La Cotilla está enfadada conmigo por apagarle las velas del altar de los Amigos de lo Ajeno, pero la abuela está orgullosísima, no de mí sino de Pascualita. - "¡Pero qué lista es mi niña! ¿dónde se ha visto una sirena que sepa hacer tantas cosas?" - Se lo he enseñado yo, abuela. - "Si ella no fuera tan lista a buenas horas aprendería algo de ti" - Lista sí es pero le ha costado mucho entender que tiene que lanzar el agua a la llama... - "¡No digas tonterías!... ¿Sabes qué haremos Pascualita? Una coca cada día y le pondré velitas para que vayas perfeccionando el tiro"
Yo estaba muy enfadada viendo que todo el protagonismo se lo llevaba, como siempre, la birria de la sirena y dije en plan borde: - Ya que este bicho no sirve para nada podrías alquilarla para apagar velas en iglesias y restaurantes. - "¡Tienes razón! Es una idea estupenda aunque venga de ti. Yo pasaba pena pensando en qué será de ella cuando yo ya no esté... Precisamente esta semana iba a hablar con el notario para que la incluya en mi testamento pero..." - ¡¿En el testamento?! ¿No irás a dejarle la Torre del Paseo Marítimo? - "Ya salió la egoísta... Ahora que sé que Pascualita podrá trabajar y tener un sueldo con el que pagar sus gastos, ya no tengo que preocuparme ¿Te imaginas tener dinero para tus caprichos (pensé que me lo decía a mi pero se lo decía a la fiera corrupia) Espero que sepas gastarlo en cosas de provecho, por ejemplo, en chinchón jejejejeje"
Me veía despojada de mi herencia. La abuela se paseaba arriba y abajo hablando sin parar mientras Pascualita, fijos en ella sus ojos de pez redondos y saltones, hacía la señal de OK con sus deditos. En ese momento tomé una decisión. En cuanto me quedara sola y el bicho se durmiera, la metería de cabeza en el wáter y tiraría de la cadena. Con suerte, a través de los colectores, llegaría hasta el mar.
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