martes, 4 de agosto de 2015

El marajá.

La abuela ha llegado a casa hecha un pincel. - ¿De qué vas vestida? - "Salta a la vista: de india" - ¿Eso que llevas es un shari?... Te está corto. - "Qué sabrás tu, alma cándida. He innovado el modelo clásico convirtiéndolo en minifaldero. Voy a impresionar a un marajá"

Se había pintado a conciencia, como muchas hindúes. Y con el moreno del verano oscureciendole la piel, podría pasar por una de ellas. En una de las aletas de la naríz había clavado un diamante del que salía una cadenita de oro que iba a engancharse a otro que estaba en la oreja. - ¿No te molesta eso? - "Sí. Creo que es un moco y ya me he arrancado el brillante tres veces, cómo lo pierda, a Andresito le da un soponcio" - Pobrecillo. Lo has dejado en bragas con tu capricho de poner un faro en casa para que te vea el Rey... Pero si no te conoce. - "¡Ya lo creo que sí! Me presenté en Marivent con un montón de ensaimadas. Salió a la puerta a agradecerme el detalle y le dije dónde vivía. Me dio la impresión de que se atragantaba un poco" - ¿No será que, entre el maremagnun de embarcaciones "chocadas" estaba la suya? - "Creo que sí pero... ¿Qué tiene que ver la velocidad con el tocino?"

- ¿Y quién es el marajá al que vas a ver? - "Uno que tiene un yate de muchos millones en la bahía. Me llevaré a Pascualita para que lo conozca porque, seguro que en su hábitat no hay marajás" - No me parece buena idea. Además, el termo de los chinos no pega nada con tu vestido indio. - "Al revés, ignorante, es un toque de exótico sobre la seda" - ¿Un termo de plástico viejo sobre seda bordada en oro es un toque exótico? - "No tienes ni idea de estilismo" - Y sin más, cogió a la sirena, la metió en el termo y se largó.

Son las doce de la noche y no han vuelto a casa. He llamado varias veces a la Torre del Paseo Marítimo pero tampoco están allí.

Estaba a punto de llamar a Bedulio para denunciar el rapto de la abuela cuando ha entrado en casa. - "¡He triunfado, nena. He triunfado. ¡Mira que joyones me han regalado! Con esto pagaremos los estropicios de los barcos" - ¿Y Pascualita? - "¡Todo ha sido gracias a ella!" - ¿No se la habrás vendido? - "¡Nooooo! jajajajaja El indio, que bebe como una esponja, me ha tirado los tejos. Ha querido emborracharme y yo me he dejado con la condición de que bebiéramos chinchón. El no lo había probado nunca y al rato bizqueaba. Se ha levantado del sillón, zigzagueando. Ha tropezado con su propio pie y ha caído sobre mi... y Pascualita que, en ese momento, estaba saliendo del termo.

Sin pensarlo, ha atacado a la entrepierna de su señoría... Y mientras el pobre corría, berreaba, saltaba, lloraba y a punto estuvo de saltar por la borda del yate si no lo llegan a coger los marineros, el órgano herido se ha hinchado exageradamente como suele ocurrir.

 Los sirvientes, al verlo, se ha tirado al suelo adorándolo como a un dios. Una señora muy enjoyada, ha salido de las profundidades del barco al oír los gritos. Con ojos desorbitados miraba el milagro que se obraba en su marido. Pensé que no saldría viva de allí pero, para mi sorpresa, me ha llenado cara y manos, de besos, saliva y mocos porque no dejaba de llorar. Entonces ha sido cuando se ha quitado cuanta joya llevaba encima y me las ha dado. - ¿Pensaba que se quedaba víuda y estaba agradecida? - "Eso creí yo. Pero no. Un marinero me ha dijo que hace años que el pajarito del marajá está en estado cataleptico y no se levanta ni apuntalándolo con diamantes. ¡Y Pascualita ha obrado el milagro!"

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