martes, 8 de septiembre de 2015

La oreja.

Mientras desayunaba y Pascualita daba saltos mortales en su tazón de cola cao, le expliqué que no tiene que arrancarle las orejas a la gente. Y menos si es conocida como Bedulio. - Solo pasaba bajo el árbol haciendo su ronda y tuvo la mala fortuna de que le cayeras encima ¡pero quién te tiró fue la Cotilla!... ¿No te comerías el trozo de oreja al que te aferrabas cuando di el tirón?... - La sirena siguió a lo suyo sin prestarme atención. En esto ha salido a mi abuela. Probé una de las tácticas que no falla con ella. - ¿Quiéres ensaimada? - Cayó sobre la mesa de la cocina, se enderezó sobre la cola e hizo la señal de OK con sus deditos. - Primero contéstame. - Pascualita fijo sus inexpresivos y bizqueantes ojos de pez en mi. Abrió la boca y volvió a cerrarla. - ¿Te lo comiste? - No podría jurarlo pero me pareció ver una macabra y leve sonrisa en su cara pringada de cola cao.

Antes de ir al Cuartel a preguntar por Bedulio, pasé por la tienda del señor Li y compré una oreja, lo más parecida posible a una de verdad. Me costó mucho decidirme porque no compro orejas todos los días.

En el cuartel me dijeron que estaba en el hospital para ponerle una oreja nueva. Cogí un taxi. Debía llegar antes de que lo entraran a quirófano y darle la prótesis al cirujano porque, a saber de dónde sacarían ellos una oreja. Solo de pensarlo me dio un escalofrío.

Volví a casa, mohína. Me habían echado con cajas destempladas del hospital porque, en cuanto Bedulio me vio, gritó como un cochino ante su matarife. De todas maneras conseguí darle la caja con la oreja china, a una enfermera pero, antes de llegar a la salida, algo me golpeó en el cogote. ¡La caja!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaa! Mira lo que traigo. He ido al barrio rico y he encontrado un paquete con careta y oreja de cerdo en un contenedor de basura. - Estará podrido. - ¡Que va! Quién lo tiró pensaría que era comida basta para sus delicados paladares. Pero no para los nuestros. Llama a tu abuela y que nos haga un potage. - Lo haré yo. Tengo dos latas de fabada en la despensa y le añadiré esto... Por cierto ¿se fríe o se mete cruda esta carne?

Dispuestas a dormir una siesta reparadora, nos acomodamos frente al televisor con la botella de chinchón a mano, esperando que empezara la etapa de hoy de la Vuelta Ciclista a España. Tenía a Pepe conmigo. El pobre necesita mimos después de la aventura vivída días atrás. Espero que le guste el ciclismo... para que luego zzzzzzzzzzz... nos cuente ... lo que zzzzzzz... ha pasado... zzzzzzzzzzzz


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