lunes, 28 de diciembre de 2015

¡Viaje a la vistaaaaaa!

- ¡¡¡AVEMARIAPURÍSIMAAAAAAAAAAAAA!!! - ¿Es necesario gritar tanto estando en fiestas? - ¿Que tendrá que ver la velocidad con el tocino, boba de Coria? - Pues que ya no soy tan joven y las resacas me duran más. - Que juventud más floja tenemos. Desde luego no te pareces ni a tu abuela ni a mi. - ¿Por qué iba a parecerme a usted si no somos familia? - Como eres tan rara, cualquiera sabe. Yo, de ti, me haría mirar el ADN. Creo que no ha evolucionado desde que a los peces les crecieron patas y se transformaron en bichos terrestres.

- ¡¡¡NOS VAMOS DE VIAJE!!! - Baje el volúmen que la oigo perfectamente... ¿Nos vamos de viaje? - Ves como estás como una tapia. - ¿Quién va a viajar? - Tu abuela, tú, la Momia y yo. - ¿Le tocó la Lotería y no dijo nada? - No me ha tocado nada. Ni siquiera el gordo de la esquina. Es que he encontrado una cartera repleta de billetes de 500 euros. - ¡¡¡¿QUE ME DICE?!!! - Que he encontrad...  - ¡Que sí, que sí! pero ¿DONDE? - Muy cerca de la Torre del Paseo Marítimo de tus abuelitos. - ¿Ah, síiiiiiii...? - Fue una cosa muy curiosa. Vi salir a Andresito de su casa y poco después encontré la cartera. - ¡Vaya! - Eso mismo pensé yo ¡Vaya! - ¿No le preguntó al abuelito si era suya por si se le hubiése caído? - Pues, no. Parecía tener prisa y no quise entretenerlo por una tontería.

- ¿Tontería? ¡Cotilla, lo que ha echo es un robo! - Que palabra MAS fea... Le llamé: Andresitooooo. Eso sí, con la boca pequeña porque tu abuelito es rico y ya se sabe que ésta gente, cuanto más tiene más quiere. - Seguro que no la oyó. - Seguro. - ¡Tiene que devolverla! - No puedo porque ya he conjurado el encuentro entre la cartera y yo. He dicho: Santa Rita, Santa Rita, lo que se da no se quita. - Pero a usted no le han dado nada. - ¿Cómo que no? La Vida me ha hecho un regalo ¡Y menudo regalo! - Llamaré al abuelito y se lo diré. - Lo negaré aunque me den tormento. Por otra parte, si no quieres viajar a todo tren, sin comer hamburguesas ni perritos calientes y dormir en colchones blanditos, suaves y acogedores. Y ser tratada como una princesa rusa en la Europa de los años veinte, no vengas. - ¡Claro que vendré!

- ¿La abuela lo sabe? - Sí. - ¿Y lo consiente? - Está loca por hacer el viaje y ligar yogurines de los que salen en las revistas. - ¡¡¡Yo también lo quiero!!! - Pues pónte a la cola jejejejeje

Cuando se fue la Cotilla corrí al acuario. Pascualita nadaba lentamente cerca de las algas. - La Cotilla no lo sabe pero, tu también vendrás de viaje. - La sirena ni se inmutó. - Pensé que darías saltos mortales de alegría. Y luego dice la abuela que soy sosa ¡Tú si que lo eres, mamarracho! - Como un misil teledirigido, Pascualita salió del agua con la dentadura de tiburón por delante. No me dio tiempo a apartarme cuando ya la tenía encima del pecho mordiendo a diestro y siniestro. El dolor era horrible y grité, lloré, blasfemé, me acordé de toda la familia del bicho asqueroso que me tenía ojeriza. En pocos minutos mi pechera no tenía nada que envidiar a la de Marilín Monroe ¡y seguía aumentando!

La abuela y la Cotilla vinieron por la tarde para hablar del viaje. Al verme, la envidia cochina apareció en sus ojos. - ¿Has comprado globos en la tienda del señor Li? (preguntó la Cotilla) Y la abuela, torciendo el gesto, soltó: "¡Ni así te llevarás a los más cachas, tramposa!"

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