lunes, 23 de marzo de 2015

Lío de familiares.

La Cotilla ha llegado cargada de cabos de velas para su altar de los Amigos de lo Ajeno. Mientras las colocaba no dejaba de suspirar mirando a su amado Luís Bárcenas - ¡Qué guapo es, madre! Esos ojazos me derriten cada vez que me mira. - Interrumpí su monólogo - ¿Lo ha visto en persona? - Ojalá. Solo en la tele. ¡Que hombre. Tan fuert. Tan repeinado. Con esa barbilla rotunda de galán de cine de los años 50. Aquellos que agarraban a la protagonista con fuerza y autoridad, para darle un beso de tornillo que nos levantaba de la butaca a las chicas. ¿Te imaginas que te abrace un hombre así? - Pues no, porque no estaría tranquila pensando que me va a birlar la cartera.

Me taladró con una mirada asesina. - Que fácil es sembrar cizaña (me dijo) Esos millones en Paraísos Fiscales los ganó legalmente. Está cansado de decirlo. Es Luís, el mártir de los Sobres... Hablando de sobres, hoy entrarán a vivir en mi casa los realquilados. Por fin llegaré a fin de mes sin tantos aprietos. - ¿Seguro que ésta gente le pagará? - ¡Claro!... Eso espero.

La abuela, Andresito y Geoooorge, volvieron a la Torre del Paseo Marítimo. Las aguas regresaban a su cauce: Ella podría ir a las procesiones de Semana Santa vestida con el hábito que le diera la gana, bajo pago de un buen montón de euros por parte de su marido. Y en cuanto a los ataques del ánima del abuelito, parece ser que, de momento, no se reanudarán.

De todas maneras, antes de que se marcharan expuse a la abuela que era necesario decirle a Bedulio  lo que ella me había contado. - Tiene derecho a saberlo. - "¿El qué?" - Que eras la amante de su padre. - "Eso ni le va, ni le viene y como habrás la boca te la cierro de un sopapo" - ¿Y cómo miro yo a la cara a mi primo? - "¿Qué primo?" - Bedulio. - "¡Que no es nada tuyo, animal de bellota!" - Algo tiene que ser... ¿Podré conocer a mi... tío? - "¿Qué tío?" - Su padre el inspector... - "¡Me estás sacando de quicio! Olvída lo que te dije" - ¿Y renegar de unos familiares que, aunque putativos, son nuestros? ¡Ni lo sueñes!

Por toda respuesta, la abuela cogió a Pascualita, rompiéndo su placentero sueño y me la tiró a la cara al grito de . "¡MUERDE!" En ese momento apareció la Cotilla que ya había acabado de arreglar el altar. Hice un quiebro y la sirena se estrelló contra su pecho. Ahora lleva un escote muy pronunciado, presumiendo de protuberancias mamarias que atraen, como imanes, las miradas masculinas. La abuela se muere de envídia y la vecina parece que se ha reconciliado con el fantasma de mi primer abuelito.


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