lunes, 28 de septiembre de 2015

¿Quién ha ganado?

He ido a comprar el periódico y el kiosquero me ha dicho. - ¿Cuándo te enteres de quién ganó ayer en Cataluña, vienes y me lo cuentas? - Será un chiste porque, con la cantidad de periódicos de todo pelaje que tiene, ya debe saberlo. Pero, al llegar a casa me ha llamado la abuela para preguntarme lo mismo - "Nena, ahora no sé si volver a la peluquería para que me cambien el color del pelo" - ¿No le gusta a Andresito? - "En estas cosas, ni pincha ni corta. ¿Sabes quién ganó anoche?" - Pues... - Cuando te enteres, dímelo y decidiré qué hago porque, según quién haya sido, no quiero ir dando la nota por la calle"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaa! Hoy no me ha cundido el trabajo porque, en la primera de las iglesias donde he ido a "limpiar" el cepillo, había dos curas discutiendo sobre el referendum de ayer en Cataluña y ... - ¡Otra vez! - La Cotilla me miró, extrañada. - ¿Van a volver a votar? Esto vale un pastón. ¿Será verdad que allí atan a los perros con butifarras? - ¡Yo que sé! Pero hable de otra cosa que ya estoy empachada de oír todo el día el mismo tema.

- He ido a la clínica a ver al señor Li - ¿Cómo está? - Lo han vendado como a una momia. Ha sido verle y darme la risa. Por cierto, me he traído su desayuno. Mira, galletas y zumo. Luego me pasaré otra vez a la hora de la comida. - ¡Cotilla! Eso no se hace con un enfermo. - No está enfermo, está roto.

 Nos sentamos a desayunar. La Cotilla no le quitaba ojo a Roberto, la cabeza jivarizada. - ¿No te da replús tenerlo ahí? - Al contrario, me hace ilusión. - ¿Sabes porque se llamaba Roberto? Porque a tu bisabuelo le gustaban los nombres que empiezan con R. Sus hermanos era Raúl, Rodolfo, Ricardo, Rafael, Ramiro... - ¿Cuántos tíos-abuelos tengo? (estaba asombrada) - Ninguno. Murieron a la vez. - ¿También fueron a Papúa-Nueva Guinea? - No, que yo sepa. Cayeron aquí, por ajustes de cuentas. - ¿Eran malechores? (mi voz tembló al decirlo). - Trabajaban en bancos.

- ¡Banqueros! - No. Hacían bancos para sentarse. Alguien les hizo un gran encargo. Al terminarlo, se pusieron junto a la pila de bancos que tenían que entregar, para ajustar las cuentas y hacer la factura. De repente, los bancos se les vinieron encima y los aplastaron. - Que mala suerte ¿no? - Depende. Piensa que el entierro les salió bien de precio porque, al ser tanto muertos, a las familias se les hizo un buen descuento. - Bueno... visto así.

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