lunes, 13 de abril de 2015

Por poco me pilla.

Pascualita nadaba lentamente en su acuario. De vez en cuando se paraba para mirarme. Como no me fío de ella ni un pelo, me puse las gafas de sol por lo que pudiera hacerme. Pero solo se limitó a eso, a mirarme. Después se subió al borde del acuario y fijó en mi sus ojos saltones, sin párpados. Me estaba poniendo nerviosa - ¿Qué te pasa? ¿No te gusta mi cara, bicharraco? pues es obra tuya que parezca un marciano.

Intenté concentrarme en una revista pero sentía su mirada de pez sobre mi. - ¡¿Fué fieres?! - le grité. Entonces saltó hasta la mesa de la cocina y reptó hacia mi. En ese momento cambió la dirección de sus ojos y los posó en Pepe que estaba en su estante. - Debe añorarlo (pensé y lo cogí) Una vez juntos, Pascualita fijó su atención en la despensa - ¿Querrá merendar la jodía? - Preparé dos tazas de cola cao y saqué unas magdalenas que había traído la Cotilla dos días atrás, esperando que la sirena no me las tirara a la cabeza porque me iban a descalabrar de duras que estaban.

A la vista de las tazas, Pascualita se tiró dentro de la suya y lo puso todo perdido - ¡Serás ...! ¡Anda! parece que ya hablo mejor. - La juerga de la sirena siguió hasta que dejó vacías las dos tazas. - Maldita sea. Mira la que has organizado ¡ahora me tocará limpiarlo a mi! Por eso no quería que esas dos lo mataran en casa.

Una vez echa la travesura, Pascualita se lió a mordisquear al pobre Pepe que aguantó estoico el martirio. - Quéjate, alma de cántaro y no te dejes avasallar por ésta o no va a quedar de ti ni la sombra. Cada vez resulta más difícil coserte porque ya no hay de dónde sacar nada. Tendré que ponerte parches y si ya eres feo así, imagínate luego. - De repente tuve la impresión de que no estábamos solos y miré a mi espalda. Apoyado en el quicio de la puerta estaba... ¡el abuelito!

Cogí la cabeza jivarizada y a Pascualita, con la misma mano y la metí en el bolsillo de la bata esperando que Andresito no hubiese visto a la sirena. - ¿Qué haces... aquí? Mira como he puesto la cocina... se me han caído unas ... naranjas del frutero y han rebotado en las tazas de cola cao... Ahora tendré que limpiarlo todo.

- Veo que ya hablas bien. - He empezado ahora... - Me alegro. ¿Iba en serio lo que has dicho? - Es que... no recuerdo que he dicho. - Que queríais matarlo. - Eso son palabras mayores, abuelito. - Y no lo habéis echo para no manchar. - Es un buen motivo jejejeje - ¿Era lo que intentabas decirme cuando no podías hablar?... Tu abuela ¿ya ha matado antes? - Y la Cotilla. ( entonces oí abrirse la puerta de la calle) Antes las llamaban mucho para ese trabajo - ¡¿Eran asesinas a sueldo?! - Creo que puedes llamarlo así, abuelito... Ahora llevan tiempo sin hacerlo porque la gente no compra pollos vivos pudiendo comprarlos limpios y pelados en la carnicería. - ¡¿Pollos?! - Sí. Se sacaban un dinerito y se lo repartían entre las dos. - ¿Mataban pollos? - Y patos, pavos, gallinas, conejos, en fin, lo que les encargasen... ¿Por qué pones esta cara? - Es que me diste a entender otra cosa... o yo me lo imaginé. - Pues lo siento... ¿nos tomamos un chinchón? - ¡Avemariapurísimaaaaaaaa! Pónme uno a mi también.

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