lunes, 21 de septiembre de 2015

Bárcenas de nuevo.

He oído que la Cotilla llegaba a casa a las horas brujas de la noche. Poco después volvía a salir. A partir de aquí no ha parado de hacer viajes y despertarme cada vez que se abría o cerraba la puerta de la calle. Al final le he salido al paso cuando entraba en la cocina. - ¡Aaaaayyyy! que susto me has dado, boba de Coria. - Señal de que no tiene la conciencia tranquila. - Es que pareces un alma en pena, andando por los pasillos sin hacer ruido. - ¡Pues a ver si aprende y me deja dormir, coñe! ¿A qué viene tanto paseo ésta noche?

Me contó que estaba trabajando a destajo en las iglesias. - Necesito todos los euros que pueda reunir por si me quedo sin velas. - ¿Va a poner una tienda? - He agrandado un poquito el altar que le puse el otro día a mi gurú Luis Bárcenas... - ¡Pero... pero... yo había dicho...! -

Tuve que beber una copa de chinchón para calmarme. - ¡No quiero altares en mi casa y con velas, menos! - Es pequeñito pero necesario. - ¿Hablo en ruso? ¿en swahili? - ¿en esquimal? - ¿Y yo? ¡Egoísta! - ¡Encima! - La Seguridad Social le ha abierto un expediente al PP por dar de alta a Luis, fraudulentamente. - ¿Ah, si? Y a mi qué. - Le puso coche, chófer, despacho, dos pagas extras y 21.300 euros mensuales, solo le faltó ponerle un piso, que vete tu a saber... pero no le dieron nada que hacer. - ¿Todo esto por nada? Cotilla, no beba más que aún no son las ocho de la mañana y ya está diciendo tonterías.

- El pobre estuvo cobrando durante tres años ¡sin trabajar! ¿No es triste eso? - ¿Triste? ¡La ilusión de mi vida! - Lo peor es que después lo despidieron. Y claro, él denunció. - Que cuajo. - Se olvidaron de cuando les entregaba los sobres ¿Y quién los llenaba? - Pues... no sé. - ¡El! mi maestro, mi gurú. Y encima tuvo tiempo para llevar dinero a paraísos fiscales. Porque no sabe estar mano sobre mano... -

La Cotilla salió de nuevo a "limpiar" más cepillos de iglesias y arramblar con más cirios. Mientras, Pascualita y yo desayunamos unos churros, fríos y duros, que había traído al vecina. Junto a ellos había la foto de un hombre al que no había visto nunca. Se la enseñé a la sirena - ¡Mira, el novio de la Cotilla! jajajajajaja  - Por toda respuesta, saltó al frutero y de allí, dando un salto mortal, a su taza de cola cao. La foto quedó hecha un asco y la tiré a la basura.

A mediodía, la Cotilla había traído tantos cirios que la obligue a subirlos a su casa. - Así dirán que tiene el síndrome de Diógenes y se la llevarán al asilo. Que ancha me voy a quedar. - ¿Dónde está la foto del abogado de Bárcenas? - ¿Abogado?... Ni idea... - La dejé en la mesa de la cocina. - Pues... ¿no la habrá cogido mi primer abuelito? - Se le mudó el semblante. - Espero... que no... Tengo que encenderle... una vela... - ¿Al abuelito? Le hará ilusión. - Al... abogado... - ¿Y al abuelito, no? - Dame un chinchón. - Se lo doy pero, que sepa, que no la veo muy dispuesta... y si se entera, no quisiera estar en su pellejo, Cotilla. - Se bebió el licor de un trago y alargó la copa para que se la volvier a llenar pero, lo pensó mejor, y me quitó la botella. - ¡Oiga! deje algo para mi... y para el abuelito, si aparece.

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