martes, 2 de junio de 2015

¡Esa lengua!

Ha sido una sorpresa encontrarme al señor Li en la puerta de casa. - ¿Qué hace usted por aquí? - ¡Enfadado! - ¿Conmigo? - No. ¿Estal abuela? - ¿Con mi abuela?  ¿Qué le ha hecho? - Yo nada. (cada vez se enfadaba más y los ojos se le converían en rendijas) - Algo le habrá hecho. Puede contármelo en confianza, hombre. - ¡Abuela nada. Tu ser tonta! - ¡Oiga! cuidadito con lo que dice que, por muy chino que sea, puedo mandarlo a freír monas. (Ahora la enfadada era yo) - Yo hablal con abuela. Ella entendel a mi. Tu no. - ¡Pues no está! Váyase a comer naranjas de la China.

Cuando, por fin, me lo quité de encima tenía yo un tembleque que parecía el baile de San Vito. ¿A santo de qué había venido todo aquello?

Estaba bebiendo un vaso de agua para tranquilizarme cuando se abrió la puerta y entraron la abuela ¡y el señor Li! - "Pasemos a la salita y hablemos tranquilamente. Nena trae unas copas y el chinchón" - ¡Encima!

Las visitas del señor Li siempre traían complicaciones con Pascualita a la que él denominaba Gamba Gorda e intentaba hincarle el diente. Para evitar que volviera a ocurrir, metí a la sirena en el termo de los chinos y me lo colgué al cuello. Allí, no la vería.

Cuando entré en la salita el señor Li, con las venas del cuello hinchadas, se quejaba a gritos de un insulto lanzado contra todos los chinos, según él: - ¡Sel un mocoso maleducado! ¡No tenel lespeto! ¡Esto aleglalse con dos toltas bien dadas! ¡Mocoso decil a niño: ¡Cállate, puto chino! Y no pasal nada. - "Te aseguro, Li, que si fuera mío el mocoso, aún estaría dando vueltas como una peonza del guantazo que le hubiese dado" - Tu sel pelsona educada, abuela. Sabel ponel disciplina.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaa! ¡La madre que parió a la vieja! - Otra que viene contenta ¿Qué le pasa, Cotilla? - Espera que me tome unas copitas para endulzarme el ánimo porque vengo que muerdo. -
Con tanto jaleo no me di cuenta de que Pascualita se había asomado al borde del termo para no perder rípio de lo que se comentaba allí.

Un vez trasegada media botella de chinchón, la Cotilla prosiguió - ¡Ha gritado que lo van a quemar vivo! ¿Te lo puedes creer? ¡Con estropajo y lejía le lavaba yo la boca a esa tía! Pero esta tarde se va a enterar cuando juguemos al bingo en el Club de la tercera edad porque me toca a mi cantar los números. ¡No va a rascar bola! - "¿A quién le han dicho ésto?" - A los jóvenes que pasaban por allí. Estaban los viejos concentrados dando gritos. Enfadados porque, al no salir los políticos de su cuerda, piensan que no comeran más lechona gratis. Tiran la educación por la borda por un plato de arroz brut. Y yo le he tirado del pelo al que tenía a tiro ¡y me he quedado con la peluca en la mano! Tenemos que mirar las noticias a la hora de comer y me veréis como un indio siux, con la cabellera en la mano.

De repente el señor Li gritó: - ¡Gamba gorda! - La jodía de la sirena había saltado al suelo, arrastrándose hacia la abuela pero el chino fue más rápido y la cogió. ¡Por fin comel bocado exquisito! - Fue lo último que dijo antes de quedar inconsciente cuando le partí una silla en la cabeza.

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