viernes, 9 de octubre de 2015

Verduras en el balcón.

Ha sonado el timbre y yo me he quedado como quién oye llover, o sea, tal cual. Dormida como un tronco. Por lo visto ha sonado tanto que los vecinos de la finca han bajado a mi rellano, en camisón y pijamas, para manifestarse contra las visitas que no les dejan dormir.

El aroma de café recién hecho me ha sacado de mi sueño. - ¡Vaya! por fin se despierta la Bella Durmiente (me dijo el vecino de arriba, sentado, con la abuela y Geooorge, en la mesa de la cocina) Una rápida mirada al reloj me indicó que faltaban cinco horas para levantarme y que Roberto había sido colocado cara a la pared (es lo único de él que puede ponerse así, el resto del cuerpo se lo comieron con patatas los jívaros)

- ¿Qué hace éste aquí? (dije con voz pastosa) - "No lo sé. Ha entrado detrás de nosotros y se ha quedado a desayunar) - Ya que no me dejáis dormir, por lo menos aprovecho el tiempo... - ¡Vaya jeta que tienes, vecino! - "No le riñas. Nos ha ayudado a subir las macetas, los sacos de tierra, el abono, las plantas..." - ¿A mi casa? - "Naturalmente"

Volví a la cama y me llevé a Pascualita conmigo, así no habría peligro de que la descubriesen Geooorge o el vecino de las narices. Las dos cogimos el sueño hasta que sonó el despertador a una hora civilizada.

Mientras la sirena y yo tomábamos nuestro cola cao, escuché voces en el comedor. Cogí el cuchillo más grande que tengo y entré dispuesta a vermelas con los ladrones. - "Ya que tienes el cuchillo en la mano, corta la cuerda de aquel saco" - El comedor se había convertido en una especie de campo de batalla: había un montón de macetones, jardineras, tierra por el suelo... y a los tres "jardineros" que habían ocupado mi casa sin permiso, se les veía atareadísimos. - ¿A qué viene todo ésto? - "Estamos sembrando verduras" - Quedará todo recogido ¿verdad? (miré a Geooorge) - A mi no mirar you. Tener que ir a buscar a mister Andresitou. - (Miré al vecino) En cuanto acabemos saldré pitando hacia el trabajo para no llegar tarde. - ¿Abuela? - "De eso te encargas tu quepara eso es tú comedor. Bastante estamos haciendo nosotros llenando las macetas" - ¡Pero si yo no he pedido nada!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaa! ¿son las verduras? ¡Ya era hora! - "Serán cien por cien ecológicas. ¡Nena, quita los geranios del balcón que hay que meter todo esto!" - ¡Ni hablar! yo quiero flores porque alegran la vista. - "Pero esto es para comer y ganar unos cuartos" - ¡Para comer ella, no! Para vender (la Cotilla puso los puntos sobre las íes)

El balcón quedó atestado. No podía poner un pie. El resto de tiestos se trasladaron a la terraza. - ¿Por qué no los habéis puesto todos allí? - "En el balcón los verá la gente y servirán de propaganda para nuestro negocio, boba de Coria, que no te enteras" - Cuando se fueron llegó Bedulio. - No se puede tener tanto peso en el balcón. Ordenes del alcalde. - Pues esto son órdenes de la abuela. - Y se fue sin rechistar.

Han trasladado un campo al piso. Solo me falta poner un vaca para que sea más bucólico. Este pensamiento me dio una idea con la que vengarme por el allanamiento de morada del que había sido objeto. Pascualita nadaba placidamente entre dos aguas cuando la cogí con brusquedad, protegida por el guante de acero. Los pelo-algas se le pusieron de punta, los ojos bizquearon y sacó la dentadura de tiburón a pasear. Así la quería yo, enfadada. La tiré sobre una de las macetas y acto seguido empezó a triturar plantas hasta la raíz.

Me senté a ver como liquidaba, en un momento, un trabajo de horas. Fue un placer. Acerqué la botella de chinchón y me dejé llevar por la satisfacción hasta que escuché un crujido aterrador. Casi al instante, me pareció que los macetones se movían. Cogí a Pascualita al vuelo mientras veía, asustada, como el suelo del balcón se precipitaba a la calle.

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