domingo, 5 de julio de 2015

40º ¡Madre mía!

Esta madrugada me he despertado bañada en sudor y la primera reacción ha sido saltar de la cama para defenderme de la abuela que me había tirado un cubo de agua encima... hasta que me he dado cuenta de que estaba sola.

Las sábanas se podían escurrir de lo mojadas que estaban... Era imposible que yo hubiese sudado tal cantidad de agua. Soy una persona, no una manguera. Me asaltó una preocupación repentina... ¿y si, en realidad, soy una manguera y no me he enterado? A veces no queremos ver las cosas como son porque nos disgusta. Me coloqué frente al espejo del ropero con los ojos cerrados ¿realmente quería saber cómo soy? ¿Valía la pena el disgusto que me llevaría al ver mi cuerpo de 20 metros desenrollado por todo el cuarto?

Luego estaba el tema del color, porque no todos me sientan bien... como le pasa a la mayoría de la gente. Por ejemplo, el verde. Yo estoy fenomenal con este color pero, yo soy yo, a otras les cae como una patada en los ovarios. ¿Y el amarillo? Este ya es más difícil. No puedo ni pensar ver a Pascualita llevar ese color porque se daría de patadas con su piel color ahogado. ¿Marrón? No, definitivamente, no... ¡Ay! espero no tener este color. Me moriría de vergüenza.

Decidí que no eran horas de llevarme un disgusto así que dejé para mañana el mirarme en el espejo. Preferí ir a por un vaso de agua a la cocina. La luz del comedor estaba encendida ¡¿Ladrones?! Tenía que llamar a Bedulio... El muy pazguato no se atrevería a venir a casa. Ve fantasmas por todos lados. Oí un chapoteo y me asomé a mirar. La Cotilla tenía la cabeza metida en el acuario... ¿Se la había comido la sirena? ¡Uf! me dio un vuelco el corazón. Aunque, pensándolo bien, hasta que no se termine el cuerpo, no hará falta comprarle pienso ¡Y todo eso que me ahorro!

Desgraciadamente tendré que seguir comprando el dichoso pienso de pescado porque la vecina sacó la cabeza y puso el comedor chorreando. - ¿Pero qué demonios hace, Cotilla? - ¡Refrescarme! ¿No lo ves? ¡No aguanto este calor. Me estoy derritiendo! - Y volvió a meter la cabeza. - Tendría que haberle dicho que el acuario era el hábitat de un monstruo marino... pero no me hubiese creído porque los monstruos marinos, todo el mundo sabe que son animales mitológicos, enormes y muy peligrosos... Muy peligroso sí que es. Mitológico, también. ¿Enorme? jijijijijijiji

El grito desgarrador que lanzó la Cotilla me hizo reaccionar. Corrí a arrancar a la sirena de la naríz de la vecina. Cosa difícil porque la mujer corría despavorida dando vueltas a la mesa. Aunque mucho más difícil era cuando saltaba como un saltamontes. El llanto indescriptible dejó el suelo hecho unos zorros. Y hasta el vecino de arriba, quejoso, pegó golpes con la escoba en mi techo.

Mientras la Cotilla daba buena cuenta de la botella de chinchón preparada para éstos casos, lancé a Pascualita al acuario, con tan mala puntería que en lugar del acuario, acabó rebotando de rama en rama del árbol de la calle. Nerviosa, le di unos tientos al chinchón e intenté ver a la sirena pero no hubo suerte y sí mucho calor. La decisión fue fácil. Esta noche la sirena y yo dormiríamos en la calle: ella en el árbol y yo sobre un colchón, en el balcón... ¿Y la Cotilla? en el sofá de la salita, por supuesto.


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