martes, 9 de junio de 2015

De mal en peor.

Vamos de mal en peor. Pascualita está cada vez más gorda y la abuela no para de hechármelo en cara. Y con razón porque el bicho ya se ha comido el medio kilo de sardinas que compré. Voy a probar con otro señuelo: una zanahoria. Si para los burros va bien  ¿por qué no con la sirena?

En cuanto he metido la zanahoria en la bañera, la vaca-burra acuática, se ha lanzado a por ella, la ha mordido, ha salido a la superficie y me la ha tirado a la cara. A partir de aquí se acabó el hacer ejercicio. Se ha ido al fondo a dormir un rato. Así que he pensado en otra cosa... Quizá en la tienda del señor Li esté la solución.

He comprado un pequeño tiburón al que se le da cuerda y nada casi en la superficie para ir enseñando la aleta dorsal fuera del agua. Espero que a Pascualita le guste jugar con él. El juguete emite un ronroneo mientras está en marcha.

 Durante unos minutos la sirena se dedicó a mirarlo desde el fondo de la bañera mientras el tiburón iba y venía de un extremo a otro. - ¡Vamos. Muévete de una vez! - Entonces sonó el teléfono. Era la abuela. - "¿Ya se le nota la pérdida de peso a Pascualita?" - No sé qué decirte. Piensa que yo la veo constantemente y me resulta difícil discernirlo. - "Déjate de monsergas. ¿Aún tiene michelines?"

La abuela cree que los michelines se van con solo chasquear los dedos. - Creo que tiene algunos menos... ahora mismo está haciendo ejercicios en la bañera. -"¿No le estarás dando comida bajo cuerda?" - ¿Por quién me tomas? - "Por lo que eres. Más tonta que un adoquín" - Me tiene calada la muy jodía.

Corrí al cuarto de baño al oír fuertes chapoteos. La sirena y el tiburón libraban una lucha a muerte. Quizás la molestó el ruído del juguete. La cuestión es que la sirena lo tenía abrazado mientras daban vueltas, sin parar, sobre sí mismos. Intenté separarlos con la caña pero Pascualita la cortó de una dentellada - ¡Oye, que es una herramienta de trabajo!

De repente cesó el ruído del motorcito. De un mordisco la sirena lo trituró aunque no salió de rositas porque sufrió una herida en la boca y sangraba - ¡Válgame Dios! Se la comerá el tiburón en cuanto huela la sangre. - Fuera de mí. Atenazada por el miedo de quedarme sin la sirena, llamé a la abuela en busca de ayuda. - ¡Se la comerá. Se la comerá! - No tardó nada en llegar el rolls royce a la parada del autobús. La abuela entró en casa sin apenas aliento. - "¡¡¡Li, deja a Pascualita, asesino tragón!!!" - Quedé perpleja. - ¿Cómo que Li? Aquí no hay ningún chino. - "Pensé que... ¿Quién se quería comer a la sirena entonces?" - Entonces y ahora: ¡El tiburón! - "¿?" - Pascualita se ha cortado y el escualo ha olido su sangre (me restregaba las manos presa de nervios) ¡No quiero que se la coma! - "¿Has comprado un tiburón en el mercado?" -  Me lo ha vendido el señor Li... No debí traerlo (estaba desesperada)

La abuela me apartó de un empujón y entró en el cuarto de baño. Poco después salió con Pascualita en la mano. - "Levanta los brazos, bonita (le dijo) ¡La campeonaaaaa es... Pascualitaaaaaaaa!" - Menos mal que no se la ha comido. -  "¡Estás como una chota y me volverás loca a mi! El tiburón es un juguete de plástico y Pascualita ¡se lo ha comido! Otro día en que el régimen se va a hacer puñetas. ¡Que cruz tengo contigo!"


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