domingo, 26 de julio de 2015

La preocupación de la abuela.

Sigo en casa, inquieta, sin saber qué hacer. Esperando que Bedulio venga a detenerme y tenga que alimentarme a base de bocatas de choped... Pero el jodío no viene. Le gusta torturar psicológicamente a sus víctimas. No sabía yo que tenía esta vertiente sádica el bueno de Bedulio.

La abuela y la Cotilla no se mueven de mi lado aunque, en lugar de rezar rosario tras rosario para protegerme, juegan interminables partidas de parchís y tengo la cabeza como un bombo del ruidito del dado en el cubilete. Les he dicho que se vayan a dar una vuelta y no vuelvan hasta mañana pero ellas quieren estar aquí cuando venga el Municipal - "Te haré unas fotos para el facebook y nos reiremos un rato en El Funeral" - No le veo la gracia. - Porque eres muy sosa (dijo la Cotilla) Pero sí que la tiene porque nunca hemos visto de tan cerca, a nadie detenido por asesinato.

Encontré este comentario de muy mal gusto. - ¡Porque no he dicho nada de lo que le hicísteis a mi abuelito o al padre de Bedulio! - "No grites que te van a oír" - ¡Que me oigan! Yo no he hecho nada, en cambio, vosotras... - "Que poca clase demuestras en los momentos cruciales de la vida. ¡Levanta la cabeza y apechuga con tu destino. A lo hecho, pecho, como dicen los valientes!" - No me des lecciones de un valor que vosotras no tenéis. - "¿Qué no? Hay que ser valiente para darle un mejunje mortal al marido" - O al vecino.

No pude aguantarlas más y me fui a dar un paseo con Pascualita en el termo de los chinos. La Cotilla se asomó al balcón, gritando: - ¡Di a donde vas a estar para saber dónde tienen que ir a detenerte! - Inmediatamente, la gente que pasaba por mi lado se apartó.

Abrí el tapón del termo para hablar con la sirena. Se asomó apoyando los bracitos como si estuviese en un balcón y mirara a la calle. Le fui contando el desasosiego que tenía y lo atraída que iba sintiéndome por el Municipal. Era un tipo duro a pesar de su terror a los fantasmas... Me había pasado media vida buscando al hombre ideal para tener un biznieto con él y resulta que lo tenía delante sin saberlo... - ¿Crees que debería ir al cuartel a decírselo?... Sí, claro. Si me ve me detendrá ¡Será emocionante! Me pondrá las esposas y antes de meterme en una celda me dará un beso de tornillo que me dejará sin aliento... ¡Uf, que calor me está entrando!

Le vi en la Plaza de España. Sentado en un banco, daba de comer a las palomas. Me enternecí. ¿Cómo podía un hombre rudo como él tener tanta sensibilidad?. Corrí hacia él - ¡¡¡Bedulio, amor mío. Aprésame y hazme tuya!!!

El Municipal pegó un brinco y los cañamones se desparramaron por el suelo. Al llegar hasta él tropecé con uno de los ladrillos rotos de la Plaza. Tratabillé y fui a caer entre sus brazos... pero fallé porque estaba agachado recogiendo la comida de las palomas y me estampé contra el suelo. Pascualita, sin la sujección del tapón del termo, salió despedida y ella sí que cayó sobre él, concretamente en la entrepierna. Tuvo más suerte que yo la puñetera.

Me costó mucho arrancarla de allí porque estaba atontada por el golpe que me había dado. Bedulio gritaba como si lo estuvieran abriendo en canal. A mi me daba apuro tomarme la confianza de meter mano en semejante sitio pero lo hice porque la gente se acercaba, alarmada por los alaridos y no quería que vieran a Pascualita.

Al ver la sangre alguien llamó a una ambulancia. Yo me fui apartando poco a poco y, al doblar una esquina, no dejé de correr hasta llegar a casa. Al verme entrar tan acalorada, la abuela se temió lo peor y dijo, pesarosa: - "Se ha terminado el Tour de Francia, nena. Con lo bien que iba para dormir la siesta"

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