viernes, 27 de noviembre de 2015

San Black Friday.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaa! Ay, vengo derrengada. Dáme un chinchón para reponer fuerzas. - ¿A las siete de la mañana, Cotilla? - ¿Cuándo quieres que me lo tome entonces? - Después de comer o como aperitivo... - Pero el cansancio lo tengo ahora, boba de Coria.

Traía varias bolsas colgadas de brazos y hombros. ¿Qué lleva ahí? - Cosas para vender. Tengo que aprovechar el tirón del día de hoy y sacarme unos euros que me ayuden a pasar una buena Navidad. - ¿No ha cobrado la paga doble? - Sí, pero aunque la he mirado con la lupa, no me llega para pasar sin apuros las fiestas. - ¿Por qué dice lo del "tirón" - ¿Sabes que día es hoy? - Viernes. - No. Es San Black Friday? - ¿Hay un santo con ese nombre? - Sí, señora. Americano, por más señas. - Veo que las "visitas" a las iglesias, además de proporcionarle dinerito también la culturizan. - ¿Es sarcasmo lo que noto en tu voz o envidia? - ¡Envidia yo! No sé lo que es eso (dije levantando la nariz como las ladys inglesas)

La cuestión era, según me contó la Cotilla, que ese santo debió ser un comerciante cuando estaba en el mundo de los vivos porque en su honor se dedica su día a tener los comercios abiertos hasta tarde, hacer rebajas del género, salir a la calle en tropel y gastar, gastar y gastar. - ¿Y lo sacan en procesión? - ¿A quién? - Al santo americano ese. - Pues... no tengo ni idea.

El concierto de pitos anunció la llegada de la abuela en el rolls royce - "Vengo estresada de visitar tantas tiendas. La tarjeta del banco hecha humo... Dame chinchón y chorizo para reponer fuerzas y me vuelvo a mis compras... ¿Tu ya has ido de tiendas?" - No necesito nada. - "Y qué, alma cándida. Hoy se celebra..." - ¡Ya lo sé! San Black Friday, o algo así. - "¿Era santo? No lo sabía" - Lo ha dicho la Cotilla que de cosas de iglesia está muy enterada. Ella se ha ido a vender trastos que ha recogido de por ahí. - "¿De verdad que no vas a comprar nada? Eres tan sosa que asustas ¡Que cruz tengo contigo!"

Pascualita y yo tomamos el café ante la tele con total tranquilidad. La coloqué en mi escote para que estuviera calentita y dormimos como lirones hasta que algo me apretó un pecho. Como si fuera el resorte de una navaja albaceteña, una pierna se levantó y pegué una patada al aire con todas mis fuerzas. Un aúllido terrorífico me indicó que no había dado al aire sino a las partes blandas de... ¡Bedulio!

Estaba en el suelo hecho un ovillo, llorando a lágrima viva y lo que es peor:  Pascualita, que debió salir disparada de mi escote cuando me levanté de un salto, reptaba por la espalda del Municipal hacia su cabeza. Tendría que haberla cogido entonces pero antes quería aclarar lo que había pasado. - ¿A cuenta de qué ha venido el magreo? - ¡He tropezado con la alfombra... aaaaaaaayyyyyy! - ¿Qué haces aquí? - Tu... abuela me ha dicho que... suba unas bolsas. ¡Yo no queríaaaaaaa aaaaayyyyyy pero insistió! - ¿Qué ibas a hacerme? - Ver si... dormías y... al acercarme, he tropezado ¡¿A santo de qué ha venido la... patada?! - No sabía que intenciones tenía el dueño de la mano... ¿Si quieres, empezamos de nuevo y nos alegramos la tarde? - ¡Ni loco! - Intentó levantarse y fue entonces cuando Pascualita coronó su cabeza y furiosa, la dejó pelada y mondada en medio minuto.

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