miércoles, 11 de noviembre de 2015

El Ocho.

Me han despertado muy temprano, la abuela y Andresito. Ella con el abrigo de visón puesto y una taza de cola cao caliente en las manos. El, con los brazos en jarras y repiqueteando el suelo con el pie, impaciente por salir corriendo. - "Tómate esto que se enfría ¡Vamos, que es para hoy!"

Me ha costado mucho salir del sueño. No podía abrir los ojos de tanta legaña. Al ir a preguntar qué pasaba, ni una sola palabra salió de mi garganta que estaba seca como papel de lija. - "¡Levántate de una vez!" - Ya te dije yo que la dejáramos en paz (dijo, molesto, Andresito) Los ronquidos se oían desde la calle. - ¿Estaba hablando de mi el abuelito?... ¿yo, roncando?

La abuela me destapó y cogiéndome de un brazo, me tiró de la cama. - ¡¡¡Abuela!!! (¡Aleluya, había recuperado mi voz!) - "Coge a quién tu sabes, que nos vamos a la Catedral" - ¿Qué se nos ha perdido allí? - "Vamos a ver un espéctaculo ¡ gratis! Luego no te quejes de que  no te llevo a ninguna parte" - ¿Gratis? Abuela, te estiras menos que un portero de futbolín... ¿A qué hora abren la Catedral?

Como un zombi entré en el rolls royce. Un Geooorge con cara de sueño, lo puso en marcha y en un santiamén llegamos a la Seo porque no encontramos tráfico en las calles. Lógico. La ciudad dormía. Y la Catedral estaba cerrada a cal y canto. La abuela ordenó a Andresito: - "Ves a llamar al Obispo para que venga a abrir, porque no es de recibo que tenga a los clientes esperando en la calle."

Cuando su marido se negó a hacer tal cosa, la abuela se enfadó tanto que hasta los visones del abrigo salieron corriendo. Inquieta en el termo de los chinos, oyendo gritar a su amiga... y al vecindario de la Catedral, Pascualita salió del agua y se acomodó en mi escote. - ¡La madre que la parió! (grité al sentir el contacto, helado, de la sirena)

Las horas que transcurrieron hasta que se abrió la Catedral, las pasamos acurrucados en el coche durmiendo a pierna suelta. El sol que empezaba a calentar nos despertó. - ¡¡¡Corred, que al final llegaremos tardeeeee!!!

La Catedral estaba de bote en bote y la riada de gente no cesaba. Conseguimos sitio a base de codazos. Estábamos en la nave central. A nuestra espalda, el altar mayor y el gran rosetón por el que entraba el sol e iba pintando los colores de los cristales en las paredes góticas. A medida que pasaban los minutos los colores avanzaban hacia la puerta delantera sobre la que hay un rosetón menor. A las 8, 30 en punto, el rosetón que andaba por las paredes se colocó debajo del real, formando un espectacular ocho.
 
Saqué muchas fotos del recorrido de los colores y cuando estaba llegando el espectáculo a su apoteósis, se levantó un tío de metro noventa, armado con cámaras de fotos y me tapó la visión. - ¡Pero... pero... será jodío el esperpento este! - (grité, aunque no se dió por aludido el "artista") A Pascualita, que miraba las luces con sus enormes ojos de pez, no le gustó que le taparan la visión y, antes de que yo pudiera impedirlo, saltó a la cabeza del "listo". Cinco segundos después, era calvo.

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