domingo, 19 de julio de 2015

Churruscaditas.

Andresito ha llegado cargado de ensaimadas recién hechas que olían a gloria y han puesto los dientes largos a los vecinos que se han cruzado con él en la escalera. Venía a hacer las paces con la abuela. Pero ella tenía otros planes y le ha incomodado su visita. - "Con el tiempo que hace que no desayuno tranquilamente con Pascualita, llega éste lo fastidia" (me dijo) - El pobre viene en son de paz, como Artur Más cuando fue a visitar al Rey. No lo puedes echar con cajas destempladas. - "Según lo que me traiga" - ¡Ensaimadas! - "Le pediré que me regale la flor azul que crece cada cinco años en una de las montañas del Tibet. Así estaré una buena temporada sin verle" - ¿Y cómo quieres que vaya, en una alfombra voladora? Andresito no te estorba para estar con Pascualita sino con el señor Li. - "¡Que sabrás tú!"

Preparé cola caos y dejé que la sirena se lanzara desde lo alto del frutero a su taza y pusiera perdida la mesa y el suelo, mientras los abuelitos intentaban entenderse entre sí. Al cabo de un rato, Andresito entró de repente en la cocina y no se me ocurrió otra cosa para esconder a la sirena, que darle la vuelta a la jarra de la leche, derramándola toda y dejar bajo ella a Pascualita. - ¡Nena! ¿qué haces? - gritó el abuelito. - Todas las mañanas hago el mismo conjuro. Dicen los indios siux que es una bonita manera de empezar el día. - Me miró, movió la cabeza apesadumbrado y murmuró: Tiene a quién parecerse, la pobre.

- Bueno, me voy a la playa (dije al cabo de un rato) A ver lo que hacéis, pillines, que os dejo solitos. - "Este, sin pastillita azul, hace poca cosa" (la abuela tiraba a dar) - No digas esto delante de ella, mujer. - "Es tonta pero tiene ratos de lucidez, sobre todo tratándose de temas sexuales" - Viendo que la cosa se ponía fea, me colgué el termo de los chinos con Pascualita dentro y... la abuela me dio un tiró que por poco me ahoga - "¡Con esto, no!" - ¡Avemariapurísimaaaaaaa! ¿Qué le has robado a tu abuela, jodía? - ¡Nada! Me llevo el termo con agua por si tengo sed. - La Cotilla miró a su amiga con los ojos muy abiertos. - Con los posibles que tiene tu marido, que te compre uno de los buenos, no como éste que es de los chinos.

Al abrir la puerta me di de morros contra el señor Li. - Yo venil vel abuela. Tenel que coltejar juntos jijijijijijijiji Sel buena idea complal aelopuelto balato. - Salí por pies. No queria estar en medio de aquel berengenal.

Después de un largo baño reconfortante en el mar junto a Pascualita, metida en la bolsa de acero, nos tendimos en la toalla para secarnos al sol. Me desperté cuando alguien me echó un cubo de agua. - ¡Señora, se está achicharrando! Lleva dos horas durmiendo y como no se ha dado la vuelta está como un asado a medio hacer: tostada por delante y blanca por detrás. - No me quedó más remedio que girarme y dormir otras dos horas... Desperté en el hospital, en la sala de grandes quemados. Sentía un fortísimo dolor en uno de mis pechos. El motivo era Pascualita. Estaba agarrada con uñas y dientes y así llevaba sin moverse, horas. Los medios dijeron que me extirparían "este tejido adiposo, parecido a una salchicha churruscada" - ¡No, por favor! Nació conmigo. Iba a ser mi hermano gemelo y le tengo mucho cariño. - No es estético aunque tampoco lo es la gran diferencia de una teta a la otra (comentó una enfermera) - ¡Pero es mi hermano! (la voz me salió dramática y convincente) - Tranquila, nadie le quitará al monstruíto (dijo un médico andaluz con muy buena pinta) - Tranquilizada, pedí de beber - ¿Puedo tomar un chinchón on tke rocks? - Caí en un hondo sopor mientras las risas se perdían en una nebulosa.

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