domingo, 5 de abril de 2015

Primer intento.

He estado en vela casi toda la noche esperando que volviera Bedulio con su padre. Me acurruqué en el sofá con Pepe encima y Pascualita mirándome a través del acuario. Desde la salita oía los ronquidos de la Cotilla y al poco rato empezaron los golpes del vecino de arriba.

Debí de dar alguna cabezada porque, una de las veces que me desperté, Pepe estaba en el suelo con la cara vuelta hacia la foto de Luis Bárcenas. Se me pusieron los pelos de punta al pensar que tal vez habría admiración en su mirada si tuviera ojos para verlo. Y alabaría sus hazañas si su boca no estuviese cosida. Tomé la determinación de pedirle a la Cotilla que quitara de en medio ese altar de perdición para espíritus inocentes como el de Pepe... No sé si en vida lo fue, pero como jivarizado es la discreción personificada. No habla por no molestar.

A las diez de la mañana llegó Bedulio con su padre. - ¡Ya era hora! - ¿Está... tu abuela?... Prefiero no verla... Por eso he tardado en venir... También porque mi padre se negaba en redondo a volver aquí. No comprende que el mal trago lo paso yo. Tengo los nervios desquiciados desde que la vi anoche con ese... eso que llevaba... - Un hábito de Christian Dior. - Mi padre, al que siempre le ha gustado hacerse el mártir, dice que está peor que yo. Es un egoísta - Es que a mi me quieren matar (gimoteó Obdulio) - ¿Lo oyes? Siempre dice que lo suyo es peor que lo mío. - Los mayores son así (dije, cargada de razón) - Te lo dejo y me voy que tengo hora con el médico. A ver si me da algo más fuerte para los nervios porque lo que tomo ya no me hace nada.

En cuanto cerré la puerta, Obdulio se puso a gimotear, así que lo senté frente a la tele y llamé a la abuela. Se puso Andresito. - Hola, abuelito. Dile a tu mujer que venga...  Es que nos han devuelto al refugiado... No sé que hacer con él... Sí que llora. Y no veas como me está dejando el tapetito del sillón...Vale. que no tarde, porfa... Un besito.

Al poco sonó el concierto de pitos bajo mi balcón. La abuela y la Cotilla entraron juntas en casa. Se habían encontrado en el portal y venían planeando métodos para quitarnos de encima al viejo amante. - "Tal vez sea alérgico a algo" - Creo recordar que al antipolillas. - "¡Sí! Es cierto" - Me mandaron a  comprar, cuantas más pastillas de naftalina, mejor que mejor. - Metimos a Obdulio en una gran bolsa de plástico llena de esas pastillas. Pero no fue fácil porque no se estaba quieto. - ¡No diré nada! ¡No os haré chantaje! - La abuela quedó en suspenso - "¿Pensabas hacerlo?" - ¡Nooooooo! - "Echa todas las pastillas, Cotilla" - ¡Aaah! No puedo respirar. - "De eso se trata"

Allí no se podía estar. Abrí puertas y ventanas pero no conseguí que se fuera la peste de las dichosas pastillas. - ¡No lo aguanto) (grité) Me va a costar mucho airear la casa. Señalé el acuario para que la abuela viera a Pascualita. Estaba escondida en el barco hundido, tapándose la cabeza con la cola. Pepe, que se había vuelto a caer, miraba de nuevo al retrato de Bárcenas. Fuera de mí, me encaré con la vecina-okupa. - ¡Quite este altar AHORA MISMO! - El olor a naftalina me sacaba de quicio. No podía soportalo. Me acerqué a Obdulio que, desde hacía rato, yacía en el suelo sin dar señales de vida. Rompí el plástico y el suelo se llenó de pastillas. Corrí a por la escoba y el recogedor y las tiré a la basura.

Las tres salimos al balcón a respirar aire fresco y tomarnos unos chinchones. También sacamos el acuario ante el estupor de la Cotilla. - ¿También tienen que orearse las algas? Si por lo menos, hubiera un pescadito...

Había pasado casi una hora cuando entramos en casa. Me sobresalté al ver a Obdulio sentado en la butaca, con el mando de la tele en la mano, haciendo zaping. Me había olvidado de él. Además, lo daba por muerto. Nos miró con ojos congestionados, la cara hinchada... una pena de hombre debido a la alergia. Y con voz pastosa preguntó: ¿En qué canal sale la Esteban?

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