domingo, 17 de mayo de 2015

La Cotilla hace su agosto.

He tenido un día movido. Toda la culpa es de la abuela. Por lo visto, Andresito clamó al cielo cuando vio la colección de maletas que su mujer pensaba llenar hasta los topes para viajar a Sevilla. - ¡Te dije que iríamos ligeros de equipaje! - "Y vamos a ir. He descartado muchas cosas de la lista que preparé" - Repásala de nuevo y sigue tachando. - "¡Imposible! Está ajustada al máximo" - ¿Todo son trajes de gitana? - "Todo no. También hay ropa de calle..." - Pues lleva eso y ya está. - "¡Estás tonto!"

La cosa siguió hasta convertir la discusión en un Tsumani de enormes proporciones - ¡Y no quiero un cepillo de dientes con luces! - "¡Desagradecido!" - hasta que sonaron los portazos. - ¡Me voy!... ¡¡¡POM!!! - "¡No te aguanto!"... ¡¡¡POM!!!

El señor de la casa, que salió antes, indicó a Geooorge el camino de MI casa. Y la abuela hizo lo mismo con un taxista. La cuestión es que se encontraron los dos allí. Y yo sin desayunar. - ¿No habéis traído ensaimadas?

Pascualita estaba sentada sobre el frutero viendo como preparaba los cola caos. Al oír los gritos, se enfureció y como es más leal que el Cid Campeador con su rey, tomó partido por la abuela, tuviese o no razón. Saltó al suelo y reptó hasta el comedor, donde se estaba librando la batalla dialéctica a gritos. El vecino de arriba hizo saber su enfado dando golpes con la escoba. La Cotilla llegó, después de algunas horas de trapicheo.- ¡Avemariapurísimaaaaaa! ¿Qué les has hecho a tus abuelos que se les oye desde la esquina? - En ese momento Pascualita lanzó el buchito de agua que llevaba en la boca, contra Andresito y le dio, naturalmente, en un ojo. El pobre se puso a saltar, gritar y lagrimear como un poseso mientras la sirena desaparecía bajo el aparador.

A pesar de los gritos, las dos amigas entablaron conversación. "¡No quiere que lleve los vestidos de gitana!" - ¡Que soso! - "¡Y desagradecido! Tampoco quiere el cepillo de dientes, el muy finolis!" - ¡Me lo quedo yo! - "¿Y que hago ahora con todo lo que compré?!" - ¡Yo me encargo! (la Cotilla estaba particularmente  amable)

A media tarde y con el abuelito durmiendo la mona del chinchón que le habíamos dado para que olvidara el incidente, cosa difícil porque en cuanto se viera en el espejo el ojo hinchado como un balón, le refrescaría la memoria, convencí a la abuela de que era ridículo ir por la calle, aunque fuera en Sevilla, vestida de gitana todos los días. - Allí van de normales. - Suspiré aliviada porque esa noche no tendría huéspedes enfurruñados en casa. - "¿Dónde se habrá metido la Cotilla? Hace horas que se fue"

Cuando volvió la vecina yo me preparaba para acostarme. - Este mes y el que viene, no pasaré estrecheces. - ¿Ha ido a pedir dinero a los Pinochos? - No. He vendido todo lo de tu abuela, incluido el cepillo de dientes de Andresito. - Le habrán dado una buena pasta. La abuela estará contenta. - Si, he hecho un buen negocio. - Si ha quedado contenta, le dará una parte del dinero. - ¡El dinero es mio! - ¡Es de la abuela! - ¡Es mío y no se hable más! A ella le estorbaban los trastos y yo le he resuelto la papeleta. Dice el refrán que quién quiera peces que se moje el culo ¡y me lo he mojado! Me he ganado un chinchón y un pastón.

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