sábado, 7 de febrero de 2015

- "Tengo a Andresito, todo el día de acá para allá, buscando un marchante de arte" - ¿También vas a "sacarle" un cuadro? -"De momento no. Quiero vender el yeso cuando me lo quite el médico" - ¿Esa mamarrachada? - "¿Tú entiendes de arte? ¡No! Pues calla la boca, alma de cántaro" - Nadie en su sano juício comprará esa porquería. - "¿Te juegas algo?" - A la Cotilla. Si ganas, te la quedas y dejará de darme a mi la vara.

Naturalmente esto no cuajó y acabamos apostando que, quién ganara, invitaría a la otra a cenar en El Funeral, amigas incluídas... Ya he empezado la hucha por si acaso... Y pensado qué amigas podría llevar en caso de ganar me he dado cuenta de que... no tengo amigas y ahora estoy echa polvo, depresiva y llorosa.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¿No me ves distinta? - No, Cotilla. - Mira bien... He cambiado de look... ¡Llevo una coleta! - ¿Esos cuatro pelos atados que le cuelga por la espalda, es una coleta? Menuda imaginación. - Estás faltona hoy ¿eh? ¿Qué pasa? ¿Te has peleado con tu abuela? - Quiere vender el yeso del brazo a un marchate de arte. - ¡Que lista es esta mujer! Yo voy a hacer lo mismo. - ¿Romperse un brazo? - No. Vender arte. En los contenedores se encuentran muchas cosas por las que los millonetis pagarían el oro y el moro. ¡Que pena no haberlo pensado antes! Hasta luego.

Estuve sola el resto del día y ni eso me consoló de mi desconsuelo por no tener amigos. Bebí unas copitas de chinchón en un mano a mano con Pascualita y poco a poco, nos fuimos entendiendo. No había desconfianza entre nosotras, solo risas y más risas. Ni siquiera encendí la estufa porque no teníamos frío. Estaba decidido: llevaría a Pascualita a la cena en plan amiga. Se lo comenté a la sirena e hizo la señal de OK con sus deditos. ¡Y a Pepe también lo llevaría!

Llamaron a la puerta y a duras penas llegué hasta ella. Por un extraño fenómeno que no acertaba a entender, la puerta de la calle se alejaba de mi a medida que me acercaba a ella. Y el timbre parecía más estridente que nunca. Me dio por reír. Mi primer abuelito había venido a vistarme y estaba de guasa. Mejor, era lo que mi ánimo decaído necesitaba ¡alegría!

En el rellano de la escalera estaba el butanero - Pensaba que no estaba en casa. Ya me iba. - Lo miré de arriba abajo... Era un buen especímen de hombre... - Oiga ¿quiere hacerme... ¡hip!... un favor? - ¿Qué le entre la bombona? - Bueno... ¡hip!... es una forma jajajajajaja ... de decirlo... ¡hip! - Y cerré la  puerta tras él.

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