lunes, 20 de abril de 2015

Guardias de seguridad.

Las dos amigas me traen por la calle de la Amargura. Una con su afán de conseguirle un trabajo de apagavelas a Pascualita y la otra con su altar de los Amigos de lo Ajeno cada vez más lleno de "santos".

Algo debió ver la abuela en la televisión que la lleva a mal traer. Está nerviosa y lo que es peor, pone de los nervios a su marido. - "Es un calzonazos tu abuelito" - ¿Cómo el primero? (pregunté, temerosa) - "No sé qué decirte" - Dí que no, por favor. - Ahora que las aguas volvían a su cauce, la sombra de una amenaza se cernía de nuevo sobre Andresito. - No le des el mejunje, pobrecillo ¿Qué te ha echo ahora? - "Nada. Eso es lo malo. Nada. Con lo rico que es y no tiene ni un mal guardia de seguridad que lo proteja..." - ¿De ti? - "¡De quién sea, alma de cántaro! y mira Rato, tiene cuatro ¡y pagados por nosotros!" - ¿Vosotros le pagáis ese servicio? No sabía que fuerais amigos suyos.

La Cotilla, que entraba en ese momento con las antenas puestas, se acercó a la abuela y le dio dos sonoros besos. - ¡Los amigos de mis héroes son mis amigos! - "Por si era poco una tonta en casa, ahora tengo dos... Solo hemos cenado con él unas cuantas veces... por cosas del partido" - ¿De fútbol? Creo que es del Madrid, como yo - ¿Cuándo le ha gustado a usted el fútbol, chaquetera? - "La seguridad de Rato la pagamos todos" - Yo no. Me recortaron la paga y no puedo hacer dispendios extras. - Yo tampoco, con lo que me cuesta llegar a fin de mes.

Cuándo la abuela nos sacó de nuestro error, le di una patada a la revista con la boda de la hija de Aznar y a la foto de Rato que estaban en el altar de los Amigos de la Ajeno y salieron volando por la ventana. Despavorida, la Cotilla corrió escaleras abajo a una velocidad inusitada para sus años, para recogerlas pero se habían quedado entre las ramas del árbol de la calle. Mientras ella gritaba que les diéramos con la escoba hasta que cayeran, se me ocurrió una idea mejor. Cogí a Pascualita por sorpresa mientras estaba sentada en el borde del acuario, y también la tiré por la ventana.

La abuela se llevó las manos a la cabeza - "¡Estás loca!" . Lo que estaba era enfadada. Desde el balcón vi como la sirena reptaba hasta alcanzar una superficie plana: la revista y con ella descargó su rabia. Los papelillos que cayeron sobre la Cotilla parecían el confetti de un día de fiesta.

Me sentí mucho mejor después de aquello. Y tranquilamente, me dediqué a "pescar" a Pascualita con ayuda de un muñeco colgado de una cuerda. En cuanto lo tuvo a mano se lanzó a morderlo y así pude izarla hasta meterla, de nuevo, en el acuario.

Antes de que la Cotilla volviera, la abuela me dijo que había recibido una oferta de trabajo para Pascualita. - ¿En serio la quieren para el cumpleaños de un crío? - "No... Para que haga de Chuqui, el muñeco diabólico en una fiesta zombi" - Bueno... eso es más comprensible.

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