jueves, 26 de marzo de 2015

La abuela, esposada.

Llevo un ojo a la funerala desde que la abuela me tiró una copa delante de Bedulio. El no sabía por qué lo había echo pero, como agente de la autoridad, la detuvo por agresiva.

La abuela no podía creerse que, en un visto y no visto, se encontró con las esposas puestas como una ex Presidenta del Consell cualquiera. "¡Suéltame ahora mismo o se te va a caer el poco pelo que tienes, desgraciado!" - Aquello tomaba mal cariz. Estaba insultando y amenazando a una autoridad pero, lo que le supo a cuerno quemado al Municipal fue que se metiera con su escasa mata de pelo.

- "¡Llama a Andresito y dile que mueva los hilos de sus influencia políticas!" (la abuela estaba desesperada. No entendía que la enchiqueraran por la tontería de tirarle una copa a su nieta, que por poco la deja tuerta y no por haber dado matarile a su primer marido. - "¡Dile a la Cotilla que hable con Obdulio!"

Bedulio me miró algo sorprendido - ¿Está hablando de mi padre? - Me temo que sí. - ¿De qué lo conoce? - Pregúntaselo a ella. - No, porque lo que diga puede ser usado en su contra... - Que tiquismiquis eres. Se trata de mera curiosidad (dije yo) - "Vais listos si esperáis que os cuente algo"

Pregunté al Municipal qué iban a hacer con ella. - Esta noche dormirá en los calabozos y mañana ya dirá cosas el juez. - Os va a revolucionar el cuartel... Tal vez a tu padre no le guste lo que le estás haciendo. - ¿Qué pasa con ellos dos? - ¿Por qué crees que te llamó hijo y yo tío?... Aunque creo que tendría que haber dicho primo - No me faltes al respeto. (luego, algo nervioso, dijo) - ¿Me estás diciendo lo que creo que me estás diciendo y que no me está gustando nada? (Dejé que la duda inundara su cerebro)

De repente pensé que la abuela no podía salir esposada de casa. A pesar de su mal genio, no se lo merecía porque no era una corrupta. De modo que fui a por Pascualita y Pepe. Les conté a grandes rasgos lo que estaba pasando en el comedor. Luego cogí a la sirena de la cola y la tiré al acuario como si fuese un pingajo. Salió echa una fiera y lanzó chorritos de agua envenenada sin dejar de chapotear. La voz de Bedulio sonó preocupada. - ¿Pasa algo? - ¡No te preocupes. Es el ánima del abuelito que tiene ganas de gresca! - El hombre se asomó, temeroso, al tiempo que la cabeza jivarizada aterrizaba con fuerza en su cara. El Municipal gritó y recibió un poco del agua de la sirena, en el ojo. El dolor y el miedo le hicieron salir corriendo escaleras abajo. - ¡Dame las llaves de las esposas, primo! - No se lo tuve que repetir dos veces. - ¡Y dale recuerdos de mi parte a mi tío!

 No puedo asegurarlo pero creo que le oí decir : - ¡No vuelvo a pisar esta casa!

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