martes, 23 de junio de 2015

La víspera de San Juan.

La abuela está para que le pongan la camisa de fuerza. Dice que quiere un caballo - "Andresito, ya estás tardando en traer uno" - ¿Para qué lo quieres? - "Para hacer cabriolas" - ¿Desde cuando montas a caballo? - "¿Vas con segundas? Porque montar, lo que se dice montar y muy bien, lo hago desde pequeña" (la sonrisa que siguió a la frase dejó descolocado a mi abuelito) - ¿Qué ha querido decir tu abuela, nena? - No me atrevo a interpretarlo (le dije, porque me temía lo peor)

Siguió dando la lata hasta que se me ocurrió preguntarle dónde metería al caballo. - "Aquí" - ¿En mi casa? - "Los caballos entran en las casas"  - Será en tu pueblo. - "Los caballos negros entran y nadie les dice nada" - ¿Has bebido chinchón para desayunar?

Un demonio enorme, con cuernos retorcidos, llamó a la puerta. Llevaba una bandeja de ensaimadas y unas botellas de champan. Le di con la puerta en las narices, asustada. - ¡El demonio ha venido a buscarnos! (grité) - "¡Ya era hora! Pasa, Geooorge!" - ¿Qué hace tu mayordomo vestido así? - "Hoy es la víspera de San Juan, boba de Coria. Esta noche saldrán cientos de demonios del Infierno para bailar y quemar a todo bicho viviente. Luego nos meteremos en el mar y veremos bailar el sol y a las brujas saltar de montaña a montaña"

- ¡Es verdad! Hay que ir a saltar las hogueras. Y a besar a quien se ponga a tiro, que ésta noche todo está permitido. - "Pues aprovecha y que te hagan un biznieto" - Ay, abuela, déjame disfrutar de la noche loca. - "¿Te he dicho yo que no disfrutes?... Andresito ¿Qué hay del caballo?"

El pobre tuvo que ir a buscar un caballo específico: negro, fuerte, brillante, enjaezado y que sepa saltar al compás del Jaleo. No sé de dónde lo sacó pero lo trajo. Cuando llegaron debajo de casa fue todo un espectáculo. Los vecinos los rodearon - ¿Para qué quieren un caballo? - El pobre Andresito tuvo que reconocer que no lo sabía.

Todos bajamos a verlo. De repente, la abuela se echó atrás - "¡Es muy alto!... Geooorge, monta tú y hazlo bailar" - El mayordomo abrió unos ojos como platos. - "¡Quiero que baile y salte como los caballos menorquines! Tu eres inglés, jodío y sabrás cómo se hace" - Pero Geooorge no estaba por la labor. Aquel caballo le daba miedo. - "Tu Reina está todo el día montando. Tienes que saber" - Pero el inglés no paraba de recular. Entonces la abuela tuvo una idea y me dijo: - "Ve a por Pascualita que yo no me quedo sin celebrar el Jaleo"

La llegada de la sirena fue mano de santo. Pascualita estaba fuera de sí después de tantos días enclaustrada, así que solo tuvo que arrimarla al trasero de Geooorge para que le diera un buen mordisco. Subió de un salto, involuntario, al caballo. Otro mordisco hizo que tirara de las riendas y el caballo se levantó sobre sus patas traseras. Admirados por lo que pensaban era una destreza del mayordomo, los vecinos corearon la jota del Jaleo y por unos minutos se sintieron en Ciudadela.

Lo pasamos muy bien. Todos aplaudíamos a rabiar y cuando la abuela decidió que ya estaba satisfecha y dejó de azuzar a Pascualita contra el pobre Geoooorge, la gente lo llevó en volandas gritando ¡¡¡Toreroooo, toreroooo!!!

Al "torero" le caían unos lagrimones que encogían el corazón aunque la vecindad creía que eran de emoción. La gente había bajado bebidas y cocas de San Juan y se organizó una merienda improvisada que hizo las delicias de todos. Algunos se dieron cuenta de que las posaderas del inglés eran descomunales, aunque lo achacaron a los licores que trajinábamos mientras brindábamos por los buenos deseos.

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