domingo, 13 de septiembre de 2015

Medalla de oro.

Que pesada está la abuela desde que sabe que le han dado la Medalla de oro del Consell a la Escuela de Música y Danzas. A las cuatro de la madrugada se ha puesto a tocar las castañuelas junto a mi oreja. Del salto que he dado me he quedado enganchada a la lámpara del techo - ¡¡¡Abuela!!! - "¿No me digas que no te gusta escuchar el ritmo de los boleros?" - ¡Quiero dormir! - "No sé a quién sales. A mi no, desde luego porque, en cuanto oigo esta música , se me van los pies y tengo que bailar" - Pero... ¿porqué a estas horas? - "Porque pasaba por aquí, camino de casa, después de haber pasado horas en El Funeral celebrando la Medalla de oro bailando jotas y boleros sin parar y me he dicho: voy a darle una alegría a mi nieta. Escúcha, escúcha..." - Un minuto después de haber dado comienzo el concierto de castañuelas, el vecino de arriba aporreaba mi techo.

Me levanté a por agua y al volver a la cama me llevé un susto de muerte. La abuela, vestida de payesa, se había puesto la lamparilla de noche alumbrándole la cara y acentuando unas facciones diabólicas. Lancé un grito digno de Plácido Domingo.

- "¡Calla, loca. No me extraña que el pobre vecino se pase noches sin dormir... ¡Mira como bailó la jota! " - La abuela no perdía fuelle. Sacaba fuerzas de la botella de chinchón que agarraba con la mano derecha mientras la izquierda la movía marcando el ritmo (eso creía ella)

Tuve que hacerme un cola cao para ver si conseguía coger el sueño, cosa que no ocurrió mientras la abuela estuvo alla. De repente, perdió el interéres por los bailes y le pidió a Geooorge una ida rápida a su casa. Deduje entonces que a la abuela le estaba dando una pájara. - ¡Gracias a Dios!

En cuanto vi a Pascualita supe que estaba enfadada. - ¿A ti también te han echando de de la cama a golpe de castañuela? - Será muy español, si, pero a éstas horas suena como si un avión atravesara la barrera del sonido. La sirena me miró con sus ojos inexpresivos y a falta de otro enemigo al que atacar, me lanzó un chorro de agua a los ojos. Pronto los tuve como si fueran a salirse de las órbitas.- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¡Jopé, que susto... ¿Tu ser marciano?... ¡Yo terrícola! Nena, ¿dónde estás? no dejes que se escape. Se lo voy a vender al señor Li y seguro que me saco una pasta.

Era tanto el dolor que tenía que no pude ni hablar. Poco después el señor Li entró en mi casa. Me examinó de arriba y abajo y dijo: Yo quedal. Mañana ponel en escapalate y vendel a buen plecio. - Acuérdese de mi comisión (dijo la Cotilla)

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