lunes, 16 de febrero de 2015

Estoy fataaaaaal... No me tengo de pieeeeeeeeee... Lo veo todo negroooo... Maldita abuela y sus ideas de bomberoooooo... ¡No vuelvo a disfrazarme nunca más!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaa! Te oyen desde la calle ¿Qué le has echo a tu abuela?... - Sentí la mano de la Cotilla en mi hombro y acto seguido, me dio tal meneo que pensé que me tiraría de la cama al suelo - ¿Boba de Coria?... ¿Eres tú? ... - ¡Claro! ¿Tan mal aspecto tengo? - Malo,no ¡peor! Das grima. Si me cuentas lo que te pasó, te invito a un colacao. - Que generosa está. - ¿En qué armario de la cocina tienes el bote?

Cuando llegó la abuela me miró con detenimiento y luego dio su veredicto. - "Durante unos días ahorrarás en sombra de ojos jejejejejejeje..." - ¡Tengamos la fiesta en paz!

Pero no la tuvimos. - ¡¿Y dices que iba mirando para arriba?! jajajajajaja - "La pobre sabe meterse en su papel... A Ramón Llull suelen pintarlo en plan místico, con la mirada fija en el cielo..." - La abuela me dijo que si desfilaba bien, me llevaría el primer premio. - "¡No se lo llevó y fue una lástima porque. la gente se partía de risa con ella!"

- En cuanto empezó el desfile puse los ojos como me había dicho y a partir de ahí, choqué con todo lo que se me puso por delante: niños, mayores, músicos, bailarines, carrozas... - ¿Por qué no mirabas, alma de cántaro? - Quería ganar el premio.... No me lo dieron porque tropecé contra la tribuna de las autoridades y pensaron que era un terrorista disfrazado. Además, dijeron que el termo de los chinos no pegaba ni con cola con el traje de fraile.

- ¿Y de que íbais tu y Andresito? (la Cotilla se dirigió a su amiga) - El de ama de cría exhuberante y yo de bebé agarrada a sus faldas. Pero no tuvimos tanto éxito como la jodía de mi nieta.- ¿El golpe de los ojos te lo hizo un camión? - ¡NO! -

Me levanté y salí a buscar el chinchón. No podía contárselo a la vecina...Aún me tiemblan las piernas al recordar lo que pasó. Pascualita empujaba la tapa del termo para asomarse y la abrí. Como no veía lo que hacía, el tapón cayó al suelo y la sirena saltó, se estrelló contra el suelo y reptó derechita hacia una comparsa de batukada. Sin perder el cielo de vista, me lancé tras ella con la mala fortuna de caer encima del bombo en el momento en que lo aporreaban ¡Que dolor más grande! Me apartaron de un empujón, me arrastré tanteando, tocando pies, recibiendo patadas y risas hasta que, finalmente, toqué la cola de pez de la sirena. Al cogerla, se revolvió furiosa y me clavó los dientes entre los ojos. A partir de ese momento, no hubo baile en el desfile, más frenético que el mío. Me aplaudían a rabiar pero... no me dieron el primer premio...

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