lunes, 11 de mayo de 2015

La corazonada.

Me llamó el abogado de Andresito - Su abuela se va a quedar detenida hasta que las ranas críen pelo. - ¿Han descubierto el paradero de su primer marido? - ¡Que va! Las dos señoras no colaboran... ¿Seguro que están bien de la cabeza? - Yo diría que sí... aunque nunca se sabe. - Es que juegan al Veo, Veo. O cantan ¿Dónde están las llaves? cuando las interrogan. A éste paso irán al manicomio. - Mientras les den bien de comer... - Oiga ¿su familia es toda así? - Le colgué porque ya estaba haciendo preguntas íntimas y no estaba yo para ligues.

- Pascualita, me temo que al abuelito se lo fumaron estas dos en akelarres... - La sirena me miraba con los ojos muy abiertos. - En los años 60 se fumaba de todo liado en porros... ¿qué otra explicación hay? Para mí es la más coherente tratándose de la abuela y la Cotilla pero no puedo ir a decirlo al juez porque no tengo pruebas, aunque sí una corazonada.

No me quedé quieta y llamé Obdulio a su casa. Cuando supo quién era yo quiso colgar el teléfono pero le supliqué que no lo hiciera. - Solo quiero hacerle una pregunta ¿Fumaba porros mi abuela? - ¿La pregunta tiene truco para meterme en líos? - ¡Que va! es de lo más inocente. Basta que me diga Sí o No. - Pues... sí. - ¿Y la Cotilla? - Sí. - ¿Y usted? - ¡Oiga! Eso no le importa. - No se haga el estrecho. - Vale... sí. - ¿Los preparaban ellas? - Pues... a veces. Recuerdo que con algunos flipabamos en colores ¡Eran brutales! - ¿Que les ponían, a parte de lo habitual? - Decían que era secreto de Estado jejejejeje ¡Que jodías! - Para entonces ¿ya se habían cargado a mi abuelito? - Sí... ¿por qué? - La policia ha abierto el ataúd y no están sus huesos. - Que extraño... ¿Tu abuela ha dicho algo? - De momento, ella y su amiga están de cachondeo cuando les preguntan. - El me miró sin comprender.

- ¿A qué han venido esas preguntas? No tengo ni idea de lo que hicieron con... el... muer.. to... - De repente le oí decir: ¡No!... no... ¡Aaaagh!... no... socorrooo... ¡Aaaagh! - Yo gritaba al otro lado del teléfono. - ¡Obdulio! ¿qué le pasa?. ¡Ahora mismo llamaré a su hijo! ¡Aguante!

Bedulio, al principio no me creyó pero, a fuerza de repetírselo, corrió a su casa y encontró a su padre echando espuma por la boca. Al llegar la ambulancia ya no había nada que hacer. El Municipal me llamó horas después para darme la noticia. - ¿Cómo lo supiste? - Estaba hablando con él. - ¿Por qué? - Para saludarle. - Bedulio estuvo un rato callado y cuando yo iba a colgar pensando que ya lo había echo él, escuché su voz, muy bajita, diciendo - Dicen que las últimas palabras de una persona son muy importantes... pero no sé qué quiso decirme mi padre con: ¡A mi, que me incineren!

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