sábado, 21 de noviembre de 2015

El partido.

- "¡Nena, ven a la Torre del Paseo Marítimo a ver el partido Madrid-Barça que nos vamos a reír!" - No sé como Andresito no pide el divorcio. ¿Te parece bien hacerle luz de gas al pobre? - "Ya salió la soseras. ¿No sabes que reír es sano?" - Pero no a costa de los demás. - "No me río de los demás, sino de mi marido que para eso dijo: para lo bueno y para lo malo" - También lo dijiste tu y él no te hace trastadas. - "He estado haciendo memoria y resulta que yo no contesté como se esperaba. Dije: Que te crees tú eso. Lo hice imitando a Fraga que hablaba tan deprisa que no se le entendía. Así que no me siento ligada por ningún juramento y me río de Andresito cuando me viene en gana"

Llegamos Pascualita y yo cuando faltaban pocos minutos para que empezara el partido. En la mesa camilla, frente al televisor, la abuela había puesto una batería de bolsas de pipas y una botella a estrenar, de chinchón. El abuelito apareció enfundado en una camiseta del Real Madrid, la bufanda, una banderita, un pito y los colores del club pintados en la cara. - ¡Madre mía! No te falta un detalle.

La abuela salió sigilosamente y reapareció vestida de culé, con tantos complementos como su marido. Al pobre se le mudó la cara al verla. - ¡No consiento que estos colores tomen posesión de mi casa! - La abuela se hizo la sorda. Se arrellanó en la butaca orejera, cogió una bolsa de pipas y se dedicó a escupirle las cáscaras a la cara.

Me encontraba muy incómoda ante la situación que se había generado. Al oído, le pedí a la abuela que se cambiara y dejara disfrutar a Andresito. - "¿Quién le ha dicho lo contrario?" - Está a disgusto viéndo que te has pasado al enemigo. - "¿Te lo ha dicho él?" - No. - " Entonces come pipas y disfruta ¿quiéres un chinchón?" - ¿No sabía que eras del Barcelona? - "Ni yo" - ¿Eres del Real Madrid? - "Tampoco" - ¿Entonces...? - "Soy del Atlético Baleares desde que se fundó" - ¿Ya habías nacido? - "¿Qué insinúas?"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! - La Cotilla miró a Andresito y gritó: ¡Hala, Madrid! - "¡Pelota!" (dijo la abuela) - ¿Ya vamos ganando? (al preguntar, arrimó su silla a la butaca del abuelito y éste se asustó) - ¡Lagarto, lagarto! ¡Echaté para allá que nos darás mal fario! - ¿Qué dices, hombre. Si siempre he sido merengona, sobre todo cuando ganamos las copas. Lástima que no pueda vender unas cuantas de las que tiene el club en sus vitrinas. Con eso me forraba.

Era tal el escándalo y la tensión que nadie se dio cuenta de que la sirena, con una pequeña bufanda blaugrana agitaba el pequeño banderín cuando lo hacíamos nosotras. Allí estábamos las tres a éste lado del sofá, tocando pitos, trompetillas y berreando como descosidas cada vez que el Barça metía un gol. Al otro lado todo eran caras largas y críticas cual negras nubes de tormenta. En ese lado no se brindaba y las bolsas de pipas estaban casi enteras. En cambio, nosotras llevábamos ya una media tajada que nos mantenía eufóricas.

Al final del partido Geoooorge nos sirvió unas pizzas y se sentó a comer con nosotras. Había sitio en la mesa porque, ni Andresito ni la Cotilla, cenaron. La abuela dirigió sus puyas contra la Cotilla. Se la veía hambrienta pero, para hacer puntos delante de mi abuelito, aguantaba el tipo. Pascualita, eufórica, escupió agua envenenada a los ojos del abuelito, de la Cotilla y de Geooorge... ¿por qué a él? Ah. Cosas de sirenas.

Cuando las hinchazones habían alcanzado su punto álgido la abuela quiso llamar a la Once para buscarles trabajo y cobrar élla su sueldos. - Se lo recriminé y dijo - "Hay que estar al... ¡hip!... loro y aprovechar las ... ¡hip!... ocasiones"

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