martes, 3 de marzo de 2015

Piernas ortopédicas.

Cuando volví del trabajo, la abuela estaba en la cocina hablando con Pepe y Pascualita mientras preparaba un estofado de albóndigas que olía a gloria bendita. Me quedé fuera, escuchando, porque   a mi no me contaría nada - "Ya sabía yo que Andresito no podía estar mucho tiempo sin hablarme jejejejejeje ¡Menuda excusa se ha buscado para llamarme por teléfono: que le duele una pierna. Toma, guapa, un poquito de carne picada ¿a qué está buena?..."

(No sé porque no cuenta lo historia entera, sin interrupciones. Me voy a pasar media hora de pie tras la puerta) - "¿Sabes que le he contestado? ¡Claro que lo sabes, chiquina, que eres más lista que el hambre. guapa!" - (¿Guapa, la sirena? ya le habrá dado un tiento al chinchón) - "Que ya no tenía edad para estar toda la noche de bailoteo. ¿Desde cuando voy a bailar sin ti? ha gimoteado jejejejeje... ¿Te duele mucho? he preguntado por preguntar" - (¡Que jodía es!) - "Muchísimo, me ha dicho. Entonces le he recomendado que se la ampute: muerto el perro, se acabó la rabia jajajajajaja ... He tenido que apartar el auricular de mi oreja para no quedarme sorda ¡Me encanta hacerle rabiar! Eso es una cosa que tienes que aprender, Pascualita, porque las reconciliaciones son la sal de un matrimonio"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaa! ¿Qué haces esuchando detrás de la puerta, alma de cántaro? - ¡Maldita sea! Con la Cotilla no gano para sustos. - En mi casa hago lo que quiero (contesté muy digna) - "Sobre todo, el ridículo" - Llamaron a la puerta y eso evitó que me cayera una buena bronca. Era Andresito. - Hola, nena. Vengo a hablar con tu abuela. - Llevaba una revista bajo el brazo. Pensé que sería un catálogo de viajes para hacerse perdonar... lo que fuera. Era un catálogo, si, pero ¡de piernas ortopédicas!

Más tarde, sentados los cuatro en la cocina, con una taza de café y una copa de chinchón, discutíamos sobre los modelos que más nos gustaban y fueran apropiados para un señor rico como Andresito.

Bebí el café a sorbitos mientras observaba a mis abuelitos. Tenían las cabezas juntas y opinaban sobre colores y formas. De vez en cuando se sonreían. Allí había amor verdadero. Hasta Pascualita se dio cuenta... ¿o fue casualidad que le tirara un chorro de agua a los ojos a la Cotilla cuando intentó meter baza entre la pareja?

Tuve que ser yo la que corriera en pos de la vecina para calmarla, botella en mano. Andresito hizo amago de levantarse pero la abuela tiró de él - "Es una escandalosa... Vamos a mi cuarto a seguir discutiendo sobre piernas" - ¿Seguro que prefieres una pata de palo? - "Si. Me vuelven loca los piratas" - les escuché decir mientras cerraban tras de sí la puerta.



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