viernes, 27 de febrero de 2015

No ha venido nadie a interrumpir mi sueño esta madrugada, sin embargo, a las cinco ya estaba con los ojos como los búhos: abiertos de par en par. Me bullía el cerebro. Estaba saltarín. Lleno de ideas que pugnaban por salir de aquella especie de olla a presión. Que sensación más rara y encima no sabía qué tomar para calmarlo.

Me levanté, fui a la cocina, bebí agua, volví a la cama pero solo conseguí dar vueltas y más vueltas hasta ponerme de los nervios. Volví a la cocina, bebí agua, le pregunté a Pepe si dormía y no me contestó. Antes de volver al cuarto bebí otra vez agua. Me acosté. Estaba helada pero, poco a poco fui entrando en calor y entonces, por fin, me dormí.

Soñé que pasaba por sitios llenos de agua: surtidores, rios, mares, océanos, ruído de aguas invisibles corriendo por canales subterráneos. Agua, agua y más agua... ¡Oh, no! que vergüenza ¡Había mojado la cama a base de bien! - Salté como un resorte y corrí al baño pero ya no había nada que hacer salvo ducharme, cambiarme de ropa, quitar sábanas, mantas y colcha de mi cama y retirarlas de la vista para que no las vieran la Cotilla o mi abuela. No quería que toda Palma de mi "accidente" nocturno.

Finalamente me acosté en el antíguo cuarto de la abuela... pero mi cerebro se puso de nuevo en ebullición. ¿Que podía hacer? ... Me levanté pero, en lugar de ir a la cocina donde Pepe no me aclararía nada dado su mutismo crónico, fui a ver a Pascualita.

La sirena dormía tan ricamente sobre la arena del fondo del acuario. No me atreví a despertarla. Me serví una copa de chinchón en la salita y al rato presentí que alguien me observaba. Me puse tensa ¿Habría entrado un ladrón en casa y no me había dado cuenta por el trajín de la noche?

Recorrí la salita en busca de algo que pudiera usar como arma. No me iba a dejar violar así como así, por lo menos hasta ver qué tal estaba el maromo. Y entonces lo ví y me acordé de la Cotilla y toda su parentela. El que no me quitaba sus ojos chulescos de encima era Luís Bárcenas desde la foto de su altar.

Bueno, no era un hombre propiamente dicho quien me desnudaba con su mirada de papel, pero ladrón sí, de modo que no sabía hasta que punto podía sentirme tranquila. Y decidí que lo mejor era poner luz por medio. Por eso encendí todas las velas y velones que rodeaban el altar. Ahora ya no parecía tan peligroso y yo tenía el mechero a mano por si la foto pretendía atacarme, aunque fuera virtualmente.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! He visto las velas encendidas ¿Ha pasado algo? - No ¿qué va a pasar?... Es que quería leer un rato y como las velas son gratis y la electricidad no, las he encendido. - ¡Muy bonito! tienes más cara que espalda, boba de Coria. A mi me cuesta mucho cogerlas... A veces he tenido que salir por pies perseguida por las beatas. - Sopló las velas y cuando nos quedamos a oscuras sentí de nuevo, el roce de los ojos barcenianos sobre mi piel. - ¡Encienda la luz, Cotilla! No me gusta estar así. - A sus órdenes, Milady. Y de paso nos tomamos unos chinchones. - Amén.

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