miércoles, 3 de junio de 2015

La abuela hace negocio.

La abuela, la Cotilla y un señor con traje, han venido a media mañana a casa. Han entrado muy serios y se han sentado en un extremo de la mesa del comedor. Me ha dado un vuelco el corazón pensando que venían a comer y, por otra parte ¿quién era el maromo?

Fui a sentarme a su lado y me dijeron que no. Debía ponerme en el extremo de la mesa opuesto a ellos. Y eso hice. Me sentí muy sola allí. Además, me miraban como si fueran a dictar sentencia. Así que me armé de valor y pregunté: - ¿Este quién es? - "Mi abogado" (respondió la abuela) - ¿Cómo se llama? - "No viene al caso" - ¿Está soltero? - Me di cuenta de que había pillado a la abuela porque no supo qué responder. Entonces, volviéndose hacia él le repitió la pregunta. - Casado y padre de familia numerosa (dijo el hombre) - La Cotilla apostilló - ¿Le importaría ser infiel a su mujer durante una horita? Es solo para que le haga un biznieto a esta infelíz de ahí enfrente. A su abuela le haría mucha ilusión.

El hombre acentuó todavía más su seriedad y dijo. - A mi abuela ni le haría ni le dejaría de hacer ilusión porque lleva muchos años criando malvas. - "La abuela, en este caso, soy yo. O sea, la que le paga a usted" - N-o recuerdo que un ser-vicio así entre en nu-estro acuerdo labo-ral (la frente le brillaba de sudor y la lengua se le trababa) Si le pare-ce podríamos empe-zar con el tema que nos ha traído hasta a-quí (se secó la cara con un pañuelo blanquísimo)

El "tema" era que la abuela me pedía, judicialmente, que le pagase la silla que rompí sobre la cabeza del señor Li. - ¿Qué la pague? Pero si era mía. - "Mía. La dejé aquí cuando me casé pero es herencia de mi abuela. ¿Te das cuenta? Destrozaste una antigüedad que vale un dineral" - Pregunté a la Cotilla si habían bebido. Me dijo que no pero que ya era hora de que lo hicieran y fue en busca del chinchón.

Discutimos durante horas. Menos mal que la abuela mandó al abogado a por unas pizzas y hamburguesas con patatas fritas... - "¡Y traiga también bebidas!" - El hombre salió hecho una furia porque, encima, no le había dado dinero.

Mientras tanto llegó el señor Li. Traía la cabeza vendada. - Yo venil a pedil peldón, honolable señola (y me hizo una reverencia igualita a las de las películas) Ayel yo avalicioso. Vel gamba golda y peldel educación. - (Me fui creciendo) Pues sí. Un poco, sí. - Yo venil a pagal silla que lompel con mi cabeza. Peldón, peldón, peldón (a cada "peldón" le correspondió una reverencia. Solo de verlo doblarse, me dolían los riñones)

Al final todo se arregló. La abuela, haciendo valer su autoridad, puso un precio desorbitado a la "antigüedad" que el señor Li, a pesar de abrir mucho los ojos. cosa insólita en él, pagó sin rechistar. Después, todos juntos dimos buena cuenta de la comida, la bebida y el chinchón y acabamos celebrando una sobremesa de lo más divertido. Cuando, por fin, se despidieron, el abogado, muy achispado y con una lengua estropajosa difícil de entender en ocasiones, me preguntó: - ¡Hip!... ?Xi...gue en piiiiiiiiiiiie... ¡hip! ... la offfffferrrrrrrt....a de la hoooooorijijijijijijiji...ta? - No me dio tiempo a contestar - "¡Por supuesto, abogado. Por supuesto!"


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