sábado, 18 de julio de 2015

¡A por el chino!

La abuela está muy enfadada con el señor Li y de paso, con Andresito aunque, desde mi punto de vista, no tenga nada que ver una cosa con la otra. Le ha dolido que el chino, al que ella creía su amigo, no le dijera nada de la subasta del aeropuerto de Ciudad Real. - El hombre no querría levantar la liebre y así lo ha podido comprar barato. - "¡No lo defiendas, encima! Hubiese podido fardar delante de mis amigas ricachonas, de tener un aeropuerto privado. Ellas tiene avionetas. A su lado, yo sería como el rey de Arabia Saudí, una potentada. Pero el señor Li me ha jugado una mala pasada." - Ha demostrado ser un buen comerciante. No se fía ni de su madre cuando hace negocios.

- "Por cierto. Esta noche dormiré en tu casa" - ¿Te has peleado con tu marido? - Me ha dicho que, aunque el señor Li nos hubiese puesto al corriente de la subasta, él no hubiese pagado ni un euro ¿Te imaginas que ser más pusilámine es tu abuelito de las narices? Le he cantado las cuarenta y no quiero saber nada más de él. Le he dicho que todos los meses me ingrese un buen pico en el banco, total, se le van a apolillar los billetes en el banco al paso que va, y el resto de los días, que me olvide" - Te has pasado siete pueblos, abuela... - "¡Y más que me pasaré! Voy a conquistar al chino y en cuanto lo tenga en el bote pido el divorcio a Andresito, me caso con el señor Li y me convierto en la dueña y señora de un aeropuerto privado" - ¿Estás diciendo que voy a tener un abuelito chino?... ¿No te das cuenta de que puedo acabar traumatizada con tanto abuelo y tanto cambio? - "Además, Li es más joven que Andresito. No creo que necesite ninguna pastilla azul para ser un tigre en la cama y quién te dice que no tengamos un hijo..." - Ya te estás yendo por los Cerros de Úbeda, abuela. - "Pues vete tú, encuentra un aceitunero altivo que, entre peonada y peonada de la recogida de olivas, tenga tiempo de hacerte un biznieto y me quedaré quieta en Palma junto al señor Li"

Menudo problema me ha caído encima. Además de tener que aguanta a mi abuela hasta que se le pase el cabreo con Andresito, solo falta que el señor Li se pase las horas muertas en mi casa, subyugado por el despliegue de armas de mujer que hará la abuela para cazarlo. Tendré que buscar un escondite para Pascualita. Si la encuentra ¡se la comerá!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaa! Tengo al chino en el bote. Bebe de mi mano. Pasa por el tubo cuando quiero... - "¿No estarás hablando de Li?" - ¿Li?... ¿le llamas así ahora? - "Desde que le he tirado los tejos y los ha recogido. Así que menos lobos, Caperucita. Li es para mi" - Estás casada. - "Así nuestra historia de amor tendrá más morbo. - ¡Se lo diré a Andresito! - "Por mi como si se la pica un pollo" - ¡Abuela, un respeto que es tu marido!

El señor Li vino a media mañana y se encontró a sus dos pretendientas, discutiendo por él. Contra todo pronóstico, pasó de ellas y vino a hablar conmigo. - Quelel gambas goldas. Tu vendel a mi. ¡Muchas! Yo vendel en tienda. - Ya no me queda ninguna. - ¡Tu mentil, cabeza de chol.lito. Yo enfadal - ¡Váyase a pasear por su aeropuerto, mostrenco! - ¿Mostlenco sel malo? - Supongo. - Yo dal a ti puñetazo.

Al final tuve que correr dando vueltas a la mesa del comedor, para que no me pillara. De reojo vi a Pascualita subida al borde del acuario y al volver a pasar junto a ella, la cogí y se la tiré al señor Li que no paraba de gritar ¡Banzai, banzái!  Pascualita le clavó los dientes envenenados en el lóbulo de la oreja derecha. El hombre sangraba como un toro de lidia y daba unos saltos descomunales. A la Cotilla le dio por reír y encender velas para el nuevo altar de los Amigos de lo Ajeno. Momento que aproveché para arrancar a la sirena de su presa y metérmela en el bolsillo. Para cuando el señor Li se calmó, nosotras nos estábamos terminando la primera botella de chinchón.

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