domingo, 7 de junio de 2015

Pascualita ha engordado.

- Abuela... Estoy sola... Solo Pepe está a mi lado pero es un insulso. No da ánimos. Ni siquiera tiene una mirada de cariño... Pascualita... no está... ¡Snif!... - "¿Qué has hecho con ella?" - La culpa es de la Cotilla y su dichoso altar de los Amigos de lo Ajeno... No la encuentroooo... snif... - "Estará en su casa o trapicheando. Te ahogas en un vaso de agua" - La que se ha perdido... snif... es la sirena... No está. - "Te repites como el ajo. Ahora vengo" - Trae ensaimadas. Van bien contra la ansiedad...

Sentadas a la mesa de la cocina, la abuela quiso que recapitulara desde el momento en que empezó el incendio de la salita.. - Humm... recuerdo que un bombero, que estaba buenísimo, me aconsejó que me fuera de casa. - "Rebobina un poco más atrás." - Le dije a la Cotilla que no pusiera la puerta vieja por si tenía bichos. - La abuela empezaba a perder la paciencia. - "¡Céntrate en Pascualita, coñe! ¿dónde estaba?" - ¡Ya recuerdo! La muy jodía me dio un mordisco en la mano ¡Mira, todavía está hinchada! - "¿Qué hiciste cuando te mordió?" - Vi el incendio - ·"Con Pascualita, digo" - Pues... supongo que sacudí la mano y la mandé a hacer puñetas.

La abuela ordenó que la buscáramos, concienzudamente, en cada una de las habitaciones de casa. Menos mal que no es el Palacio Real. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! ¿Os ayudo? - ¡Fuera de mi vista, pirómana! - ¿Te das cuenta como me trata tu nieta? La culpa del incendio es suya por abrir la ventana. - Me levanté de un salto y le tiré la cabeza jivarizada a la suya. Pepe no se quejó pero la Cotilla sí. - ¡Te voy a poner una denuncia por agresiones que se te va a caer el pelo! - ¿Agresiones? (entonces le tiré una naranja que dio, justo, en el golpe que le había hecho la silla) Ahora son agresiones, antes solo era agresión. Hale, ya puede ir a ver a Bedulio.

A la Cotilla le faltó tiempo para correr escaleras abajo para ir a denunciarme. Entonces la abuela gritó: - "¡Pascualita. Está viva!" - Este bicho, feo y malencarado, tiene más vidas que un gato. La encontró en la despensa a donde debió llegar arrastrándose. Ya dice la abuela que es más lista que yo. Yo hubiese corrido hacia la calle, ella en cambio, fue a donde había comida por si tenía que pasar unos días sola. También había solucionado el problema del agua para sumergirse.

En la despensa están las garrafas de agua de mar y ella se las apañó para abrir una y meterse dentro. Debía salir cuando tenía hambre. Trepaba por cajas o sacos hasta un lote de donuts que estan en el primer estante. Comió tanto que quedó atascada en el cuello de la garrafa. Haciendo un esfuerzo cayó al agua y ya no pudo volver a salir. Me costó trabajo reconocerla. Tenía una cara gorda y sonrosada. Los mofletes hinchados, los ojos saltones medio hundidos en la grasa y el cuerpo relleno como una sobrassada. Lo peor de todo es que estaba hambrienta y mostraba sus dientecitos de tiburón. Tuve que usar el guante de acero para trasladarla al acuario, donde no la deposité suavemente sino que la tiré desde la puerta del comedor al agua para hacer un triple como en el baloncesto. Pero no. Cayó al suelo... ¡y rebotó! Por poco me ahogo de la risa ¡Pascualita parecía una pelota de rugby! Así que, hasta que me llamó la abuela, repetí el tiro varias veces hasta que conseguí encestar. Luego salí corriendo porque la sirena subió como un meteoro a la superficie para tirarme un chorrito de agua envenenada... pero yo ya no estaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario