochos? No creo. ¡Si pudiera beber unas copitas de chinchón, me relajaría y recordaría los nombres! Levanté la cabeza y grité a la dentadura ¡¡¡¿Quiéres chinchón?!!!... Los dientes dejaron de amenazarme... No me atrevía a respirar. Pasaron unos segundos interminables. Y entonces, escuché una voz cavernosa que me decía... - ¡Primero ofreces y luego no te mueves Venga, que es para hoy, boba de Coria!

Abrí los ojos. La abuela y Pascualita me miraban espectantes. - ¿Se... ha ido... el monstruo? - "Vete a saber a quién le llama monstruo. ¿Te das cuenta, Pascualita, como llevo razón cuando te digo que me ha tocado llevar una buena cruz con mi nieta? ¡Me estoy ganando el cielo!"

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