sábado, 29 de agosto de 2015

La boda (II)

Para ir a la boda de Joan y Elena, la abuela se puso sus stilettos más llamativos: rojo pasión con adornos de encaje negro. Supuso que la ceremonia se haría en el interior de una iglesia, con el suelo embaldosado, donde ella pudiera caminar con garbo y tronío, moviendo las caderas al compás pero nos encontramos con un camino ¡sin asfaltar! de tierra y piedras

La "iglesia" era a cielo abierto. Las paredes: las rocas, las matas y los troncos de los árboles, el techo: una frondosa olivera que daba una sombra estupenda y bajo la que se apelotonaron los invitados, nosotras incluídas. Al llegar las últimas no nos quedó más remedio que pedir a los ya presentes que se se moviésen un poco para allá - "¡Un poco más, por favor!... Hagan sitio...Muy amable, señora... Un poquito más todavía... Es que nos molesta mucho el sol" - Cuando nos sentamos, alguien protestó. - ¡Nos han echado de la sombra. A nosotros también nos molesta el sol y además, hemos llegado primero! - La abuela, sin acalorarse, contestó sin mirar a nadie: - "Siempre hay alguien que tiene que dar la nota ¡Que egoísta es la gente!"

La vuelta al rolls royce la hicimos tan penosamente como a la ida, salvo la abuela que se apoyó en el brazo de un hombre que ayudaba a su mujer. - "¡Por fin, un caballero español. Cójame del talle y lléveme en volandas como si yo fuese una princesa y usted acabase de rescatarme del Dragón" - El hombre se encontró en apuros al estar entre dos fuegos y como la abuela es muy convincente cuando quiere y torció el tobillo exageradamente al tiempo que amenazaba con desplomarse al suelo, el tipo la cogió en brazos hasta despositarla en el asfalto. Ella salió contoneándose alegremente mientras el "caballero" quedó doblado en forma de codo, quejándose lastimeramente: - ¡María, se me ha salido la herniaaaaa! - ¡Te lo mereces, por gilipollas! - Y le arreó tal pisotón con el tacón del zapato, que se enderezó de golpe.

No faltamos tampoco a la sesión de fotos con los novios. Creo que fuimos a las que más nos hicieron porque cuando se ponían en pose, nosotras nos incorporábamos al grupo. Así que hemos salido con toda la familia. El telón de fondo era precioso. Las verdes montañas salpicadas de casitas como si fuese un belén, bajaban suavemente hacia el mar, calmado, brillante como un espejo y fundiendo su azul con el del cielo ¡Era tan bonito que se me saltó una lágrima y pensé que yo también me casaré, aunque la abuela no lo crea, en una "iglesia" natural cómo ésta.

El rolls royce llamó la atención y escuchamos como algunos invitados especulaban sobre quién seríamos nosotras y a la familia de quién pertenecíamos: si a la de Elena o la de Joan. A quién tenía más cerca, la abuela contestó: - "A las dos, puesto que ellos ya son uno" - Si la entendieron o no, allá ellos.

De vez en cuando, la abuela metía un cubito en el termo de los chinos para que Pascualita no se desidratara por el calor. Y de paso, Geoooorge nos escanciaba, en vasos de plástico, chinchón on the rocks. Al poco rato ya estábamos de charleta con los invitados que se sumaron a nuestro, llamémosle, botellón. A todo esto, Joan y Elena, flotaban sobre una nube de felicidad.

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