lunes, 14 de septiembre de 2015

La Momia presume.

- "Nena, dentro de un rato te traeré a la Momia. A la pobre se la están comiendo los mosquitos. Hace un rato tenía una nube sobre la cabeza. Dice que es normal que hayan nacido mosquitos a estas alturas del año porque se ha producido una eclosión con este buen tiempo que tenemos después de las lluvias.

- ¿Tienes que llamarme a éstas horas para decirme que traerás a tu suegra mañana por la mañana? ¡Son las tres de la madrugada! - "Es para que tengas preparada mi antigua habitación" - ¿Para que duerma la siesta? - "No, boba de Coria. Para quedarse unos días hasta que hayáis acabado con la plaga" - ¡No puede quedarse en mi casa! - "¡Claro que sí! tienes sitio de sobra y además, no hay mosquitos". - ¡Que sabrás tú! - "Pascualita se los come"

 Así era, pero no estaba dispuesta a aguantar las imposiciones de la abuela. En mi casa mando yo... o eso creía.

La abuela me dejó tranquila media hora. Luego tocó el timbre de casa y entró Geoooorge, legañoso, dando el brazo a la Momia. - ¡Hola, nieta, me alegro de verte! - Hola abuelastra. Te veo muy bien ¿Qué has echo para estar diez minutos más jóven? - Mi trabajo me cuesta. Esta semana tengo que ponerme en la cara crema de sebo de yegua embarazada. - ¡Yo también quiero tener una piel como la tuya! -- Piensa que todo tratamiento lleva su lado oscuro y el de éste es la peste que echa. - Entonces no me servirá para cazar un chico que esté dispuesto a hacerme un biznieto para la abuela. -Es una egoísta.

Nunca había oído a la Momia hablar mal de su nuera y me sorprendió. - Un día le pregunté que hacía para tener un pecho terso y sedoso como una niña de quince años y me dijo que era secreto de Estado. Como si yo fuera contando las intimidades por ahí... ¿Tu sabes algo?  - Solo que es un ejercicio muy doloroso. No vale la pena intentarlo. - Eso lo decidiré yo. Hace tanto tiempo que no me cae bien la ropa que me ilusiona lucir algo con la gracia que me caracterizó siendo joven.

A medida que pasaban las horas y yo le daba vueltas a la cabeza, me convencí de que era una pena que la Momia no pudiera hacer realidad su sueño. Total, le quedan dos telediarios. Así que saqué el guante de acero, cogí a Pascualita y sin dudarlo y se la tiré a la parte alta del vestido.

Cuando empezó con los gritos, carreras, berrinches, llantos y mocosidades, creí que se moría. Le dio un ataque de ansiedad y tuve que hacerle ¡el boba a boca!" Fue un momento muy hevy, por Dios. Pero he sobrevivido... Ahora la Momia está asomada al balcón, en top less, presumiendo ante el mundo entero de pechos tiesos y turgentes porque Pascualita mordió por todo.
   

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