viernes, 3 de abril de 2015

La negociación.

Obdulio sigue sin poder andar. Pasado el rato de cachondeo que tuvimos a su costa, nos empezamos a preocupar. El hombre estaba espatarrado en el sofá, ocupándolo todo. ¿Seguiría así a la hora de la siesta?... Probablemente, porque una hinchazón semejante no se deshincha en un día. Esto nos creó un problema porque ni la abuela, ni la Cotilla, ni por supuesto yo, queríamos quedarnos sin asiento a la hora de ver la novela y roncar a pierna suelta como de costumbre.

- ¿Por qué no nos lo cargamos ya? (preguntó la Cotilla, cargada de razón) - Total, si hay que hacerlo, hagámoslo cuanto antes y nos evitamos tener que jugarnos a suertes quién se queda sin asiento (fue mi razonamiento) - "Creo que será lo mejor" - Entonces vino el CÓMO.

- Nada de sangre, que se coagula y es difícil de quitar. - ¿Mi mejunje? Es efectivo. - ¿Y si vomita? No, que también tendré que quitarlo yo y me da mucho asco. - "¿Colgado de la lámpara?" - Con lo que pesa tu amigo, me destrozará el techo si cede el pladur. - "¿Haces tú la comida y dejamos que se muera de asco?" - ¡Abuela! - "Algo tenemos que hacer. Y os advierto que, pase lo que pase, yo no me quedo sin asiento." - ¡Ni yo! (saltó la Cotilla) - ¡Es mi casa! ¿No querréis que me siente en el suelo? - "Vale. Nos pedimos las butacas".

Estaban llamando a la puerta, insistentemente. Era Bedulio. - ¿Está mi padre? - Según y como. - (Vi que se ponía más nervioso de lo que estaba) - ¿Qué quieres decir? - ¿Quién es tu padre? - ¡Lo sabes de sobra! El amante de tu abuela. - ¡Chist! Es una mujer casada. - Mi padre también. - Menudo berengenal. Pasa, está en la salita.

Ver a su padre en las circunstancias en que estaba, hizo que la sangre le bajara a los pies. Quedó blanco como el papel. - ¿Qué... qué te han echo? - Me quieren matar, hijo (su voz era un lamento) Me tienen en capilla. - Bedulio no podía apartar los ojos de la entrepierna paterna. - ¿Y han empezado por "ahí"? - Me río yo de los tormentos de la Inquisición ¡son unas brujas! - No podía consentir que nos insultara, sobre todo a mi que era quién se había quedado sin abuelito. - Es cómplice de un asesinato. Lo encubrió por usar mucho "esas partes" que ahora están pagando su pecado. - "¡Jopé! niña. Pareces un talibán"

Bedulio buscó una silla donde sentarse antes de que las piernas le fallaran del todo. Los dos sillones ya estaban ocupados por las amigas. - ¿Es verdad lo que dice? - Avergonzado, Obdulio bajó la cabeza. - Sí, hijo. Pero me arrepiento. - ¡A buenas horas, mangas verdes! (grité)

Luego se produjo una negociación para tratar de salvar al reo, que duró hasta la hora de comer, que fue cuando, el Municipal claudicó y se llevó a su padre, con mucha dificultad porque el hombre era incapáz de dar un paso. - ¿Esto... se le pasará, verdad? - "Y si no, cómprale un caballo. Las piernas ya las tiene abiertas para montar." -

Mientras comíamos comentamos los términos de la negociación: Se acabaron las multas al rolls royce, por mal aparcamiento. Y las impagadas (¡todas las habidas y por haber!) las pagarían de su bolsillo Bedulio y su padre. De momento eso era todo, pero quedaba en suspenso el cierre del acuerdo por si se nos ocurrían más cosas.

Satisfechas, nos sentamos en la salita, pusimos la tele y brindamos varias veces con chinchón por la victoria, antes de caer en un sueño profundo y reparador.

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