viernes, 5 de junio de 2015

A vueltas con el gurú.

Han llamado a la puerta. Era la Cotilla que venía cargada de bolsas. - ¿Ha atracado un supermercado? - Ayudame a meter todo esto en la salita. - "Todo esto" era un montón de velas y velones a medio consumir. - ¿No pensará poner otro altar de los suyos, verdad? - Naturalmente que sí.

¿Alguna vez la Cotilla ha hecho caso de mis ruegos o amenazas? Nunca y esta vez, tampoco. Volvió a marcharse y regresó con dos caballetes y una puerta vieja. - Me va a llenar la casa de bichos ¡maldita sea! - Esta puerta estaba en un contenedor de un barrio rico. Allí no hay bichos. Ayúdame a montar la mesa. - ¡Y un cuerno! - Salí de casa dando un portazo.

Después de haber andado casi una hora, me fui calmando. Pero entonces caí en la cuenta de que quién tendría que haberse ido con cajas destempladas era la Cotilla y no yo que estaba en mi casa. Así que no me sirvió de nada haberme desfogado caminando a paso de carga porque estaba más cabreada que un mono. Subí los escalones de cuatro en cuatro y entré como un basilisco en MI hogar. De la salita salía un gran resplandor y se oía música celestial.

Tal como me imaginaba, todas las velas estaban encendidas. Allí hacía un calor insoportable y corrí a abrir la ventana. De paso tuve tiempo de fijarme en la tela que cubría la mesa-altar: ¡mi mejor mantelería! - ¡¡¡Cotilla!!! Esto ya pasa de castaño oscuro. - Volví sobre mis pasos y cogí a Pascualita y una jarra llena de agua. Entonces oí a la vecina, emocionada, cantando alabanzas a su gurú, Luis Bárcenas: -

¡Oh, Luis de mis entretelas!
 Loada sea tu inteligencia que te hizo ganar dinero a espuertas.
Admiro tu cuajo insolente al pedir que te admitan los que, cobardes, dicen no conocerte.
¡Oh, Bárcenas, maestro de maestros!
En el PP te temen como a un dolor de muelas porque quieres ser indemnizado con 905.000 euros del ala por un despido, a todas luces injusto... y diferido.
Pero tú ¡Oh, Luis! trabajador infatigable, prefieres currar en oficinas opacas y cobrar de nuevo los 21.300 euros mensuales, cosa que te honra porque no pides aumento de sueldo a pesar de lo mucho que ha subido la vida.
¡Loor a ti, gurú de las dobles contabilidades! ¡Mago de los sisadores! Enséñame a sisar como es debido porque yo solo saco centimillos.

Ante aquella escena quedé ensimismada. Solo la sirena de los bomberos, el mordisco que me dio Pascualita al sentirse oprimida en mi mano y el chorro de agua que entró por la ventana por la que salían las llamas que habían prendido en las cortinas y amenazaban con comerse toda la salita, lograron sacarme del estado de atontamiento. - ¡¡¡Fuego, fuego!!! - grité aterrada. - ¡La culpa es tuya por abrir la ventana, alma de cántaro. Que cruz tengo contigo! - Un hachazo partió en dos la puerta de la calle y segundos después entraban los bomberos manguera en mano.

Solo después de apagar el fuego alguien se fijó en mi mano, cuyo hinchazón subía ya por el brazo camino de la axila. Fui llevada en volandas, de mano en mano a cual más varonil, hasta la ambulancia que esperaba en la calle...

Tardé mucho en volver a casa porque los médicos estaban como locos queriendo saber qué bicho me había picado. Interpreté a la perfección el papel de idiota y acabaron dejándome en paz, aunque me citaron para el día siguiente. - Haremos más pruebas pero venga acompañada con alguien más... normal. - ¿Normal? pensé ¿algo así como la abuela o la Cotilla? jajajajajaja ¡Lo tienen claro estos!

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